El Presidente y el aderezo necesario para un plato nutritivo
Permítanme hacer una analogía extraña: el modelo económico que propone Mauricio Macri es como un plato de tofu, almendras y brócoli. Pocos pueden negar que es nutritivo, pero difícilmente invada con fotos de nuestro muro de Instagram.
El Gobierno propone un modelo de crecimiento moderado (entre 2% y 3%), con una tendencia descendente de la inflación (aunque a menor velocidad de la buscada por muchos), con realidades diversas en función de dónde se mire (con sectores creciendo a dos dígitos y otros más cerca del 1%).
Equilibrio fiscal, baja del déficit, ordenamiento de las cuentas públicas son ejes atractivos, pero requieren algo extra para poder ser digeridos. Inclusive en un escenario hipotético en donde Mauricio Macri gane las elecciones en 2019 y logre, tal como propone, lograr un crecimiento leve pero sostenido durante 7 años consecutivos, estas mejoras no se perciben de manera tan evidente al analizar año a año, mes a mes, el primer metro cuadrado ciudadano.
De esta manera, el Gobierno necesita encontrar los aderezos que permitan que el plato propuesto sea más sabroso. Durante los primeros dos años de su gestión, el Gobierno eligió salpimentar con los sabores más obvios en función de su propia identidad: obra pública y lucha contra la corrupción.
El ingeniero que dejó la Jefatura de Gobierno de la Ciudad con niveles de aprobación sumamente altos no logró sostener el apoyo de los porteños por un liderazgo carismático, sino que fue forjando su base en función de obra dura.
Amplia política de bacheos en calles, mejoramiento del espacio público, la culminación del entubamiento del arroyo Maldonado y, finalmente, el metrobús, fueron algunos de los porqués que le dieron identidad en el escenario público como un "gestor" más que como un "político". Así, los niveles de percepción de obra pública nueva alcanzaron niveles récord durante 2017: cerca del 55% de los argentinos señalaban que habían visto una obra pública nueva al salir de su casa en sus movimientos diarios.
La lucha contra la corrupción fue otro motor explicativo en su vínculo con la opinión pública, fundamentado en ejes externos e internos. Por un lado, en función de la herencia recibida por parte de una administración sumamente golpeada por hitos de corrupción (dentro de la base de apoyos del kirchnerismo, el 58% entiende que "en el gobierno de Cristina Kirchner hubo corrupción") y de cierta espectacularidad de las imágenes obtenidas (el recuento de dinero en "La Rosadita", los bolsos de López).
Por otro lado, basado en la alta imagen y credibilidad que posee una de las principales aliadas dentro de la coalición: Elisa Carrió. Su rol como "opositora" desde adentro, le otorga cierto sello de garantía y le obtura el proceso de crecimiento e instalación que podrían ocupar otras figuras del arco político opositor.
De todas maneras, las palabras del presidente Macri en su tercera apertura de sesiones le sumó otros condimentos a su plato. Condimentos por fuera de una zona de confort esperada que dotan al oficialismo de una multiplicidad de matices y descolocan a propios y extraños.
La grieta, esa gran división que nos permitía ubicar posturas en función de cada tema que tocaba la agenda pública, de repente parece no ser tan explicativa.
Un gobierno "de derecha" propone debatir públicamente sobre el aborto, pero solo un dirigente de su espacio concurre al Parlamento con un pañuelo verde. Al mismo tiempo, los representantes de un espacio que bloqueó la discusión durante una década se ven masivamente pintados por ese color.
El "gobierno de los CEO" propone darles a los recientes padres más licencia por paternidad. Luego de una presidenta mujer, es un hombre quien plantea la necesidad de que las mujeres cobren lo mismo que los hombres ante una misma tarea.
Asimismo, se propone cambiar la doctrina para analizar enfrentamientos entre las fuerzas policiales y los delincuentes. ¿Tendremos que empezar a analizar también el cuadro de fútbol para ver si las personas apoyan o no al Gobierno?
Como ocurre con diversos gobiernos contemporáneos, resulta difícil encasillarlos en función de los paradigmas históricos que ordenaron la ciencia política durante años.
El desafío es intentar comprender esta nueva receta minimizando el peso que se le otorga a los bagajes históricos ideológicos.
Director de Isonomía
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