En Israel, el reclamo reavivó la indignación y el dolor

HERTZLIA.- Cerca de 200 personas se dieron cita ayer por la mañana frente a la embajada de la Argentina en Israel para protestar por la muerte del fiscal federal Alberto Nisman . Con una fuerte combinación de indignación y dolor, los presentes exigieron justicia y el fin de la impunidad, y ninguno de los presentes creyó ni por un segundo que se tratara de un suicidio.

Los manifestantes llegaron de diferentes partes del país. Eran, en su mayoría, ciudadanos argentino-israelíes, pero también había uruguayos y chilenos, muchos de los cuales llevaban los carteles con la consigna "Yo soy Nisman". Aunque no se dieron públicamente a conocer, entre los presentes había también parientes del fiscal, que agradecieron a través de los organizadores la muestra de solidaridad.

La iniciativa surgió días atrás, al ser anunciada por las redes sociales, y comenzó a circular entre los latinos israelíes. Ya antes de la hora indicada se juntó gente. "Estamos aquí como judíos, pero también como argentinos, porque este asesinato es una afrenta a toda la nación", aclaró unos de los primeros en acercarse, envuelto en una bandera argentina.

"Estamos aquí para mostrar nuestro repudio ante la injusticia que está sufriendo nuestro pueblo en la Argentina y nuestra indignación por el encubrimiento", comentó David Ebelman, de 24 años, oriundo de Santiago de Chile, quien, con Jésica Scheimberg, de 25, nacida en la ciudad de Buenos Aires, se encargaron de convocar por Facebook a los estudiantes latinoamericanos en la Universidad Hebrea de Jerusalén.

Con la bandera argentina de fondo, José Caro, presidente de la Asociación de Inmigrantes Latinoamericanos en la ciudad de Raanana, mezclaba sus palabras llenas de rabia con las lágrimas que le cubrían el rostro. Recordaba a sus amigos muertos en el atentado. "Perdí a muchos", dijo a LA NACION con la voz entrecortada. "Yo trabajaba en el Centro Educativo Sefaradí, y la AMIA era parte nuestra. Otra vez queremos justicia."

Se habló del "tercer atentado" en Buenos Aires. Del "muerto 86 de la AMIA". De "la bomba que volvió a matar a los muertos".

Quien conocía el significado de cada palabra era Javier Waldman. Mezclado entre la gente, con un papel que pedía justicia en español, inglés y hebreo, recordó aquella mañana del atentado, cuando salvó su vida por medio minuto.

"Yo trabajaba en la tesorería de la AMIA, en el segundo piso. Tuve la suerte de que medio minuto antes de que estallara la bomba me fui a la parte de atrás del edificio. Mi oficina quedó partida por la mitad. Perdí treinta compañeros de diez años de trabajo", relató. Hace 19 años que vive en Israel, pero los recuerdos no se han borrado.

"No sentimos una implosión, pero todos corrían, gritaban... Y cuando fuimos al frente no había nada... Parecía que estábamos en medio de una guerra", continuó. Todavía recuerda a los compañeros gritando, buscando a los de los pisos de arriba que habían caído, el terrible encuentro con los familiares que venían desesperados a buscar a sus seres queridos y las pocas respuestas para dar.

Como a Rosa Portnoy, también presente en el acto, que en aquella mañana de julio perdió a su hija Silvia Inés, de 25 años, quien había ido a la Bolsa de Trabajo. "Llevó una semana encontrar el cuerpo", recordó Rosa, cuya vida cambió totalmente desde entonces. "Nada volvió a ser igual... y seguimos esperando justicia."

La exigió también León Amiras, presidente de la Organización Latinoamericana en Israel, al exhortar a la presidenta Cristina Kirchner a "dejar de escribir en Facebook y ponerse a buscar la verdad".