
En su pedido de refugio, “Fred” Machado aseguró que en EE.UU. lo vinculan al narco por un “estereotipo”
El empresario que aportó fondos a la campaña de Espert es requerido en Norteamérica; para intentar quedarse en la Argentina, dijo que lo acusaron por su procedencia y por un chiste
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Federico “Fred” Machado se enfrenta a un inminente traslado a Estados Unidos. En su intento de frenarlo, el empresario acusado de fraude y narcotráfico solicitó que se le conceda el carácter de “refugiado” en la Argentina, pese a ser nacional. Cuando realizó el pedido, argumentó que el país norteamericano lo perseguía injustamente. Según él, por motivos de procedencia y color de piel.
Machado dijo que encajaba con un “estereotipo de delincuente narcotraficante: latino (argentino), inmigrante, vinculado con el transporte transfronterizo“, y que por eso lo buscaban en un contexto de violación ”sistemática de los derechos humanos de sus ciudadanos en toda investigación de delitos relacionados con el narcotráfico, como asimismo persecución por motivos de raza y nacionalidad”.
El empresario, que había desarrollado un proyecto minero en Guatemala (“Minas del Pueblo”), sostuvo que el sistema penal estadounidense, en su afán por ganar la llamada “guerra contra el narcotráfico”, convierte a los imputados en “materia prima que alimenta el sistema judicial”.

En Estados Unidos, Machado firmó un acuerdo de cooperación. En ese sentido, relató que el fiscal Ernest González le comunicó que si no cooperaba lo suficiente “no sería difícil encontrar elementos con que imputarme esos cargos”.
Esto, según Machado, no fue más que una “extorsión: o colaboraba con ellos entregando información (que con el tiempo sería lo mismo que decir ‘entregando gente’, en referencia a mis inversores) o iba preso”.
Sumado a ello, según Machado, la fiscalía fue directamente contra su derecho de defensa: dijo que un agente, llamado Jack Stevens, llegó a enviarle un correo electrónico pidiéndole que firmara un documento para relevar a su abogado del secreto profesional.

El relato de Machado se volvió más insólito cuando describió la supuesta fragilidad de las pruebas en su contra y el “desprecio” por las que demostraban su proclamada inocencia. Al revisar la documentación obtenida tras solicitar el discovery, aseguró que la única prueba incriminatoria era un chiste.
“Un mensaje de texto de tono evidentemente humorístico”, que él había enviado a una socia y que los agentes, en un principio, habían reconocido como una broma, pero que “ahora, de pronto, supongo que porque no tenían cómo justificar los cargos, había adquirido un carácter incriminatorio”.
“La única comunicación consignada en el expediente relacionada con el narcotráfico era un mensaje de texto de tono evidentemente humorístico que yo le había enviado a Mercer, referido a un video viralizado en las redes sociales donde se ve despegar de una pista clandestina uno de sus aviones que presuntamente había sido decomisado por las autoridades guatemaltecas y estaba sin volar. ‘Ahí va tu avión’, le había escrito en el mensaje de texto que los agentes encontraron en mi teléfono móvil cuando lo puse a su disposición en la primera reunión”, relató Machado.

Machado aseguró que se sometió a una prueba de polígrafo con un exanalista de la CIA donde “no hubo en el resultado absolutamente ningún indicio de que yo estuviera mintiendo, ni de que tuviera relación con el narcotráfico”. Estos resultados, que “no podían haber sido más favorables”, fueron “ignorados de manera alevosa por la fiscalía”, dijo.
Según Machado, la presión y la exigencia de un “servilismo” bajo el eufemismo de “cooperación” resultaron ser una “lógica irresoluble” que lo condujo a un colapso mental. “Fue auténtica y real tortura: no podía dormir, no podía pensar y todos los ámbitos de mi vida y relaciones personales sufrieron un tremendo deterioro”, afirmó.
En su pedido de refugio en la Argentina, Machado documentó informes psiquiátricos. La tensión culminó en un episodio de desesperación: después de ser obligado a participar en una videollamada con sus inversores diciéndoles frases “de película clase B del tipo ‘Ahora sí que la hicimos’, ‘Nunca antes habíamos ganado tanto’”, el agente Stevens concluyó que, pese a los “silencios de incomprensión” de los inversores, estaban “convencidos al mil por ciento de que estaban involucrados”.

Machado llegó a considerar que “el único camino era matarme”. Finalmente, relató que la situación se tornó aún más “peligrosa” cuando el fiscal Ernest González hizo público el caso, acusándolo en una conferencia de prensa de ser parte de una banda internacional.
Tras la declaración, la prensa argentina y guatemalteca llegó a mencionarlo -según dijo- “en términos de capo narcotraficante, al punto de mencionarse como un hecho que me había quedado con las rutas al cártel de Sinaloa, lo que me llenó de terror: ahora podía también asesinarme cualquier sicario que creyera la versión”.
Ante la certeza de que ser extraditado “volverá a hundir[lo] en la vorágine irracional de amenazas, persecución y ataques”, Machado pidió que el Estado le brinde protección bajo el estatuto de refugiado, dado que el Tratado de Extradición con EE.UU. no le permite optar por ser juzgado en tribunales argentinos.
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