El pulso político. Hay humo en el horizonte kirchnerista
Un humo muy parecido al que en las últimas horas cubrió la urbe porteña y parte del Gran Buenos Aires se halla esparcido en el horizonte de los Kirchner a partir del conflicto con el campo y del crecimiento de la inflación.
Ante la caída que experimentó la imagen positiva de Cristina Kirchner en la opinión pública, la principal pregunta que se hacen observadores políticos y agentes económicos es si, para enfrentar los peligros que lo acechan, el gobierno nacional optará por un cambio o por una fuga hacia adelante.
Tras su revés en el referéndum por la reforma constitucional, el año último, el líder venezolano Hugo Chávez optó por radicalizar su discurso y sus políticas. Su último acto en ese sentido fue la reestatización de la acerera Sidor, controlada por el grupo argentino Techint. Una decisión que fue precedida por nacionalizaciones en otros sectores estratégicos de la economía.
Desde que se impuso la globalización en las relaciones económicas, es inevitable que el mundo mire a la Argentina y a otros países de la región en función de su acercamiento o alejamiento al modelo chavista. Si bien esto puede resultar una simplificación de la realidad, no hay que olvidar que los inversores aman las explicaciones sencillas.
Y, por cierto, el kirchnerismo no ha hecho poco para que se lo compare con el chavismo. El gobernante venezolano ha concentrado poder político y económico a partir del aumento del precio internacional del petróleo. Los Kirchner parecen imitar ese modelo apropiándose de la mayor parte de los ingresos provenientes de las exportaciones agrícolas, con el pretexto de una supuesta redistribución de la riqueza que, al igual que en la Venezuela chavista, paradójicamente, no llega a todos los sectores vulnerables. Basta con observar la fuerte pérdida de poder adquisitivo que sufrieron en los últimos años los jubilados que cobran más de 1000 pesos.
Los parecidos con el chavismo se extienden a los cambios de manos en empresas privadas dominadas por capitales extranjeros. La lógica de la argentinización se vio claramente con la venta del 14,9 por ciento de YPF por parte de la española Repsol al grupo Eskenazi: se trata de buscar un socio local que pudiera resolver, merced a su acercamiento al Gobierno, los problemas derivados de las cuestiones regulatorias. El deseo expresado ayer por el accionista mayoritario de Aerolíneas Argentinas, Gonzalo Pascual, acerca de "argentinizar al máximo la compañía sin perder las oportunidades y el conocimiento que puede aportar el grupo Marsans" va en el mismo sentido.
Pese a todo, no hay que confundirse. No hay proyecto ideológico detrás del kirchnerismo ni se puede profetizar una "chavización". Apenas hay un proyecto de poder, que al menos hasta que la economía diga basta seguirá alentando el intervencionismo estatal y tratando de dibujar hasta la sensación térmica si ello permitiera bajar el consumo energético.
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