
La corrupción, al tope de la agenda, otra vez
Se trata de un mal endémico de la Argentina, pero en cada etapa adquiere sus propias características y protagonistas; el caso de Chiqui Tapia, los que antes afectaron al gobierno de Milei y la percepción de los ciudadanos sobre la Justicia
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Tan presente como impactante. Tan corrosiva como perenne. Tan rechazada casi siempre como tolerada cuando la realidad económica mejora. Así es ya desde hace años la relación de los argentinos con la corrupción, los negocios turbios del poder o los privilegios basados en relaciones con funcionarios. Pero hay momentos en que la intolerancia es más intensa. Esta parece ser una de esas instancias.
A lo largo del año, los casos de corrupción han tenido un protagonismo intenso y extendido en la agenda pública. Intenso por el impacto que causaron los hechos salidos a la luz. Extendido porque han sido transversales, no circunscriptos a un sector, partido o factor de poder.
Si bien el regreso de cierta inestabilidad en las variables económicas facilitó en algún momento que los hechos adquirieran la categoría de escándalo y se instalaran con más facilidad en la opinión pública, la transversalidad hizo un aporte sustancial a que traspusieran parcialidades para demostrar que la corrupción es un mal endémico de la Argentina.
Altísimos funcionarios y exfuncionario públicos, empresarios de diversa índole y volumen, dirigentes deportivos, jueces, autoridades de universidades y sindicalistas, han sido protagonistas centrales de hechos enfrentados con la transparencia, la ética o la legalidad a lo largo de 2025.
AFA, la Agencia Nacional de Discapacidad (Andis), juicio oral por los “Cuadernos de la corrupción”, condena a Cristina Kirchner, caso criptomoneda $Libra. Cualquiera de ellos son títulos que no necesitan desarrollo para que la mayoría de los argentinos sepa de qué se está hablando. Son etiquetas que marcan este año.
Varias encuestas de opinión del último tiempo vienen dando cuenta de lo que el último índice de percepción de corrupción de Transparencia Internacional ya anticipaba: un sostenido descenso en la calificación del país, que en cinco años pasó del puesto 66 (mitad de tabla para arriba) al 99.
El caso de la AFA reúne todos los condimentos para convertirse en un caso paradigmático. Manejos oscuros de dinero, vínculos con los poderes políticos, económicos y judiciales, miles de millones circulando por ductos más que opacos, pero, sobre todo, ostentación obscena de privilegios, bienes de lujo, contactos nacionales e internacionales. Expresiones de impunidad.
En ese punto parece haberse roto un dique que hasta acá permitía contener sin mayores desbordes una historia de manejos turbios que atraviesa al fútbol desde tiempos inmemoriales, que alcanzó cotas elevadísimas durante el reinado de Julio Grondona y que entró en modo supersónico y estrafalario en la gestión de Claudio “Chiqui” Tapia.
Como suele suceder, el ridículo, la sensación de impunidad, una acción menor suelen ser el aleteo de la mariposa que hace temblar al mundo. Es lo que ocurrió con la absurda concesión de un título que nunca había estado en juego al Rosario Central de Angel Di María, cuyo fin era rubricar el eslogan publicitario ideado por Tapia para convertir los degradados torneos profesionales argentinos en “La liga de los campeones del mundo”.
Fue la gota que rebalsó el vaso, que venía llenándose con arbitrajes inexplicables, ascensos inexplicables, locaciones insólitas de cotejos decisivos, partidos absurdos de la selección campeona del mundo y toda la ostentación de poder, dinero y maltrato ilimitados de la que podían y han sabido jactarse Tapia y el omnipotente tesorero de la AFA, Pablo Toviggino. Demasiado.
Nada ocurre en el vacío sino en un contexto donde las normas son poco menos que papel pintado para quienes tienen poder (y mientras lo detentan) y ante niveles de tolerancia social que no se equiparan con los de casi ninguna sociedad con equivalentes niveles de educación, ingresos e historia institucional.
Sin embargo, algo ha estado cambiando en los últimos tiempos. La llegada al poder de Javier Milei con el doble mandato de resolver los problemas económicos fundamentales y al mismo tiempo de romper una cultura del poder signada por privilegios y enriquecimientos inexplicables de unos pocos en desmedro de la mayoría dio el plafón para nuevos consensos.
La novedad podría decirse es que para los votantes de casi todos los espacios la corrupción es motivo central de malestar y compite solo con diversos problemas económicos, como la pobreza, el empleo o la capacidad adquisitiva de los salarios.
Un estudio que vienen realizando desde hace meses las consultoras La Sastrería y Trespuntozero muestra en su última medición, realizada entre el 2 de este mes y el lunes pasado, que la corrupción es considerada individualmente “el principal problema del país”.

En tanto, en la encuesta de Equipo_Mide, realizada entre el 1° y el 5° de este mes, los consultados ponen a la corrupción apenas por debajo de los problemas económicos y de la inseguridad como su “principal preocupación a nivel país”.
La novedad es que esa relevancia se da luego de que el Gobierno se impusiera en las recientes elecciones nacionales y cuando prevalece una cierta estabilidad macroeconómica. De todas maneras la situación económica personal sigue estando estrictamente vinculada con la sensibilidad que despiertan los hechos de falta de transparencia.
“La corrupción tiene una explicación que es cada vez más relacional. La reacción podría sintetizarse en que ‘mientras ellos hacían eso, a nosotros nos pasaba esto’. El caso de la Andis es muy emblemático en ese sentido: “ellos compraban medicamentos con sobreprecio, mientras les recortaban fondos a los discapacitados”, explica Shila Vilker, directora de Trespuntozero.
El caso extremo de esa variable relacional fue la “masacre de Once”, por la tragedia ferroviaria en la que murieron 51 personas, que instaló la frase “La corrupción mata”. Aunque tantas veces las urgencias la relativicen.
Eso mismo explicaría que el caso $Libra tuviera un impacto menor. Para la mayoría le resultaba más difícil identificar el perjuicio directo, la desatención de algún problema mayor o los recursos que se le quitaban a ciertos sectores que acarreaba la maniobra.
Otra novedad que hace que la preocupación por la corrupción haya llegado otra vez al tope de la agenda es que lo que antes era una cuestión marcada por la adscripción partidaria ahora es más transversal.
En el apogeo del kirchnerismo los innumerables casos conocidos y sobre los que había contundentes evidencias públicas solo escandalizaban y eran admitidos por los opositores, mientras para los seguidores de Néstor y Cristina Kirchner eran producto de conspiraciones mediático-político-económicas, sustentadas por una Justicia colonizada por esos intereses que ejecutaban el famoso “lawfare”.
“Ahora se ha sumado la gran masa peronista a los que les preocupa la corrupción. Antes era sólo un tema para el antiperonismo. Ahora es de todos. Eso ha hecho tomar conciencia de que hay una cantidad de temas de la Argentina que no se solucionan, no por las teorías económicas que se llevan a la práctica, sino por el hecho de que hay corrupción en todos los sectores de la sociedad”, afirma Raúl Timerman, director de la agencia y consultora La Sastrería.
De todas maneras, Vilker advierte que los sesgos siguen teniendo absoluta vigencia: ”El hecho de que en el votante peronista apareció la preocupación por la corrupción supone que es un tema que también cayó en el hondo pozo de la grieta”. Y agrega: “La corrupción es un tema de creencia: los adherentes creen en la inocencia de los propios o argumentan por la magnitud (no es tan corrupto como el kirchnerismo / o como gobiernos anteriores); mientras que los críticos automáticamente se sienten cómodos con las acusaciones”.
Los números le dan la razón. Ante la pregunta ¿Cuál es la primera palabra que se le viene a la mente cuando piensa en la corrupción?, el promedio de respuestas de una medición previa, visto en una nube de palabras, arrojó que predominan con similar volumen: kirchnerismo, Javier Milei, Cristina Kirchner y Karina Milei, luego aparecen expresiones como asco, bronca, cárcel, Gobierno, Caputo, impunidad, Macri y coimera, entre las más relevadas.
Sin embargo, cuando se desagregan las respuestas por el voto de los encuestados en la primera vuelta presidencial de 2023, cada uno mira la paja en el ojo ajeno. El perokirchnerismo parece seguir blindado, aunque con alguna fisura. En su nube no aparece mención a ningún caso que salpique a sus gobiernos y solo apenas citas minoritarias a Cristina Kirchner y a Axel Kicillof, que podrían reflejar más la disputa interna que un espíritu de autocrítica.
No obstante, referentes y encuestadores del perokirchnerismo admiten que las revelaciones que se han hecho públicas en el juicio por “La causa de los cuadernos” están haciendo mella no solo en votantes y adherentes del espacio, sino, inclusive, entre militantes a los que se le estaría oxidando el blindaje.
En cambio, entre quienes votaron al hoy presidente libertario hace dos años aparece el nombre de Karina Milei, aunque por supuesto en una dimensión significativamente menor al que aparecen mencionados kirchnerismo, Cristina Kirchner, peronismo. Llamativamente entre los votantes amarillos de 2023 el nombre de Karina Milei ha sido comparativamente menos mencionado que entre los violetas, mientras que previsiblemente predominan la expresidenta, el kirchnerismo y el peronismo, al mismo nivel que “políticos”.
En beneficio de Milei y, probablemente, en virtud del clima y la calma postelectoral, en solo dos meses la percepción sobre su gobierno bajó en el apartado “Muy + bastante corrupto” (de 56% a 43,1) , hasta emparejarse con “un poco + no es corrupto” (subió de 36,4 a 41,5%) mientras el “no sabe”, aumentó 9 puntos.
Además, su gobierno es visto como menos corrupto que los del kirchnerismo por cuatro puntos de diferencia, aunque significativamente igual o más corrupto que el de Mauricio Macri, por 20 puntos en su contra. En su perjuicio, además, para la mayoría (50,5%) la administración mileísta “no está combatiendo la corrupción”.
El que no parece tener rivales a la vista en este escenario es el presidente de la AFA. El 49,8% de los encuestados por La Sastrería y Trespuntozero tienen una imagen mala o muy mala de Tapia y aún así parece salvarlo el universo no futbolero, ya que el 29% dice que “no sabe”, mientras que apenas el 21,2% tiene una opinión positiva sobre él. El nivel de exposición de los escándalos a los que se lo vincula probablemente cambie la ecuación en su perjuicio en próximas mediciones. Difícilmente haya tantos distraídos.
Por último, uno de los datos más relevantes tanto para este caso como para los que se relacionan con funcionarios o exfuncionarios es la opinión que los argentinos tienen sobre la Justicia, ubicada entre los estamentos en los que menos confían. Su actuación en los casos más resonantes hoy en la agenda pública puede ser decisiva para mejorar o empeorar su imagen, pero también para el ánimo social y la relación de la sociedad con las instituciones.
“El poder judicial señalado como el más corrupto implica una sociedad sin árbitro. Razón extra para poner de relevancia el tema de la corrupción como creencia y la dificultad para reparar o frenar el flagelo. El que debe castigar es visto como tanto o más corrupto que aquellos que delinquen”, concluye Vilker.
Así las cosas y dada la preeminencia de la economía como motorizador del humor social y del voto, el Gobierno estaría obligado a alcanzar resultados positivos en materia económica tal vez más significativos que en tiempos precedentes. Al mismo tiempo, debería mostrar conductas más probas que las que la sociedad ha percibido en sus dos primeros años de gestión. Las calificaciones siempre dependen de las expectativas generadas.




