Las dilaciones les pasan factura a Alberto Fernández y Horacio Rodríguez Larreta
La larga cuarentena de 2020 ha dejado secuelas duraderas y profundas. Por momentos, el paso del tiempo parece suspenderse y los hechos repetirse sin solución de continuidad. Pero no deja de ser una ilusión óptico-política: el tiempo corre rápido y lo que no se resuelve tiende a agravarse (como antes, durante y después de la pandemia).
La cámara lenta (o la agonía) con la que Alberto Fernández ha dejado expuesta y manejado la crisis del Ministerio de Justicia opera como la mayor constatación de aquella influencia negativamente disruptiva.
En el oficialismo empiezan a admitir la preocupación en que los sumen las dilaciones a las que los somete el Presidente. Como pocas veces, desde la Casa Rosada y desde los lugares más cercanos al Presidente emerge un desconcierto y un desasosiego inquietantes. Mientras, Cristina Kirchner no espera ni demora. Lo volvió a demostrar ayer con el nombramiento por parte del Senado (la cámara en la que ella impera) de uno de sus abogados como miembro de la Cámara Federal de Apelaciones en lo Criminal.
Pero no solo es en la vereda del Gobierno donde se constata que la sucesión de hechos no se ha detenido, que muchos son perjudiciales para sus proyectos y que la falta de acciones correctivas o de logros concretos tiene efectos perjudiciales, de alcances aún no determinables, pero seguramente profundos.
Eso es lo que terminó de constatar en los últimos días Horacio Rodríguez Larreta, el principal aliado pandémico del Presidente y, al mismo tiempo, la figura más popular de la oposición. Dos representaciones cuya compatibilidad ha caducado. Nada está suspendido en un país abrumado por los problemas y las necesidades. Y todo impacta sobre quienes deberían resolverlas. Más aún si, por el contrario, sus propias acciones agravan aflicciones. Recalculando, repite con insistencia y elevado volumen el navegador del jefe de gobierno porteño desde hace unos pocos días.
La sucesión de tropiezos, que alcanzaron una cima con su inoportuno viaje al exterior y, más aún, con las agraviantes colas de personas mayores y frágiles de salud bajo el sol del verano porteño, precipitaron la revisión de los planes larretistas. Los dos episodios solo fueron las aristas más salientes que dejaron marcas y alteraron los planes y las agendas.
La idea arraigada en Rodríguez Larreta de que el tiempo jugaba en su favor, de que debía y podía postergar su construcción propia política y de que estaba en condiciones de realizar un paulatino armado aluvional a nivel nacional mostró serias fisuras en la realidad y modificó la percepción y las opiniones de varios de sus principales colaboradores. El proyecto de Rodríguez Larreta está en pleno y más que acelerado proceso de corrección.
Los cambios no solo comenzarán a ejecutarse la semana próxima sino que deberían empezar a visualizarse de inmediato. Al menos, eso es lo que se propone en el equipo político larretista.
En las apariciones que tiene previsto hacer en diversos medios se advertirá un cambio en los ejes de su discurso, tendientes a demostrar la asunción de un nuevo rol.
El ejercicio de la construcción y la conducción política convivirán y empezarán a competir con el perfil ya consolidado del intendente. Es más, el lugar del alcalde dejará paso a la instalación de la figura del gobernante territorial. La palabra “gestión” buscará ser reemplaza por “gobierno”.
El desafío y el propósito es instalar que las obras no son solo fruto del diseño de un administrador eficaz sino el resultado de decisiones políticas, aprobadas por las instituciones democráticas y legitimadas por los ciudadanos en las urnas. Todo un cambio en el camino de una sola vía que Larreta viene transitando desde hace algo más de una década y que encontró algunos baches pronunciados en lo poco que va de este año. Justo el año que debía comenzar su proyección nacional. Motivos más que suficientes para innovar.
El viraje no será sencillo. Como en las calles de la ciudad, el tránsito en las grandes avenidas de la política ha vuelto a ser tumultuoso y ya no muestra las despejadas vías del año pandémico. Ni siquiera los recurrentes despistes del gobierno nacional le han allanado el camino al jefe de gobierno porteño. Por fallas propias, como las apuntadas, y porque también hay otros que salieron o están saliendo a transitar por su misma senda. No hay carriles exclusivos. La competencia externa, pero también la interna empezó a pesar.
Campaña de lectura
El lanzamiento y presentación del libro de Mauricio Macri la semana próxima se introducirá con fuerza en la agenda pública, en especial en la de los adherentes y votantes de Juntos por el Cambio. La revisión del pasado reciente, que incluye su presidencia concluida en sombras, promete generar un ruido que el provocativo título (Primer tiempo) ya prenuncia. El regreso al ruedo del creador de Pro es un semáforo instalado en el camino de Larreta. Aún es incógnita de qué color se encenderá a su paso.
La novel vocación literaria macrista no estará sola. En solo un par de semanas compartirá vidrieras y estará obligada a dialogar con el libro de María Eugenia Vidal. Habrá que estar atento a autocríticas que encierran punzantes críticas, dicen quienes han leído los originales. Será un interesante (e inesperado) concurso político-biográfico-bibliográfico. Los talonarios de facturas estarán a la orden del día. Nada de lo que Rodríguez Larreta pueda desentenderse o hacer como que se desentiende. Que suele ser su especialidad.
Las definiciones empezarán a precipitarse. Ya la presidenta del Pro, Patricia Bullrich, le ha impreso un ritmo de vértigo a su proyecto político personal, que sacudió los radares cambiemitas. En los próximos diez días, la resolución de las internas radicales acelerará el proceso de realineamientos internos, de armado de proyectos, de construcción de candidaturas para las elecciones de medio término y de instalación de aspirantes para 2023. Hay mucho en juego y el tiempo empezó a precipitarse.
El trillado tópico de la madre de las batallas que se ha gastado para calificar las elecciones generales bonaerenses tendrá una escala previa de alto voltaje en la interna cambiemita. De su resolución dependerá en buena medida el futuro de la coalición opositora y en gran parte el de Larreta. Aunque no deberá desatender Córdoba y Santa Fe donde la realidad no es inmutable.
Hasta aquí el alcalde porteño manejó a control remoto la construcción bonaerense con el envío de exploradores en busca de terrenos fértiles para asentarse. No están solos. Originarios y aspirantes a colonos de otras tribus tienen también sus pretensiones sobre el territorio. Las intensas incursiones del vicejefe de gobierno porteño, Diego Santilli, están haciendo ruido, no solo por la imagen que le devuelven las encuestas sino porque cuenta con otros recursos para atraer voluntades. La gestión da herramientas y logros para mostrar.
Los aspirantes con grandes pretensiones de integrar las listas bonaerenses cambiemitas son, por otra parte, más que los lugares expectantes disponibles para una elección en la que se pondrán en juego bancas obtenidos en la mejor performance de la coalición. La sobreabundancia de nombres con largas trayectorias, con autoestimas elevadas y con patrocinantes con poder no facilitará las cosas.
Tanto los aliados como los potenciales competidores de Larreta esperan y demandan un involucramiento más cercano. Tiempos de la política de proximidad. Todo un desafío para un dirigente en el que la racionalidad le gana por escándalo a la emocionalidad. Más aún cuando la planificada gestión ha mostrado algunas imprecisiones. Por eso, también son muchos los que quieren sacar de su zona de confort a Vidal.
El interés y la atención de la ciudadanía está lejos de esos devaneos de los políticos. Pero solo por unos pocos meses. La construcción de la oferta electoral tendrá un peso significativo en la decisión que tomen los electores. Los que siempre deciden su voto por el lado de la grieta en el que se asientan no definirán las elecciones.
Un tercio de los votantes tiene adscripciones lábiles y condicionadas por diferentes variables. Hay aún mucho en proceso y demasiado por ocurrir todavía. Pero todo va construyendo realidades que se verificarán y serán evaluadas el día de la elección. Las dilaciones de hoy pueden pasar facturas y costar caro mañana. Para todos y todas.
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