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Los jóvenes de Kirchner se dividen en dos frentes
Unos reportan a Alberto Fernández; otros, a los "pingüinos"
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LA NACIONMariano Obarrio
El proceso de expansión del movimiento que lidera Néstor Kirchner es rico en contradicciones. Por ello, no pudo conformar a una juventud kirchnerista, sino a varias, enfrentadas y en permanente disputa. Se ordenan conforme las pugnas internas que en el oficialismo encarnan los que juegan en la liga mayor: las agrupaciones más visibles son los Jóvenes K, de Nicolás Trotta, y la Juventud de Compromiso K, que dirige José María Ottavis.
La primera responde al jefe de Gabinete, Alberto Fernández, y es la más antigua. La segunda, y más reciente, tiene como referentes al secretario legal y técnico, Carlos Zannini, y al operador político y empresario santacruceño Rudy Ulloa Igor, un ex secretario y chofer del Presidente.
En el marasmo de pujas internas, una tercera fuerza, la Juventud Kirchnerista, tuvo su debut y despedida hace tres semanas. Su líder, la joven bonaerense Cecilia Casas, cometió un desliz al lanzar su fuerza en el hotel Bauen: en un reportaje que le hizo la radio LV3, de Córdoba, anunció que Kirchner había firmado un decreto para darle 800 millones de pesos.
Se desató un escándalo. Zannini y Oscar Parrilli, por orden del Presidente, la desautorizaron ante las líneas intermedias: ni el Ministerio de Defensa tiene ese presupuesto. Ella negó sus declaraciones, pero su agrupación perdió impulso.
Trotta encarna el “albertismo” entre los jóvenes. Con bendición del jefe del Gabinete, se organizó en la Capital Federal, donde apoya todo lo que dispongan Alberto Fernández y sus aliados. En Chubut, juega con Mario Das Neves; en Córdoba, con Eduardo Di Cola; en Salta, apoya a Juan Manuel Urtubey; en San Juan, a José Luis Gioja, y en Misiones, al controvertido gobernador Carlos Rovira.
La apuesta de los Jóvenes K en la provincia de Buenos Aires es la candidatura a gobernador del ministro del Interior, Aníbal Fernández, nuevo aliado de Alberto Fernández. Pelean ambos contra los “pingüinos” Zannini y Julio De Vido.
Según sus organizadores, los Jóvenes K reúnen a unos 500 militantes, con trabajo territorial en todo el país. “Buscamos el debate ideológico del proceso político que conduce el presidente Kirchner”, dijo Trotta a LA NACION. Como director de la EscueLA NACIONal de Gobierno de la Jefatura de Gabinete, el joven Trotta organiza cursos, actos y seminarios.
Pasado mañana, por ejemplo, comenzará en su sede de Roque Sáenz Peña 511 un curso de formación de dirigentes deportivos que durará hasta el 5 de diciembre próximo.
Compromiso juvenil
Más reciente, sin tanta agenda por ahora, se lanzó hace un mes en La Plata la Juventud de Comrpomiso K. Del acto, en la Ciudad de los Niños, participaron el canciller Jorge Tiana; el ministro de Trabajo, Carlos Tomada, y la presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo, Estela Carlotto.
Lidera el grupo José María Ottavis, que el viernes último asumió como director de Juventud del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, que dirige Jorge Telerman, un adversario potencial de Alberto Fernández y de su candidato a jefe de gobierno porteño, Daniel Scioli. Ottavis responde a Zannini, a Rudy Ulloa Igor y a Roberto Porcaro, de Compromiso K.
Otros movimientos juveniles ganan terreno en el kirchnerismo, pero en el nivel bonaerense. Es el caso del Movimiento Evita Juventud, coordinado por Gildo Onorato, director de Juventud en la provincia que gobierna Felipe Solá. Su referente es Emilio Pérsico, ex líder de Quebracho en los 90 y actual líder del Movimiento Trabajadores Desocupados Evita y funcionario de Solá.
Otros militantes juveniles no tienen agrupaciones. Son los casos de Mariana Grass, titular de la Dirección Nacional de la Juventud del Ministerio de Desarrollo Social, y Juan Cabandie, director del Consejo Federal de la Juventud.
Otros experimentos quedaron en el camino. Roberto Olazagasti, mano derecha de De Vido, había fundado con sonoras presentaciones mediáticas los Guardianes de la Democracia y los Angeles de Cristina. Pero sus primeras apariciones en actos de campaña, con atuendos llamativos y fluorescentes, no gustaron al máximo líder ni a la primera dama.
Por Mariano Obarrio
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