- El dólar se encamina hacia los 200 pesos. La economía cayó casi el 12 por ciento en agosto. El tibio rebote que venía mostrando en los últimos meses se transformó en un pronunciado bajón. La situación es tan crítica que todo se precipita con mayor velocidad. Cristina Fernández lo sabe. Por eso está tan apurada.
- En las últimas dos semanas habló con Sergio Massa, pero también con Alberto Fernández, sobre la posibilidad de que a este ritmo se pierdan no solo las presidenciales de 2023. También las legislativas del año que viene. Los tres vieron las últimas encuestas. Y les corrió a los tres frío por la espalda. La mayoría de la gente está enojada con el Gobierno. Incluso, muchos de quienes lo votaron con grandes expectativas. Pero cada uno, Alberto, Cristina y Massa, parecen estar atendiendo su juego.
- La vice tiene una hoja de ruta de la que no se aparta ni se distrae. Ahora aprieta el acelerador para consumar su plan de impunidad y venganza. Sabe que el tiempo le juega en contra. Que se le acaba. Que si no arregla un par de asuntos ya, la Justicia la seguirá investigando, y eventualmente, condenando, cuando le llegue la hora. Entonces, presiona a su mayordomo político, para que actúe ya. Y el senador Oscar Parrilli, siempre listo, no tiene mejor idea que convocar a la comisión de Justicia en el Senado, con el objeto de voltear al procurador General de Justicia, Eduardo Casal.
- Dicen también, los que estuvieron con ella, que se la ve más inquieta que nunca. Que espera una decisión favorable de la Corte, sobre su pretensión de desplazar a Leopoldo Bruglia, Pablo Bertuzzi y Germán Castelli con indisimulable nerviosismo. Mientras, los amigos de Cristina Fernández tiran fuegos de artificio para intentar quitar el precio del dólar de la tapa de los diarios y portales.
- Sin embargo, en vez de calmar a la economía, como diría Martín Guzmán, le echan nafta al fuego. Ya le había tirado un poco de nafta, al fuego el propio Alberto Fernández, en el coloquio de IDEA, al asegurar que no propiciará ni permitirá una devaluación.
- Los ahorristas, en este contexto, están escuchando exactamente lo contrario. Y van con sus pesos a comprar, como sea, al precio que sea y en las condiciones que sea dólares contantes y sonantes. También agitó el avispero Máximo Kirchner hace 5 días, cuando sentenció: "Los mercados tienen que entender que la economía la maneja el Gobierno". Después pidió paciencia. Parece que les habló con el corazón y le respondieron con el bolsillo. Porque desde que abrió la boca el dólar blue subió, si no hice mal las cuentas, casi un 20 por ciento.
- El expresidente del Banco Central Martín Redrado suele decir que los políticos argentinos entienden poco y nada de economía. Redrado afirma que Néstor Kirchner, aún sin saber demasiado, tenía la virtud de seguir las cuentas del Estado día tras día. Y cuando no comprendía algo, preguntaba. Redrado dijo, más de una vez, que Cristina no entendía nada. Lo mismo me dijo hace tiempo Martín Lousteau, el exministro de Economía de Cristina, que lanzó la resolución 125 que terminó precipitando el conflicto con el campo. Tampoco hay que ser un experto para concluir que Máximo Kirchner parece entender menos de economía que su madre.
- ¿Alberto Fernández, entiende? Está claro que le acaba de entregar a Martín Guzmán un arma con la última bala de plata, para intentar calmas a las fieras. Pero Guzmán ya disparó un par de veces y las fieras siguen vivitas y coleando. Aliados de Cristina y los chicos grandes de La Cámpora intentan ofrecer un servicio de último momento: la generación de hechos estruendosos para sacar al precio del dólar de la tapa de los diarios y de las conversaciones de los argentinos.
- La novela del campo de la familia del exministro Luis Miguel Etchevehere sería uno de esos hechos. Montados en un reclamo de Dolores Etchevehere, una hermana del exministro al que se le metieron adentro del campo, con funcionarios del Gobierno y todo. ¿Qué hacía Victoria Donda ahí? ¿Qué hacía Gabriela Carpinetti, la directora nacional de Promoción y acceso a la Justicia? Con esta última movida, Juan Grabois, el otro chico grande bendecido por el papa Francisco, quizá pensó que le estaba haciendo un favor a su nueva líder, Cristina Fernández.
- Pero ahora, el Gobierno reza para que el escándalo no se transforme en un segundo Vicentin. Grabois tiene una autoestima inconmensurable. Se cree el dueño de la verdad. Pero hoy Adrián Ventura, nuestro colega de TN, lo puso en su lugar, a pesar de que el dirigente social lo acusó de tener el culo sucio. Otros militantes kirchneristas agitan otro escándalo familiar: la aparición del libro de Santiago O'Donnell, donde Mariano Macri, hermano del expresidente, lo culpa por los problemas familiares y lo acusa de presuntos delitos. Es probable que la publicación tenga un alto impacto. Pero es improbable que influya en la realidad de todos los días, en el medio de los contagios y las muertes del Covid y la economía en caída libre.
- Cuando los tiempos se precipitan, las malas noticias no dan tregua. Esta semana se conocieron informaciones sobre distintas grandes empresas que decidieron deshacer sus operaciones en la Argentina. Hoy se supo que Gustavo Grobocopatel, un hombre de negocios de la producción agropecuaria, acaba de tomar la decisión de irse a vivir a Uruguay, el mismo país donde, desde que asumió Alberto Fernández, se instaló Marcos Galperin, el empresario más exitoso de la Argentina.
- El grave problema sobre este tipo de hechos es que una gran parte del Gobierno percibe estas decisiones como una buena noticia. Gritan, proclaman: "¡Mejor que se vayan! ¡El país va a estar mejor sin ustedes"! Pero los que tenemos un trabajo real, los que no dependemos del Estado, los que generamos ideas y producimos, en mayor o menor medida, la riqueza de este bendito país sabemos que estas son malas noticias. También tememos que la explosión del dólar, el aumento de los precios, la desocupación y la pobreza vengan acompañados de una radicalización política más profunda. Y más peligrosa.
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