
Milei, en el corazón del trumpismo: espías, gobernadores y operadores clave en la gala de Mar-a-Lago
En una noche de alto voltaje político, el Presidente compartió gala con la jefa del aparato de Inteligencia de EE.UU., el gobernador Jeff Landry y el copresidente del Comité Nacional Republicano
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MIAMI.— Tras su intervención en el America Business Forum, Javier Milei voló el jueves por la tarde hacia el norte de Florida. El sol descendía sobre el Atlántico cuando el presidente argentino irrumpió en Mar-a-Lago, el resort de muros salmón y palmeras geométricas donde Donald Trump alterna política y golf. El mandatario norteamericano no estaba allí, pero el gesto del viaje fue elocuente: Milei cerraba su paso por Miami en el epicentro simbólico donde se moldean estrategias, lealtades y futuros potenciales del trumpismo.
El traslado fue casi inmediato desde la cancha de los Miami Heat en el centro de la ciudad. Pocos minutos de vuelo lo depositaron en Palm Beach acompañado por el mismo núcleo reducido de colaboradores: Luis Caputo, ministro de Economía; Pablo Quirno, canciller; y su hermana, Karina Milei, secretaria general de la Presidencia. No había margen para el recorrido terrestre. Milei dejó atrás el traje oscuro y la corbata azul, y adoptó el smoking negro con pajarita de etiqueta. Karina mutó su sastrería en blanco y negro por blazer y remera rojos. Caputo y Quirno mantuvieron el rigor ceremonial, moño mediante.
La cena de gala de la CPAC —la cumbre conservadora por antonomasia en Estados Unidos— fue territorio de absoluta familiaridad para Milei. Saludó, posó para fotos, recibió felicitaciones y volvió a desplegar su alegato antisocialista. Los cubiertos pueden costar US$2500, aunque muchos ingresan por invitación. Sobre el escenario, entre aplausos, incluso ensayó unos segundos del inevitable “Y.M.C.A.”, ícono lúdico y totémico del universo trumpista.
“Hello everybody, I’m the lion”, empezó diciendo Milei en inglés en un discurso que duró dieciocho minutos y que se centró en la libertad humana y el poder de la competencia, los mercados libres y de darle a la gente la oportunidad de prosperar gracias a su propio esfuerzo y trabajo. También habló sobre la importancia de la relación entre la Argentina y Estados Unidos.

Al igual que hizo durante su discurso en el America Business Forum, Milei volvió a destacar el reciente triunfo electoral. “En el momento más difícil, cuando todos creían que nuestro Gobierno estaba terminado y los comunistas se relamían pensando en volver peores, el 41% de los argentinos eligió ratificar la confianza en nuestro rumbo de la libertad”, celebró Milei ante un auditorio repleto.
“Esto es fundamental, porque llegamos al poder con ideas, que hace tan solo cinco años eran consideradas marginales y radicales, en el debate político de nuestro país”, expresó. Así, aseguró que la nueva conformación en el Congreso le permitirá avanzar con reformas que permitan recibir “con los brazos abiertos a quien quiera invertir” en el país.
En los pasillos, la conversación dominante no giró en torno a Milei sino a las derrotas republicanas en Virginia y Nueva Jersey, y especialmente a lo ocurrido en Nueva York: el ascenso del demócrata Zohran Mamdani, primer musulmán que gobernará la ciudad financiera más poderosa del mundo y objeto de un encono explícito del propio Trump. “La deriva extremista de los demócratas hará que Miami sea refugio de quienes huyan del comunismo de Nueva York”, lanzó el presidente horas antes.
Invitados en la cumbre conservadora
Matt Schlapp, presidente de la American Conservative Union y artífice de la internacionalización de la CPAC —hoy replicada en capítulos de América Latina y Europa— fue uno de los anfitriones de Javier Milei. A su lado, Mercedes Schlapp, exdirectora de Comunicaciones Estratégicas de Donald Trump, completó la escena. Bajo la conducción del matrimonio, la CPAC se transformó en un vector global que amalgama libre mercado, nacionalismo económico y la defensa militante de los “valores tradicionales” del conservadurismo estadounidense.
La gravitación de Schlapp dentro del ecosistema republicano es transversal: desde su consultora Cove Strategies articula intereses de petroleras, tecnológicas y fondos que buscan incidir en el músculo regulatorio de Washington, mientras cultiva vínculos con think tanks libertarios que observan en Milei un experimento antiestatista llevado hasta su expresión más extrema.
Mercedes Schlapp —hija de exiliados cubanoamericanos— opera como bisagra entre el conservadurismo blanco clásico y el voto latino de Florida, un segmento estratégico para Trump en 2026. Analista de medios y figura recurrente en cadenas de nicho, fue en la Casa Blanca una de las voces encargadas de pulir el relato de excepcionalismo, disciplina y amenaza externa, la triada conceptual que ordena la estética antagonista del trumpismo.
En el salón, la presencia de Declan Ganley agregó un matiz europeo al elenco. Empresario y activista irlandés, fundador del euroescéptico Libertas y presidente de Rivada Networks, Ganley celebró la llegada de Milei con un elogio directo: “Qué bueno ver al presidente Milei recién llegado de su fenomenal y merecida victoria en las elecciones de medio término. Javier Milei realmente ‘hace lo que predica’ y está haciendo las tareas duras para finalmente liberar el enorme potencial de la Argentina”.

También participó Tulsi Gabbard, actual directora nacional de Inteligencia de los Estados Unidos. Excongresista demócrata por Hawái y excandidata presidencial, Gabbard encarna una de las mutaciones más singulares de la política reciente: pasar del outsider progresista a conducir —desde febrero de 2025— el aparato de inteligencia más poderoso del planeta. Desde su oficina coordina a las 18 agencias del sistema, incluida la CIA, la NSA y el aparato militar del Pentágono, y tiene rango de gabinete: acceso directo al brief que define amenazas, prioridades y recursos estratégicos.
Junto a Ganley y Gabbard circularon figuras con peso real en la infraestructura del trumpismo. Entre ellos, Richard Grenell, exdirector interino de Inteligencia Nacional durante la gestión Trump, hoy operador con línea directa a think tanks, fondos y medios del ecosistema MAGA. Grenell es, además, uno de los traductores privilegiados entre la base militante conservadora y la política exterior republicana, con ascendencia en los debates sobre contención china y reindustrialización.
También apareció Mike Benz, referente de organizaciones anticensura y voz técnica decisiva en la discusión que ordena al Partido Republicano desde 2022: Big Tech, algoritmos y discrecionalidad de las plataformas. Benz se volvió indispensable en audiencias legislativas donde se dirimen los límites de la moderación de contenidos y el diseño de un marco federal sobre libertad de expresión digital.

Entre los asistentes se destacó Jeff Landry, gobernador de Luisiana y nombre recurrente en los listados de presidenciables o potenciales “núcleos duros” de una futura administración trumpista. Su presencia opera como un mensaje interno: cuando Landry asiste, los grandes donantes interpretan que la convocatoria pertenece a la primera división del partido.

A ello se sumó Michael Whatley, copresidente del Comité Nacional Republicano (RNC), organismo que administra presupuesto, territorialidad y arquitectura electoral. Para Milei, compartir escena con Whatley equivale a ingresar en el radar institucional del partido, donde se definen prioridades de gasto, asignación de recursos y apoyo estratégico en distritos clave.
La escena final dejó una impresión inequívoca: Milei, en su hábitat natural.
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