Qué hay detrás del brote violento
Disputas entre gremios, preocupación laboral y bases radicalizadas son algunos de los factores
Al menos cuatro factores explican la violencia sindical que tomó de rehén a los puertos de Exolgan (Dock Sud) y Buenos Aires.
El primero es que el Ministerio de Trabajo no define el convenio colectivo de los estibadores. La delegación paritaria la tiene la Federación Marítima, Portuaria y de la Industria Naval (Fempinra), de la que no participa el SUPA y que, en cambio, sí integran los guincheros. Juan Corvalán reclama el convenio para los estibadores y las categorías que perdió a manos del otro gremio.
El segundo es la ruptura de la "paz portuaria", iniciada en 2011, cuando ambos gremios decidieron trabajar juntos contra un enemigo común: el desempleo. Las trabas a la importación redujeron al mínimo el movimiento de contenedores en el puerto, y esta reducción de la actividad afectó de lleno el bolsillo de los portuarios. Ambos gremios fueron juntos a pedirle explicaciones al responsable, el ex secretario de Comercio Guillermo Moreno.
El tercer factor, nuevamente, lo tiene al Gobierno como causa eficiente y es que los nervios de las bases rompieron el punto de hervor y patearon la estrategia dialoguista de los dirigentes.
Sucede que las terminales de Buenos Aires son los principales empleadores de estibadores y guincheros, pero están en manos de concesionarios privados cuyos contratos están próximos a vencer. A las bases les preocupa qué pasará el día después. En 2011 se instaló una mesa entre empresarios y sindicatos para pedirle al Gobierno que se decida sobre la propuesta de las terminales de invertir US$ 700 millones a cambio de una prórroga por 20 años. Ese proyecto se presentó por primera vez en 2011, un año antes de la caída de la primera concesión (la de Bactssa). Todavía no hay respuesta oficial.
Y el cuarto factor es el desgaste del gremialismo peronista a manos de voces más radicalizadas y menos dispuestas a negociar, que terminaron por empujar, o convencer, a Corvalán de que debía romper toda instancia de diálogo: su hijo Diego, su sobrino Daniel Arrúa y su yerno Federico Larroy. El portuario, con 40 años de estibador y 10 de dirigente, resignó su estilo. Y ayer se arrepintió de su resignación: vio el desborde y presentó su renuncia.
La incógnita de esta ecuación se llama Hugo Moyano y qué rol jugará ahora. El camionero digitó la unión transitoria de estos dos sindicatos. Al ver cómo Corvalán cedía espacio a dirigentes de choque, se inclinó por Roberto Coria, de guincheros, y aisló aún más a un dirigente que ya estaba marginado por la cartera laboral.
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