Redivivo
No encaja con la corriente de sociedades cada vez más secularizadas que no creen en ningún tipo de trascendencia.
Sin embargo, en algunos populismos personalistas, la religiosidad hacia sus santones sigue intacta y más fanatizada que nunca.
No se trata de evocar racionalmente al líder que ya no está por sus obras y pensamientos concretos, si los hubiese tenido. Sus sucesores pretenden reavivarlos con algo más sensorial que académico. Prefieren agitar una suerte de presencia fantasmal que tenga un pie de este lado de la vida y el otro, en el más allá, y alimentados solo con consignas rudimentarias y fetichistas.
Con motivo de los diez años de la muerte de Néstor Kirchner se fogonearon las pintadas de múltiples murales en distintas partes del país. Dio que hablar el que se realizó sobre las baldosas de La Rambla, en Mar del Plata, ya que cuando lo intentaron borrar dejó una gran manchón.
Otro echaron mano al stencil para hacer el célebre Nestornauta.
El aniversario ya quedó atrás, pero las pinturas perduran: así persisten algunas sendas peatonales, arruinadas con el perfil indeleble del expresidente y una leyenda no apta para no creyentes de ese catecismo: "Néstor vive".
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