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Parece cada vez más evidente que la Argentina va a transitar el camino de la transición política de ahora y hasta fin de año en medio de un equilibrio muy inestable de sus principales variables económicas.
Resulta imprescindible cuidar las reservas del Banco Central, como advertimos desde el primer momento tras la sorpresiva y contundente derrota del Gobierno en las PASO. No serán gratis las recientes medidas de emergencia que tuvo que adoptar Macri para evitar riesgos terminales en el sistema bancario, que pusieran en peligro el calendario institucional de las elecciones.
Todos los especialistas coinciden en que había que establecer controles cambiarios y, para cuidar las reservas, blanquear que no se puede pagar la deuda tal como está programada. Convenía hacerlo cuanto antes, cuando todavía queda combustible para llegar a las elecciones y al final del actual mandato. El Gobierno actuó con responsabilidad y aceptando la dura realidad.
Dicho esto, tiene severas consecuencias anunciar una reestructuración de pagos de la deuda, por más que ahora se prometa que no habrá quitas ni de capital ni de intereses (aquello que nadie cree). También las tiene establecer un cepo total a la compra y transferencia de dólares para atesoramiento o reparto de dividendos, que no afecta al público pero sí a empresas y grandes inversores.
El país se quedó definitivamente sin crédito y, por el cepo, sin que ingrese un solo dólar nuevo a la economía. Nadie quiere entrar a un cine cuando el acomodador avisa que no dejará salir a la gente.
Se anuncia que los exportadores de la agroindustria no podrán retener dólares, cuando se sabe que quienes definen la situación son los dueños de la cosecha, los productores, que venden según sus necesidades de pagos. ¿Por qué van a vender ahora lo que les queda de la cosecha si con los pesos que reciben no los dejan comprar dólares? ¿Quién supone que un productor va a cambiar stock de granos para quedarse ahorrando en pesos?
Por eso el equilibrio es muy inestable. El Gobierno logró congelar el dólar en el mercado único -y ahora no tan libre- de cambios porque está sujeto a las restricciones: los particulares pueden comprar solo 10 mil por mes, y las empresas ya no pueden comprar nada para atesorar. Si participan por ahora sin límite los importadores y venden los exportadores. Como el Gobierno no tiene que pagar la mayor parte de la deuda en dólares que tenía hasta fin de año, hay más reservas para garantizar los depósitos en dólares y eventualmente para intervenir en el mercado y mantener el dólar entre 55 y 60 pesos
Surgen dos peligros para esta estabilidad muy inestable, que por ahora están razonablemente controlados. Una vez más, el clima político en el largo camino que queda del proceso electoral hasta el 10 de diciembre será determinante para contener o alentar los peligros.
El primero es que aquellos que no pueden comprar dólares porque están alcanzados por el cepo decidan saltarlo y dolarizarse vía transferencia de bonos o yendo directamente al dólar blue. Es el riesgo cada vez que vence un plazo fijo. Por ahora no se observa esa presión, ya que la brecha no supera 5% entre el dólar bancario, y el dólar derivado de la transferencia de bonos o acciones que no afecta las reservas
Para evitar que el tsunami de pesos se dolarice, el Gobierno tomó la extrema y muy grave determinación de reprogramar los pagos de las Letras en Pesos. Una superemisión que fuera directo al dólar y a los precios. Y la necesidad de que se mantengan depósitos en pesos y no se dolaricen explica que haya volado la tasa de plazo fijo por arriba de 60%. Para que los bancos puedan pagar 60% o 65% a los plazofijistas, el Banco Central le tiene que pagar a los bancos 80% a 85% por las Leliq. Una bola de nieve que aún no ha sido desactivada, y que sigue amenazando la estabilidad del sistema
El Gobierno frenó el drenaje de reservas. La caída que informa el Banco Central estos días son dólares de los depositantes, no de las reservas. Fondos que los bancos guardan obligatoriamente en el Central, y los han pedido de vuelta para devolver a los depositantes.
Allí está el otro peligro: el retiro de depósitos. Las últimas 48 horas fueron más alentadoras. El público que quiso retirar sus ahorros en dólares pudo hacerlo sin mayores inconvenientes, y esa es la mejor forma que la gente se tranquilice. El sistema bancario argentino aprendió de los errores del 2001, y está será una gran oportunidad para demostrarlo.
En rigor, el único costado positivo de las medidas extremas que adoptó la administración Macri, contrarias a toda noción de aliento a las inversiones, es que al menos van en orden de garantizar que no se va a perjudicar a los argentinos que tienen sus ahorros en los bancos. No se paga la deuda y se estableció el cepo mayorista al dólar precisamente para cuidar las reservas y garantizar los depósitos. La gente, claro, lo tiene que creer.
Todo en medio de una transición política muy compleja y llena de incertidumbres, con visibles dificultades para llegar a lograr acuerdos mínimos en el manejo económico. Complica el pasado, por las enormes inconsistencias monetarias y fiscales acumuladas por Cristina y agravadas por Macri; complica el presente porque el Gobierno en funciones ya no tiene poder político para recomponer confianza; y complica el futuro, porque Alberto Fernández carga con el grueso Veraz de Cristina. Hay un evidente sobre castigo a los bonos y acciones argentinas en el exterior, con oportunidades que siempre se abren apara los cazadores de oportunidades
Los próximos meses serán muy complicados. Sin crédito por el default que probablemente se irá ampliando, y sin dólares nuevo por el cepo que llegó para quedarse. Recién en mayo del año que viene podrían comenzar a ingresar las divisas de la futura cosecha. Siempre y cuando los productores inviertan y siembren, y no se desalienten por propuestas delirantes como la reforma agraria de Juan Grabois, o la Junta Nacional de Granos de Felipe Solá.
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