Secretos y traiciones de la histórica sesión por el aborto


Silvia Lospennato se quedó petrificada. Con el pelo revuelto por una siesta improvisada en un sillón, había entrado como un zombi en las oficinas de la presidencia de la Cámara de Diputados, único territorio que permanecía neutral a las 5 de la madrugada del jueves. Al abrir la puerta del despacho de Emilio Monzó , lo encontró conversando, alrededor de una mesa ratona con tapa de vidrio, con dos caciques del ejército enemigo: Nicolás Massot y Guillermo Montenegro. Se callaron de golpe. Sin mover un músculo de la cara, ella les clavó la mirada, dio media vuelta y salió.
Fue una de las postales secretas de una noche helada, plagada de sorpresas, intrigas y traición. Promotores y detractores de la legalización del aborto se enfrentaron en una guerra de nervios, en la que cada voto se peleó hasta el final. Esas batallas subterráneas fueron determinantes para el triunfo del batallón que Lospennato compartía con otras diputadas de diferentes bloques: las capitanas del ejército verde.
¿Qué se cocinaba en el despacho de Monzó? Lospennato se enteró minutos después en el recinto. "Estoy preocupado por la seguridad. La gente que viene a trabajar al centro se va a encontrar con la manifestación", le transmitió Montenegro, con gesto adusto. El pedido concreto era que bajaran la lista de oradores, con cuarenta inscriptos, para que se votara antes del amanecer.

Monzó también intentó persuadirla: le dijo que ya estaban los votos para que se aprobara el proyecto. Ella hizo cuentas con sus compañeras. Los números no les daban. Respondió con un contragolpe: "Si están preocupados por la seguridad, levanten a dos diputados para la votación. Si no, votamos a las 10, con 200.000 mujeres en la calle". En ese instante, Victoria Donda , la trotskista Romina del Plá, y las kirchneristas Mayra Mendoza y Mónica Macha salían a la calle para dar una instrucción a la militancia: "¡Convoquen a partir de las 7.30!".
Con los ojos hinchados, la radical Brenda Austin repasaba en su banca una planilla con los nombres de los 257 diputados. Los detractores del proyecto, "los celestes", habían conseguido un triunfo clave a las 3.55. Después de coquetear con el voto positivo durante más de 16 horas, el tucumano Facundo Garretón anunció que votaría en contra.
La noticia cayó como una bomba. Lospennato había agotado todos los recursos: cerca de la medianoche le escribió al jefe de Gabinete, Marcos Peña , para que él le aclarara a Garretón que la ley no perjudicaba al Gobierno. "Si rompemos el compromiso de no meternos, rompemos muchas cosas más", le respondió Peña. Minutos después insistió el radical Mario Negri . "Confío en nuestros líderes parlamentarios", volvió a cerrar la puerta el jefe de Gabinete.

Después de escuchar a Garretón, Austin entró a "Todxs por la IVE", el grupo de WhatsApp que habían creado los diputados que apoyaban la iniciativa de interrupción voluntaria del embarazo y eliminó al tucumano. ¿Había sido un verdadero indeciso o un infiltrado de los celestes? Ella todavía tiene la duda.
Sin margen para nuevas pérdidas, los verdes tenían que recuperar la ventaja como fuera. Lospennato convocó a una reunión de urgencia en su despacho, en el tercer piso de la Cámara.
Lo hizo por un chat exclusivo, con otras once integrantes: Austin, Donda, Del Plá, Mendoza, Macha, la radical Karina Banfi, la peronista de Jujuy Carolina Moisés, la massista Cecilia Moreau, las diputadas del Movimiento Evita Araceli Ferreyra y Lucila de Ponti, y Malena Galmarini, la única que no es diputada, una de las más activas durante toda la sesión. La denominación del grupo fue variando de acuerdo con los estados de ánimo. Primero se llamó "IVE tan cerca y tan lejos". Después, "IVE tan cerca!". En la recta final se consolidó el nombre de guerra: "L@s Soror@s", derivado de la palabra sororidad, un término del feminismo que reivindica la solidaridad de género entre mujeres.
Con un cuadro de Mauricio Macri en lo alto, como supervisando la escena, repasaron los números. Ya sin indecisos, estaban dos votos abajo: 128 a 126. Solo les quedaba una carta: lograr que Gastón Roma, un diputado de Pro por Tierra del Fuego, saltara del rechazo a la aprobación.

A cargo del Operativo Roma estaba Héctor Stefani, otro diputado del Pro fueguino, que había anunciado su voto positivo unas horas antes. De buenos vínculos con la logia masónica, Roma seguía en el grupo de WhatsApp del rechazo al proyecto. ¿Otro infiltrado? Tito Stefani se instaló en su despacho durante la madrugada: había que rodearlo para evitar que los celestes lo reconquistaran. Lo acompañó un agente externo del ejército verde: el empresario Daniel Grinbank.
Sin esa carta asegurada, los verdes se encaminaban a una derrota. Daniel Lipovetzky, otro jugador clave, intentaba reflotar gestiones con el único ministro que les atendía el teléfono. En el oficialismo ya sabían que el dólar abría a 28 pesos. "En este contexto no podemos permitir que la ley no salga", le imploraron a la Casa Rosada. Fue en vano. "El Gobierno se fue a dormir. Nos dejaron solos", rezongó un general del ejército verde en el Salón de Pasos Perdidos, a las 6.30, con los brazos casi caídos.
Minutos después, Austin detectó un movimiento extraño en el recinto. Massot se acercó a conversar con los peronistas de La Pampa Sergio Ziliotto, Ariel Rauschenberger y Melina Delú. El primero, exfuncionario y amigo del gobernador Carlos Verna, había anunciado que iba a votar a favor. A los otros dos votos se los contaba en contra, pero había dudas. Para neutralizar la gestión de Massot, la radical se sentó una fila más abajo, al lado del tucumano Pablo Yedlin.
Lo que no sabían Austin y Massot era que Ziliotto acababa de hablar con Verna. Definido a favor de la legalización, el mandatario le preguntó a su amigo cómo estaba el escenario. Viejo lobo de la política, enfrentado con Macri, Verna vio la oportunidad de quedar en la historia. No tardó en alinear a los otros dos diputados. Ziliotto hizo el anuncio a las 8.11, vía Twitter. El Operativo Roma estaba encaminado. Solo restaba votar.
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