Todo bien, pero con signos de preocupación
El mayor éxito de la gestión kirchnerista, probablemente, ha sido la generación de empleo. Desde mediados de 2003 hasta fines de 2012 se crearon unos 3,5 millones de puestos de trabajo, en su mayor parte en blanco y con salarios crecientes. El desempleo, que llegó a afectar a 20% de la población económica activa (PEA), ahora está en poco más de 7 por ciento. Esto explica, por una parte, el notable aumento del apoyo al Gobierno; por la otra, el crecimiento de la base de sustentación sindical, que les dio un inédito poder de negociación.
En gran medida como resultado de ello, uno de cada dos mayores de 18 años define su situación económica como buena, y tres de cada cuatro declaran que los ingresos de su hogar les alcanzan para cubrir sus necesidades. No obstante, un examen detallado de los datos y de la opinión de la población en una encuesta de Poliarquía para la nacion, indica dos cosas: los indicadores del mercado de trabajo muestran una declinación, sobre todo en la gestión de Cristina Kirchner y, en segundo lugar, en la población hay signos, en algunos casos importantes, de preocupación por su futuro laboral.
Del total de nuevos empleos, dos tercios fueron creados entre 2003 y 2007, a una tasa anual de 5%. En el último quinquenio el crecimiento promedio fue de 1,3% y en 2012 de sólo 0,7%. Es más, el empleo privado en blanco, que fue el eje de la recuperación ocupacional, este último año disminuyó en cien mil puestos hasta el tercer trimestre. En segundo término, los que ahora opinan que la situación del empleo es buena, son poco más de un tercio; cerca de un 40% señala que es regular y otro 23% dice que es mala. Las perspectivas para el próximo año son vistas con algo más de pesimismo.
Lo llamativo, con implicación política además, es que entre los más jóvenes (18-29 años) la proporción de los que opinan que la situación del empleo es buena es de algo más de 50%. Es probable que estén influidos por la baja tasa de desempleo. La desaceleración, y aún la pérdida, del empleo, en efecto, no se han traducido en un aumento del desempleo, pero también es cierto que en el último quinquenio casi ha dejado de bajar y son muchos los que opinan que ha empeorado en el último año. Parece haber encontrado un piso, concentrándose en los informales. El número de desocupados (sin contar los empleados en planes sociales) es mayor que a fines de 2007 (obviamente, la población activa también).
Un dato significativo, que influye sobre la evaluación de la situación, es que más de la mitad (alrededor de 60%) cree que hay pocas ofertas de trabajo. Ésta es la opinión en general, y también respecto de las personas con un oficio o experiencia similar. El mayor signo de inquietud, sin embargo, es que casi uno de cada dos (45%) está muy o bastante preocupado por la posibilidad de que él o algún miembro de su familia pueda perder el trabajo. Entre los menos educados, la proporción supera el 50%. Es llamativo también que afecta a más de un tercio de los que aprueban la gestión de la Presidenta.
Esta preocupación sube entre los trabajadores informales, los de mayor rotación y los menos protegidos: los muy preocupados superan el 26%; esto es 7 puntos más que los trabajadores formales. Incluyendo los que dicen estar bastante preocupados, la diferencia llega a 10 puntos.
La preocupación se extiende a los ingresos. Algo más de la mitad cree que, en general, este año crecerán menos que la inflación. Para la persona en particular, la percepción es un poco mejor, aunque igualmente elevada; la proporción de los que piensan que sus ingresos personales caerán en términos reales es de 43 por ciento.
De todos modos, la mayor inquietud sigue siendo el empleo. Casi la mitad (48%) le preocupa más que su trabajo corra peligro; unos siete puntos por encima de los que están más preocupados por la pérdida del poder adquisitivo del salario.
Por ahora éstos son no más que signos de que algo está cambiando en el mercado de trabajo. Como se indicó, para tres de cada cuatro, el ingreso familiar hoy alcanza para cubrir adecuadamente las necesidades, aunque para la gran mayoría de ellos (59% del total) les alcanza justo. Pero también es cierto que a un cuarto no le alcanza (coincidente con algunas estimaciones de pobreza).
Un cambio de ciclo en el mercado, combinación de la caída en la demanda de trabajo -derivada del bajo crecimiento de la economía- y una alta inflación, puede cambiar la situación social. No a los niveles de 2001/2002, pero sí como para ocasionar repercusiones políticas en un plazo no muy largo. Lo que fue la fortaleza del kirchnerismo puede convertirse en una debilidad.
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