Víctor Bugge: los secretos del hombre que capturó la historia

Víctor Bugge: los secretos del hombre que capturó la historia

El histórico fotógrafo de Casa Rosada rememora momentos decisivos de Alfonsín, Menem, De la Rúa, los Kirchner y Milei; las frases que lo marcaron y la foto que decidió no sacar

PARA LA NACIONAstrid Pikielny

De impecable traje oscuro y camisa blanca, Víctor Bugge cruza a pie la Plaza de Mayo, la misma plaza que retrató decenas de veces durante los 48 años en los que se desempeñó como fotógrafo presidencial. Registró festejos y protestas, de unos y otros. Entró a Casa de Gobierno con Jorge Rafael Videla en 1978 y se retiró a mediados de 2025, con el actual presidente Javier Milei. Era cadete en el Ministerio de Economía cuando pidió el pase a la Casa Rosada. “Estuve siempre a un metro cuadrado de todos los presidentes”, dice Bugge, que dio sus primeros pasos como reportero gráfico en LA NACION, al igual que su padre, Miguel, fundador de la Asociación de Reporteros Gráficos de la Argentina, matrícula 15.

“El que crea que la plaza mide el termómetro del país se equivoca porque la llenan los de River o los de Boca. Perón llenaba la plaza de peronistas. La Revolución Libertadora la llenó de libertadores. El único que llenó la plaza y la hizo llorar de alegría desde el balcón fue Maradona, en 1986. Después, con los políticos, son las hinchadas”, dice Bugge, testigo privilegiado de la vida institucional de los últimos 50 años, matrícula 769, colaborador, en sus inicios, de las revistas Gente, El Gráfico y Para ti.

Ahora, de espaldas a la Casa de Gobierno, Bugge posa frente a la cámara de Fabián Marelli. Entre ellos comparten las bellas artes de su oficio: definen los planos, la luz, la mejor orientación. Algunos reconocen a Bugge, se acercan, le piden una selfie y elogian su trabajo.

Dice que le cuesta elegir una foto entre tantas, que elegir una sola equivale a haber fracasado. “Lo mío es un relato que se fue armando solo, foto a foto, debido a que toda la vida estuve en el mismo lugar. Después de 30 años descubrí que tenía un relato armado”, explica Bugge, a poco de haber sido nombrado Personalidad Destacada de la Cultura por la Legislatura porteña. Todavía perdura la emoción: reporteros gráficos, periodistas, políticos de distintos partidos, mozos, choferes y otros empleados de la Casa de Gobierno lo acompañaron ese día en un Salón Dorado colmado en el que aplaudía también toda su familia.

A 42 años de la recuperación democrática, Bugge recorre con LA NACION distintos momentos de la historia reciente -sus entretelas y curiosidades- a través de sus fotos icónicas: desde la asunción de Raúl Alfonsín hasta el triunfo del libertario Milei.

Víctor Hugo Bugge, siempre detrás de la lente
Víctor Hugo Bugge, siempre detrás de la lenteFabián Marelli

-¿Recordás el momento exacto en el que Alfonsín entra por primera vez a la Casa Rosada?

-El 10 de diciembre estábamos en el Hotel Panamericano y bajé del décimo piso con él por el ascensor de servicio. Éramos el jefe de la custodia presidencial, que era comisario de la Policía Federal, el edecán naval, Alfonsín y yo. Le doy el paso al Presidente, obviamente. Soy el último en cerrar la puerta de ese ascensor y cuando llegamos a la cochera en donde estaba preparado el desplazamiento para salir para el Congreso, le abro la puerta y le digo: “A la cancha”. Y se rio. Para mí, fue ese el comienzo. Después entra a la Casa de Gobierno y lo reciben el jefe del Regimiento de Granaderos con toda la guardia y mucha cantidad de fotógrafos y periodistas.

-¿Cómo fueron los momentos previos a la asunción, cuando todavía estaban los militares? ¿Cómo fue esa transición?

-Fue una cosa terrible. A la mañana yo iba a Casa de Gobierno y a la tarde me iba para el Panamericano. Esa fue una decisión de José Ignacio López junto con la Asociación de Reporteros Gráficos. Se decidió que hubiera una persona sola y no veinte en los momentos puntuales, por ejemplo, en el Cabildo o en el Congreso. En el Cabildo no podía haber veinte fotógrafos porque ese balcón lo probamos ese día. Me pegué a Alfonsín. Me puse al lado, a medio metro, con una cámara de 16 milímetros.

Alfonsín, en el balcón del Cabildo, el 10 de diciembre de 1983
Alfonsín, en el balcón del Cabildo, el 10 de diciembre de 1983Víctor Bugge - Presidencia Argentina

-Hay decenas de fotos icónicas del mandato de Alfonsín, pero vayamos a un momento especialmente traumático, según describiste alguna vez: el intento de copamiento del cuartel de La Tablada por parte del Movimiento Todos por la Patria (MTP). Esa violencia dejó muertos, heridos y desaparecidos.

-Fueron más de 48 horas de tiroteo, idas y vueltas. Alfonsín estaba en Casa de Gobierno y había un grupo que le decía que vaya a La Tablada y otro grupo que opinaba que no tenía que ir. Había amenazas de tirar abajo el helicóptero a balazos. De ambos lados. Había versiones, rumores, murmullos, hasta que Alfonsín decide ir. Y yo tuve la suerte de ir en el helicóptero. Algunos, ya en tierra, me dicen “tiraron un par de cuetazos”, pero nosotros desde adentro no lo percibimos. Bajamos del helicóptero, llega el jeep y yo no tengo lugar ahí. Entonces, me voy caminando. Caminé, troté casi una cancha. Era joven. En un momento determinado hubo una ráfaga y me metí adentro de un lugar totalmente destruido. Justo estaba un fotógrafo, un hombre mayor, de la época de mi viejo. “Víctor, vení, vení, quedate acá”. Después corrí hasta alcanzarlo a Alfonsín y llego justo cuando él está frente al cadáver de una chica totalmente cortado a balazos. Ese y otros tres o cuatro cuerpos que vi me hacen decir que conocí el olor a muerte. Fue así, literalmente. Algunos cuerpos estaban hasta quemados.

-Alfonsín vivió distintas situaciones límite. ¿Cómo era él en los momentos de extrema tensión?

-Introvertido. Era todo lo contrario a la reacción que tuvo en la iglesia Stella Maris, cuando el obispo castrense José Miguel Medina le hace una crítica a la situación económica y él se re calienta, llama al asistente y pide el atrio. Se subió al púlpito y ya todos sabemos lo que pasó.

Alfonsín, en La Tablada
Alfonsín, en La TabladaVíctor Bugge - Presidencia Argentina

-¿Alguna vez viste llorar a algún presidente?

-¿A Alfonsín? No. Sí, a Menem.

-¿Frente a la tumba de su hijo?

-En el velatorio. En la tumba lo vi en silencio.

-Mencionaste a Menem. Recordemos la foto en la que camina con Alfonsín por los jardines de Olivos. Los retrataste de espaldas. Esa foto no representa al Pacto de Olivos sino el traspaso adelantado del poder. En esa caminata se define cuándo Alfonsín ejecutaría su renuncia. Me gustaría que cuentes porqué salen a caminar. Hay una razón de peso.

-Sí, es así. Yo entro con ellos a hacer la foto en la Jefatura de Olivos (No de la R: la zona de la quinta presidencial en la que se encuentran las oficinas del Presidente). Está Alfonsín sentado en el sillón, Menem al lado, les hago la foto, me despido y me dice Alfonsín: “Vení, Víctor. Carlos, te presento a Víctor. Es un fotógrafo que hace muchos años que está acá. Te pido que lo cuides”. Lo saludo a Menem y cuando cerré la puerta dije: ¿Qué pasará con mi vida? Al final, terminé los diez años con Menem, como con todos los presidentes. Estuve siempre a un metro cuadrado de los presidentes. Cuando salgo del despacho, se quedan los dos solos. Estábamos con José Ignacio (López), su vocero, con Margarita (Ronco) que era la secretaria, y creo que estaba Guillermo, el hermano de Alfonsín. Y, de repente, se abre la puerta y salen a caminar. Querían tener esa conversación afuera debido a la posibilidad de que hubiera micrófonos.

-¿De dónde sale la sospecha?

-Hay que retroceder un poco. Hubo un momento en el que Alfonsín había tenido una lesión y había estado más tiempo en Olivos, con un bastón. Un día atiendo el teléfono de la antesala del despacho y se comunica un vecino de la calle Villate para informar que él había estado escuchando una charla de Alfonsín y Saúl Ubaldini. Le digo: “Mi nombre, para que usted se quede tranquilo, es Víctor Bugge. Yo se lo transmito a los asistentes del Presidente, quédese tranquilo”. Así que ese día ellos decidieron salir a caminar y a mí me vino bárbaro. Porque yo me quedo atrás. Yo podría haber ido adonde estaban todos los muchachos, adelante. En fotoperiodismo las espaldas no fueron muy usadas, al menos en la Argentina. Y en política menos.

-En esa foto Alfonsín camina con las manos detrás de la espalda, encorvado, agobiado. Contrasta mucho con un Menem erguido, listo para entrar a la cancha. El país estaba prendido fuego.

-Sí, se nota. Por esa foto una vez me llamó un muchacho que había estado como 25 años preso, y me dijo: “¿Vos sabés que nosotros caminábamos en la celda como caminaba Alfonsín en esa foto?”.

Menem y Alfonsín, en la residencia de Olivos, una de las fotos más famosas de Bugge
Menem y Alfonsín, en la residencia de Olivos, una de las fotos más famosas de BuggeVíctor Bugge

-Dijiste que, al menos en la Argentina, no fue muy usado el recurso de las fotos de espaldas. Hiciste otra: Milei y Villarruel abrazados, eufóricos, el principio del gobierno, mucho antes de que esa relación se quebrara, obviamente.

-Yo tengo una secuencia de espaldas de todos los presidentes. No nació con Alfonsín y Menem, nació con Videla. No. Pero lo potencia la foto de Alfonsín y Menem. Y después seguí.

Milei y Victoria Villarruel, abrazados, en marzo de 2024
Milei y Victoria Villarruel, abrazados, en marzo de 2024@javiermilei

-En otra foto, el vocero de Alfonsín se acerca al presidente y le dice algo importante al oído. Estaban en la Base Naval de Puerto General Belgrano y López tiene que informarle al presidente Alfonsín sobre una primicia que rápidamente iba a copar todos los titulares.

-Sí. Cuando termina esa conversación, entramos a caminar y le pregunto a Nacho qué había pasado. Y me contesta: “Le acabo de decir que le cortaron las manos a Perón”. Yo me quedé helado. Se lo había transmitido Julio López, que era el jefe de prensa histórico de la Casa de Gobierno. Eso es lo que Nacho le dice al oído a Alfonsín. ¿Vos viste que la cara de Alfonsín cae abruptamente en la foto? Le cayó la noticia y se nota en el rostro de esa foto.

José Ignacio López, en el momento en el que le informa a Alfonsín de la mutilación del cuerpo de Perón
José Ignacio López, en el momento en el que le informa a Alfonsín de la mutilación del cuerpo de Perón

-Es difícil elegir una de las tantas fotos de Menem, registrado en distintas situaciones a lo largo de 10 años. Aunque no te gusta titularlas hay una a la que llamaste, “el faso del indulto”. Se la sacaste el día que anunció el indulto. En esa imagen el presidente está con un mechón caído, despeinado –algo que no era habitual en él- y un cigarrillo en la boca. ¿Vamos a ese momento?

-Salimos de Buenos Aires rumbo a Chamical. Íbamos a un acto, pero a mí no me habían dicho para qué. Y resulta que en el vuelo se acerca Ramón Hernández, el secretario privado, y me dice: “Mirá que el jefe va a anunciar el indulto”. Ya había rumores. Por un lado, me quedé sorprendido, pero me vino bien que me lo dijera porque mi cabeza empezó a trabajar a ver cómo mostraba el estado de ánimo de un presidente que iba a firmar los indultos. Bueno, se produce esa conferencia, saco una foto normal. Yo estaba re caliente porque esa foto era la foto tradicional. Menem era un tipo muy prolijo: jamás lo ibas a ver en una situación de desprolijidad en su aspecto físico, su ropa, el nudo de su corbata. Y justo después se armó un acto y le pide un cigarrillo al edecán del Ejército, Particulares 30. Se lo da, se prende el faso y se le cae el mechón y yo dije: “Acá está. Es esto”. Por eso le digo: “el faso del indulto”. Menem sabía que con esa firma se venían conflictos y discusiones.

Carlos Menem y la foto que Víctor Bugge tituló "El faso del indulto"
Carlos Menem y la foto que Víctor Bugge tituló "El faso del indulto"

-Vos tratás de anticipar componiendo la escena, pero también incorporás lo repentino. ¿Cómo es exactamente la cocina de tu trabajo?

-Los reporteros tenemos que estar atentos. No sos reportero gráfico si no estás atento. Aunque la hagas o la pierdas, tenés que estar. Tener la posibilidad de saber con anticipación los movimientos del presidente me dio la ventaja de ir trabajando la imagen. Pero después la tenés que hacer. Por ejemplo, por el levantamiento carapintada de Semana Santa, también me traslado en helicóptero con Alfonsín a Campo de Mayo, gracias a un gesto de José Ignacio López. Pero decidí no hacer fotos. Semana Santa fue uno de los momentos con más miedo de la democracia argentina y no hice ni una foto.

-¿Por qué?

-No quise y no pude. Se me mezcló una situación rara, que rozaría con el susto que tenía, y el temor de interrumpir un momento muy delicado en el regimiento. Cuando se lo cuestiona a Alfonsín porque dice “Felices Pascuas, la casa está en orden”, que fue silbado por una parte de la plaza, yo estaba ahí en el balcón. Yo por dentro decía: “Se nota que no estuvieron en el regimiento”. ¿Por qué? Porque estaban los militares leales y los carapintadas. Adentro éramos dos civiles: él y yo. Después había dos integrantes de la Policía Federal, la custodia, los tres edecanes, el jefe de la Casa Militar y el jefe de la Fuerza Aérea. Dentro, bajo techo. Alrededor de todo el edificio había militares armados con las ametralladoras que tienen la tira de balas. Y lo único que se escuchaba eran los gritos, era “avanza la civilidad, avanza la civilidad”. ¿Qué era? Los civiles que querían entrar a Campo de Mayo para proteger a Alfonsín. Decí que después la dirigencia política tanto del radicalismo como del peronismo, con capacidad de movimiento rápido, pararon a la gente, porque si hubiera entrado la gente no sé qué pasaba.

Bugge y su fiel compañera
Bugge y su fiel compañeraFabián Marelli

-¿Hay momentos en los que uno decide no sacar la foto? ¿Cuál es el límite?

-Sí. En mi caso, en donde yo trabajé toda la vida, hay que saber frenar, hay que saber dar el volantazo, hay que saber no levantar la cámara. Lo he hecho más de una vez. Y sentí que no perdía, porque gané.

-¿Y te arrepentís de no haber sacado alguna foto?

-Puede ser esa que te acabo de contar, la de Semana Santa. Iba a ser una foto administrativa, diríamos. Rico y Alfonsín en una situación histórica. Pero son decisiones que uno toma en el momento.

-En plena dictadura sacaste la foto de Videla, solo, en su despacho, mirando hacia la avenida Paseo Colón. La publicaste en democracia años después. ¿Tenés archivos de fotos que no hayas mostrado?

-No. Puede haber tres, cinco fotos que no definen nada ni van a hacer temblar a nadie, pero yo no guardo porque mi trabajo es mostrar. Soy consciente de que estoy adentro para que la gente vea lo que pasa lo más parecido a lo que pasa. Creo que si todo el arco periodístico de todas las ideologías reconoció mi laburo es porque yo lo puse inmediatamente a disposición de los colegas.

Videla, en la Casa Rosada
Videla, en la Casa Rosada

-¿Fue Menem el presidente que más funcionó como una usina de imágenes, que más generó posibilidades de fotos?

-No puedo comparar a Menem con Alfonsín; no puedo comparar a Néstor con De la Rúa. De cada uno saqué lo que mejor pude. Y estoy contento. Por ejemplo, para mí las fotos de De la Rúa son radiografías. La disociación que él tiene en los pasillos de la Casa de Gobierno…

Menem, con los Rolling Stones
Menem, con los Rolling Stones

-Hay una de él posando al lado de una escultura, imitando el gesto del prócer de la escultura. ¿Quién es?

-Es Sarmiento. Porque Cavallo le dijo que iba a ser reconocido como el Sarmiento del siglo XXI. Entonces De la Rúa pasa y lo mira. Le digo: “Presidente, ¿quiere que le haga una foto?”. Yo no pido mucho, pero como esa frase de Cavallo había sido tapa de todos los diarios y justo pasa por el bronce, lo paré. Y él hizo el mismo gesto que Sarmiento.

De la Rúa posa ante una estatua de Sarmiento
De la Rúa posa ante una estatua de Sarmiento

-Del período de Fernando de la Rúa hay registros muy dolorosos de diciembre de 2001 en Plaza de Mayo y, por supuesto, la foto del helicóptero que lo traslada, tomada desde la terraza de Casa de Gobierno. Hay otra en la que está con Freddy Villareal, su imitador, en el programa de Marcelo Tinelli. ¿Fuiste a ese programa en el que nada sale como lo esperaban desde el gobierno?

-Sí. Cuando bajo a la explanada para salir, estaba Darío Lopérfido, que era el responsable de la imagen y la comunicación. Y le pregunté: “Darío, ¿a qué vamos?” Porque había una contradicción entre la personalidad de De la Rúa y el formato Tinelli. Me dice: “Vamos por el cambio de imagen”. “¿Vos estás seguro?”, le digo. Yo tengo un gran recuerdo de Darío, no estoy hablando mal él. La campaña para que De la Rúa llegue al gobierno fue maravillosa. Pero por dentro decía: “Esto no va a funcionar”. Y no funcionó. Y a partir de ese momento, de su participación en el programa de Tinelli, creería que comenzó el tobogán y la cuesta abajo.

De la Rúa corre hacia el helicóptero, el 20 de diciembre de 2001
De la Rúa corre hacia el helicóptero, el 20 de diciembre de 2001

-Hay otra imagen de Fernando de la Rúa. Ya renunciado, vuelve al día siguiente a Casa de Gobierno –tenía una reunión con Felipe González- y se sienta en su escritorio a autografiar sus retratos, algo que suelen hacer los presidentes en ejercicio, pero no cuando ya están fuera del gobierno.

-Sí, hubo dos presidentes que volvieron como ex presidentes a la Casa de Gobierno. Primero, Galtieri, un presidente no electo, de la dictadura. Hay un cuadro de San Martín en un despacho que no es el principal y que Galtieri usaba mucho. Cuando vuelve, pasa por ahí, lo mira a San Martín y le dice: “A vos sí que no te cagaron”. Se puso el poncho y se fue. Y el otro que volvió fue De la Rúa. Termina la entrevista con Felipe González y el entorno de empleados que había traído él para que lo acompañe en su gobierno le pide fotos. Y él empieza a firmar. Para mí era todo surrealista.

De la Rúa firma fotos en la Casa Rosada el día después de haber renunciado
De la Rúa firma fotos en la Casa Rosada el día después de haber renunciadovíctor bugge

-¿Te instalaste 10 días en Casa de Gobierno durante la sucesión frenética de diciembre de 2001?

-Me quedé a dormir ahí hasta el 31. Un día solo me fui: el día que Adolfo Rodríguez Saá se va a Chapadmalal. Yo no veía a mis hijos, estaban todos preocupados, entonces le dije a uno de mis compañeros que vaya él así yo podía volver a mi casa. Me llaman de Chapadmalal y me dicen que renunció. No lo podía creer. No lo sabía nadie. Él me estaba contando los movimientos que nosotros no veíamos, que la sociedad no veía.

-Sobre esos días tenés una secuencia de fotos de los presidentes entrando o saliendo del despacho: Ramón Puerta, Rodríguez Saá, Eduardo Camaño y Eduardo Duhalde. Es la misma foto, cambia el personaje y hay un objeto, que vos descubrís mucho después, que permanece ahí intacto. ¿Podrías contar qué es?

-Un vaso de agua, el mismo vaso de agua que estuvo diez días ahí, a un costado. Del 19 de diciembre hasta el 31. Yo no lo veía mientras hacía las fotos; lo descubrimos después, con la mirada tranquila de la edición: “¡El vaso! ¡El vaso!”. Nadie sacó el vaso, ni los mozos pasaban. En esos días, tocaban el timbre y no venían ni los mozos. Yo creo que el máximo valor que tiene esa secuencia es el vaso. El vaso es reflejo del abandono, del país sin conducción, de la Argentina anarquizada. Un vaso.

Ramón Puerta, en 2001, y el protagonista invisible: el vaso de agua en la repisa del fondo
Ramón Puerta, en 2001, y el protagonista invisible: el vaso de agua en la repisa del fondoVíctor Bugge
Adolfo Rodríguez Saá y el mismo vaso olvidado
Adolfo Rodríguez Saá y el mismo vaso olvidadoVíctor Bugge, fotógrafo presidencial
Eduardo Camaño, el presidente más efímero
Eduardo Camaño, el presidente más efímeroVíctor Bugge
Eduardo Duhalde, el último de la saga: el vaso siempre presente
Eduardo Duhalde, el último de la saga: el vaso siempre presenteVíctor Bugge, fotógrafo presidencial

-Vos estabas convaleciente, con indicación de reposo por un problema de salud gravísimo cuando te enterás de que Kirchner va a bajar el cuadro de Videla en el Colegio Militar. Te levantás de la cama y vas, como podés.

-Yo estuve a punto de partir, literalmente. Cómo habrá sido que a mi familia la dejaron entrar en dos oportunidades en el lapso de quince días para que me den un beso. Nunca supe lo que me pasó. Me explotó el bazo. Me trasladaron de El Bolsón a Bariloche y llegué con 3,6 litros menos de sangre. En el hospital de El Bolsón no había condiciones para que yo estuviese ahí. Es más: en mi disociación siento “esto no va más”. Se me apareció la famosa figura de la muerte, de la Parca. Se me aparecían cuervos del Kremlin, que yo había fotografiado. Se me aparecía Churchill. Soñé que estaban todos los presidentes internados al lado mío. Todo eso lo recuerdo. Lo que no sé es lo que me pasó. De un día a otro, amanecí. Llego a Buenos Aires. Ya se hablaba de la orden de descolgar el cuadro así que me levanto. Llego al Colegio Militar con Kirchner. Vamos a un despacho. Está el general Bendini. Vamos con Bendini y Kirchner se para mirando los cuadros. Bendini, para mi gusto, creía que lo iba a descolgar Néstor. Y se produce un segundo de parate, que si vos lo ves en el video te vas a dar cuenta. Lo mira y le dice “proceda”. Bendini va y lo descuelga. También descuelga el cuadro de Bignone. Así que en esa imagen están tres de los presidentes que fotografié: Kirchner, Videla y Bignone.

El general Bendini baja el cuadro de Videla en el Colegio Militar ante la mirada de Kirchner
El general Bendini baja el cuadro de Videla en el Colegio Militar ante la mirada de Kirchner

-Llega Cristina Kirchner y es la primera vez que tu cámara se posa sobre una mujer.

-Era el primer desafío que teníamos en democracia, porque Isabel fue presidenta, pero heredera. El primer desafío fotográfico que yo tuve fue cambiar el formato de mirada. Yo estuve mirando quince tipos, no sé cuántos. De repente, aparece Cristina. Era una mujer que se cuidaba mucho en su aspecto estético. ¿Cómo definir la llegada de una mujer al poder o al Gobierno? Le pedí que se sentara en el sillón de Rivadavia. Es la única que le pedí que posara. Me llevé un paragüitas, la iluminé, me subí al hermano del sillón de Rivadavia. Era una foto normal, pero era la primera mujer que se sentaba elegida por el voto.

Cristina Kirchner, el día de su asunción, el 10 de diciembre de 2007
Cristina Kirchner, el día de su asunción, el 10 de diciembre de 2007

-¿Los presidentes vetan tus fotos?

-No, nunca me pasó. Siempre tuve libertad hasta que después, con la llegada de la tecnología, que aparecen los celulares y todos son fotógrafos. Yo estoy contento de que todo el mundo saque fotos, pero no nos confundamos: no todo el mundo es fotógrafo. El momento preciso que teníamos nosotros como responsables de la fotografía se perdió, ya no está más en manos de los reporteros gráficos, está en manos de doña María, don José o de Raulito, el nene de 9 años que tiene un celular. En la época de Macri comienza el tema de los celulares. Y cuando asume Mauricio yo estoy rodeado de celulares. Ahí dije: “No”. Y agarré y me fui. Después de la asunción, estoy en mi oficina y me preguntan por qué me fui. “O los celulares o yo, muchachos. Vamos a poner en claro las cosas”.

Cristina Kirchner contempla en Berlín, cuando era primera dama, el busto de Nefertiti
Cristina Kirchner contempla en Berlín, cuando era primera dama, el busto de Nefertitivíctor bugge

-Macri dice que la foto que más le gusta es una en la que él está sentado con su hija Antonia en la falda, abrazados, en el Sillón de Rivadavia.

-Sí. Yo no subestimo al celular. Todos hacemos fotos con celulares. Pero no es lo mismo.

Macri y su hija Antonia, en el sillón presidencial
Macri y su hija Antonia, en el sillón presidencial

-La foto cenital que le sacás a Cristina en el velatorio de Néstor Kirchner, rodeando el féretro, tiene un dramatismo enorme. ¿Cómo fue ese momento?

-Cuando se traslada el féretro a ese patio el silencio era total. Lo único que podía hacer ruido era el obturador de la Nikon. No querían que entre nadie y estaba todo el país esperando la foto. Y yo digo: ¿Qué hago? ¿Encaro? ¿No encaro? Y la miro a Cristina, nos miramos y le hago el gesto. Y ella acepta. Después se rompe el protocolo, la gente empieza a entrar y me voy para arriba, al primer piso. Y hago esa foto. En el lunfardo o en el chamuyo de la calle, cuando se te muere un amigo se dice “se te murió una pierna”. “Perdiste la pierna”. Había una sombra que la dejaba con una sola pierna. Y, además, la soledad. Yo lo que quería era juntar al matrimonio sin todos los entornos. Hay una secuencia de eso. La edición tenía que ser inmediata porque estaba todo el país esperando.

Cristina Kirchner, en el velatorio de su esposo
Cristina Kirchner, en el velatorio de su esposoVíctor Bugge

-De Fernández hay mucha foto con barbijo y tu trabajo se restringió, ¿no?

-No vale la pena hablar de ese período. Prefiero olvidarlo porque no solo yo, ningún medio entró. Terminé como terminé: enfermándome.

Alberto Fernández, en una recorrida en pandemia
Alberto Fernández, en una recorrida en pandemiaVíctor Bugge

-Imagino que Milei es otro personaje muy atractivo para fotografiar.

-Cuando se confirma el triunfo de Milei, esa noche, nació la foto. Quería que llegue el día porque no se lo podía contar a nadie. Se lo dije solamente a mi compañera y a una de mis hijas. Les digo: “Hay un león en el Salón Blanco”. Es una escultura. A lo largo de todos estos años, mi relación con el Busto de la República fue muy impresionante. Pensar que yo estoy acá y esta mina está hace ciento y pico de años acá. ¡Todo lo que vio! Vio los juramentos y las traiciones. Ahí es donde se jura. Después, en otro lugar, se traiciona. Y claro, cuando gana Milei, bajé la vista, dejé de mirarla a ella y me acordé del león. Dije “a este lo pongo acá”. Me voy a lo último del Salón Blanco, me tiro en el piso, bien tirado en el piso, me afirmo y “pum”. ¡Un fotón! Porque el león estaba en la Casa Rosada.

-¿A qué presidentes te hubiera gustado fotografiar y por qué?

"El león llegó a la Casa Rosada"
"El león llegó a la Casa Rosada"Víctor Bugge

-Me interesó mucho el rostro de Arturo Illia y el de Perón. Pero el de Perón fue fotografiado por un gran fotógrafo, César Cichero, que le hace una foto en la Catedral impresionante, vestido de general, que me la regaló firmada. Son dos rostros interesantes. Y obviamente, aunque no fue presidenta, me hubiera gustado fotografiar a Evita. Estamos hablando de gente que trascendió los límites.

-Fotografiaste la Plaza de Mayo vivando a Galtieri por Malvinas y fuiste a las Islas 30 años después: en ese momento registraste el dolor de los familiares en las tumbas.

-En la Plaza de Mayo, el 2 de abril, semillena, Galtieri saluda desde el balcón, no desde el balcón principal sino el que usó Evita en su momento, donde ahora está la sala Eva Perón. Después se convoca a una plaza que es tremenda: la del famoso “vamos ganando”, que fue usufructuado de una forma bastante impresionante por el Proceso porque la gente creyó que estábamos ganando. Yo, estando en la Casa de Gobierno, conviviendo con los militares, descubro que había una situación interfuerzas en la que uno decía una cosa y otro, otra. No íbamos ganando, pero yo creía que sí. En el año 80 yo había ganado un auto 0km en un concurso en el que se premiaba a la mejor foto deportiva del año. En un momento por Malvinas se hace una convocatoria en Canal 7 para recaudar fondos y yo iba a dejar el auto. Me frenó mi familia. ¿Me entendés lo que estoy diciendo? Fijate lo que se había logrado en toda la sociedad.

-¿Qué pasa ahí, en Malvinas, 30 años después?

-Bajamos del avión, nos introducen en un ómnibus y derecho al cementerio de Darwin. Y en un momento determinado aparecen las cruces, a lo lejos. La visualización es diminuta. Llegué. Había una orden de no hacer fotos. Respeté la situación. Fuera del lugar estábamos los periodistas que escribían y el único fotógrafo era yo. Hice un par de fotos de afuera, pero dije “no voy a molestar”. Empecé a sentir gritos, alaridos. Era desgarrador. No había posibilidad de no llorar. Así que lloré a la par. Era tener que secarte las lágrimas para poder hacer una foto porque era muy fuerte hacer una imagen y ver todos los familiares tirados en el piso abrazados a las tumbas.

Familiares de los caídos llegaron a Darwin para inaugurar las 90 placas de soldados que yacían sin nombre
Familiares de los caídos llegaron a Darwin para inaugurar las 90 placas de soldados que yacían sin nombreVICTOR BUGGE / SECRETARIA DD.HH.

-Varias veces hablaste abiertamente sobre el síndrome de Tourette con el que convivís desde siempre. Ese trastorno genera tics, movimientos o sonidos intempestivos, involuntarios o indeseados. Tu trabajo, al mismo tiempo, exige alta precisión, estar en control. ¿Cómo se hace? ¿Cómo lo hiciste?

-En otras épocas terminaba agotado, triste. No es fácil. Me desplomaba de cansancio por tratar de estar en control. A la gente que lo tiene yo le digo: “Hacete amigo, abrázalo, porque si no te vas a estar peleando continuamente”. Antes no se hablaba del bullying, se decía “verdugueo”. Y yo fue víctima de eso, de la mirada de los otros, del comentario, de la risa, del verdugueo. Me he perdido fotos por el síndrome de Tourette, pero al mismo tiempo, siento que la cámara me salvó, me protegió. El síndrome no te permite distraerte porque uno está ocupándose de quién te está mirando, de qué están diciendo de vos. Sos el payaso. Me acuerdo de una obra que fue muy exitosa hace algunos años que se llamó “Toc Toc”. Un día voy a verla al teatro. Salí muy… decepcionado porque hicieron reír a 800 personas en una butaca sin padecer lo que yo padecí.

-Hay algo interesante: convertiste la mirada hacia vos en la mirada hacia otros, a través de la lente.

-Sí, yo descubrí eso después. Y cuando lo descubrí, me aferré a la cámara. Yo le agradezco al síndrome, le agradezco de todo corazón.

Víctor Bugge, junto a su familia, al ser galardonado por la Legislatura porteña
Víctor Bugge, junto a su familia, al ser galardonado por la Legislatura porteñaGentileza Víctor Bugge

-Me gustaría que cierres un círculo, que comienza con tu papá colgándote al cuello su cámara de fotos cuando vos tenías 20 años y diciéndote: “sacá”. ¿Qué imaginás que te diría ahora?

-Él vio parte de mi laburo. Se fue feliz. Así que me diría: “Te felicito”. Yo tengo admiración por un montón de fotógrafos. Sería de mal gusto nombrar a uno. Pero en mi viejo y en don Juan Di Sandro, un fotógrafo histórico del diario LA NACION se refleja mi admiración por varios fotógrafos. Don Juan era un fotógrafo impresionante. Me tiró agua bendita. También tuve el apoyo de Ricardo Alfieri y de Alfredo Legarreta. La única foto que tengo con mi viejo en una cancha me la sacó Ricardo Alfieri. Para mí, es la foto de mi vida. No es fácil en esta profesión. A mí me tocaron tres o cuatro personas que eran leyendas, pero que me abrazaron.


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