Un impresionante complejo hotelero de primer nivel con 36 suites en la zona de Reschio, Italia,
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Cuando el conde Antonio Bolza y su esposa, la condesa Angelika, compraron una finca en Reschio, Italia, no era más que una colección de ruinas abandonadas y desparramadas en casi 1500 hectáreas, entre las regiones de Toscana y Umbria. La construcción principal era un castillo del siglo X, el Castello di Reschio, que había estado abandonado durante décadas. Realizaron la compra en 1994, y hoy, casi 27 años después, la propiedad abre como un impresionante complejo hotelero de primer nivel.
Durante años la pareja, ambos nacidos en el corazón de la aristocracia italiana, se dedicaron a refaccionar unas pocas granjas pequeñas y convertirlas en casas para alquilar. Pero la joya de la corona siempre fue el castillo, en el que pusieron su atención unos años después. El hijo del matrimonio, Benedikt Bolza, un arquitecto instalado Londres, estuvo a cargo del diseño de las refacciones junto a su mujer Nencia, artista y diseñadora perteneciente a otra familia noble de Florencia, los Corsini. No solo se encargaron del aspecto arquitectónico; además elaboraron muebles y decoración a medida para cada una de las 36 suites que tiene el complejo.
El hotel abrió el 31 de mayo, con 30 suites en el castillo y las restantes habitaciones en las casas renovadas. Todas cuentan con espectaculares vistas a la campiña italiana, una zona especialmente codiciada por el paisaje verde de suaves colinas y la rica historia medieval y renacentista. Si bien la propiedad tuvo refacciones millonarias y se le añadieron todo tipo de comodidades modernas, sus dueños pusieron especial énfasis en conservar el valiosísimo patrimonio histórico.
Las habitaciones están decoradas con ladrillos de terracota y pisos de madera, cortinas de lino cosidas a mano, telas italianas, mesadas y tocadores de mármol de fabricación local. El origen regional de los materiales fue otra de las prioridades de los Bolza, una familia afincada en Umbria desde hace generaciones. Marcos de fotos, bocetos, artesanías y todo tipo de curiosidades compradas en las ferias locales están cuidadosamante repartidas en todas las habitaciones, junto a los óleos sobre tela de Nencia Corsini.
La finca, además, es productiva, con olivares, viñedos y una zona de apicultura, una vieja fábrica de tabaco convertida en “centro creativo” y caballerizas con cría de espectaculares caballos españoles. Todo puede ser aprovechado por los huéspedes, con cabalgatas, degustaciones, y hasta cursos y actividades de agricultura orgánica.
El complejo cuenta además con cuatro restaurantes, spa, pileta y guía de excursiones. Dos de los lugares más buscados son el Patio de Palmeras, un salón inspirado en un invernadero victoriano que funciona como espacio de lectura y salón de té, y la torre Il Torrino, el antiguo puesto de vigilancia que hoy es un espectacular observatorio en el que también se sirven tragos.
Si en algún momento el visitante se cansa de las numerosas actividades que ofrece el Castello di Reschio, a menos de una hora en auto se llega a los pueblos de Cortona, Perugia y el imponente pueblito de Montepulciano, anidado en una colina y rodeado de viñedos. En poco más de una hora se llega a Arezzo, Pienza o Siena. Después de la excursión, solo hay que descansar y mirar el atardecer toscano desde alguna de las terrazas.
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