Son desarrollos inmobiliarios que están surgiendo a pocos kilómetros de la ciudad de Buenos Aires y que ponen al medio ambiente en primer lugar
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Que cada casa produzca lo que consuma. Bajo esa premisa, tan sencilla y compleja a la vez, cada año son más los desarrollos inmobiliarios que están surgiendo a pocos kilómetros de la ciudad de Buenos Aires. Con una seductora impronta rural pero con las prestaciones de los entornos urbanos, cautivan a un público cada vez más amplio. Como valor, la sustentabilidad es un diferencial que, cada vez con mayor frecuencia, incorporan los emprendimientos porque son muy bien recibidos por el mercado.
Huerta biodinámica y comunitaria, bicisendas, muelles comunes y una laguna para contemplar y/o hacer deportes sin motor así como una arboleda especial que repara del calor en verano y anima al color otoñal, son parte de las nuevas propuestas para vivir cerca de la naturaleza. Con estas prestaciones, ubicada en San Andrés de Giles cerca del pueblo rural Villa Espil y a solo 100 km de la ciudad de Buenos Aires, Laguna de las Pampas se levanta en un entorno de 76 hectáreas y 137 lotes distribuidos precisamente alrededor de la laguna -de 25 hectáreas rodeada de espacios verdes en pleno contacto con la flora y la fauna nativa- que es sin dudas protagonista y da su nombre al emprendimiento. De color turquesa, en su centro se encuentra una isla para hacer avistaje de aves que se acercan atraídas por el entorno natural.
Casas modulares
El proyecto se destaca por una innovadora metodología de construcción mediante la cual se puede optar entre cinco tipos de opciones de casas modulares. Se trata de viviendas de fabricación 100% nacional que oscilan entre los 70 m² y 147 m². “El modelo de casa está pensado estructuralmente para que los materiales sean fieles a la filosofía de cuidar los recursos. De esta forma nos aseguramos de que el desarrollo no tenga huella de carbono y cuente con los certificados de prestación para que la casa sea básica usando la menor cantidad de recursos posibles”, asegura Grace Cabanillas, Gerente de Ventas de MJM Inversiones.
Son casas modulares con el diseño de CAS4 y proyectadas a partir de una unidad base combinable que permite dar versatilidad al proyecto. Contemplan el uso responsable de energía, la disminución de la contaminación, la reducción de residuos y la huella de carbono. Son fabricadas por ProyectArq y de fabricación 100% nacional en la planta de San Andrés de Giles. De acuerdo al modelo elegido, el valor del m² de construcción arranca en los US$600. Por el momento -ya que el complejo de viviendas todavía no se ha consolidado- no se abonan expensas. A valores actuales, las expensas están estimadas en $8000 y cubren seguridad y mantenimiento de espacios comunes.
Con este diseño, cada casa deja de emitir al menos 15 kilos de CO2 por día. También se utilizan biodigestores. En cuanto a la energía sustentable, la propuesta está pensada para cubrir todas las necesidades de electricidad que un hogar requiere, tanto de día como de noche, sin estar conectada a la red eléctrica. Esto permite contar con electricidad sustentable a partir de energía solar, prácticamente sin huella de carbono, y aportando a la recomposición del medio ambiente.
Públicos que se renuevan
“Contemplamos la realización del proyecto en el marco de la geometría sagrada. El propósito fue crear espacios transformadores para las personas que habiten la comunidad. Estamos convencidos de que, con el paso del tiempo, estos aspectos van a potenciar su valor inicial, mejorar el entorno y sobre todo, la calidad de vida de sus habitantes. La geometría sagrada está representada porque el contacto con la naturaleza es lo que mayor impronta tiene. En consonancia con este cambio de paradigma, la propuesta es dejar de consumir y buscar un espacio más tranquilo, disminuir el gasto energético y la contaminación. Ser conscientes de cómo podemos reducir la huella de carbono se plantea como una realidad posible en este desarrollo”, explica Cabanillas.
En términos generales, dicen los desarrolladores, este tipo de proyectos atrae la atención de familias jóvenes que buscan una nueva manera de vivir, de manera más consciente y responsable. Sin embargo, también hay un segmento de adultos mayores que quieren gozar de tiempo de calidad en un marco natural y bajo la filosofía de compartir como sucede en una comunidad.
“Cuando me enteré del proyecto, me entusiasmó especialmente ya que es mi primera casa y mi primera experiencia en una zona verde. Me atrajo la filosofía detrás: que sea una comunidad, que incluya una huerta comunitaria, la naturaleza. Asimismo, me resulta cómodo que sea accesible a la ciudad, ya que también tengo residencia en San Isidro y esto me permite ir y venir con facilidad. Otro punto que me interesó es que el proyecto es llave en mano. En mi caso, adquirí una Casa C7, compuesta por siete módulos, que me la entregaron completamente armada. No fue necesario que viniera a chequear el avance, ya que me iban compartiendo fotos y todo iba perfecto. Por mi parte, trato de hacer todo lo posible en favor del medioambiente, y esta propuesta es perfecta para eso. También el tema de la optimización de recursos es fundamental, las energías renovables y saber que no se desperdicia ni hay que pagar cuentas de luz”, cuenta Mili Recondo, una de las propietarias en la comunidad.
Cada detalle está pensado para integrarse de forma orgánica al proyecto general. Los espacios privados y los comunes están ensamblados para dar albergue a una población de especies vegetales no invasoras, pero también a aves, mariposas e insectos beneficios que aportan biodiversidad y sanidad al predio y conservan, además, la identidad de la pampa húmeda.
“Con los agrimensores cuidamos desde el desarrollo que los lotes estén cruzados de manera tal que el retiro de cada uno permita vista abierta al campo. Queremos que las praderas funcionen en los jardines de cada uno y que solamente corten muy poco para mantener su naturalidad. Regamos muy poco, ya que la que riega es la lluvia, la naturaleza y, a pesar de sequías que han ocurrido, estamos rodeados de flores y vida. Estimo que en tres o cuatro años vamos a tener bandadas de mariposas y los niños van a poder vivir más sueltos. Tenemos casos de familias que vienen de departamentos y aquí aprenden a andar en bicicleta. Hicimos una plaza bosque con juegos naturales. El botánico es fantástico y es un aporte enorme porque todas nuestras plantas tienen un sentido: o son medicinales o tienen un aporte de fauna. Asimismo, tendremos una granja y también un restaurante kilómetro cero porque todo lo que se consuma va a estar cosechado o producido a un kilómetro a la redonda”, detalla la paisajista Mariela Schaer.
Más cerca que zona norte
Estancia La Magdalena, en Canning, es otro claro ejemplo de la tendencia de los barrios donde la sustentabilidad es el punto de partida. Ubicado dentro de un masterplan que abarca 203 hectáreas de naturaleza, Green es un barrio energéticamente sustentable, con vivero, huerta orgánica, ecoparque y amplios espacios verdes. Además, se destaca por su forestación con ejemplares centenarios de palmeras, cipreses, acacias, fresnos, robles, cedros, liquidámbares y álamos.
En tanto que combina la tranquilidad del campo, la cercanía de la ciudad, la innovación tecnológica y los amenities de primer nivel, el perfil del comprador que atrae está formado por familias de entre 28 y 40 años, con y sin hijos, provenientes de la ciudad de Buenos Aires y de zona Sur del Gran Buenos Aires, que buscan un lugar seguro y un cambio de vida. En este sentido, a la energía solar, el ecoparque, la huerta orgánica y el vivero para uso interno, el desarrollo suma dos hectáreas de bosque, espacio coworking, seguridad 24 horas, club house con pileta y canchas de fútbol, tenis, rugby, hockey y básquet.
“El barrio contempla 248 lotes entre 750 a 900 m². Es un proyecto pensado para el futuro y bienestar de la familia, sin dejar de lado la tradición del aire de campo. La innovación de La Magdalena Green es propuesta bajo la mirada de colaborar con el medio ambiente”, dice Mariano Otalora, Vicepresidente de SAt Group, empresa que lo desarrolla. Con un equipo de arquitectos, el complejo ofrece casas llave en mano con diseños personalizados en función de las necesidades y presupuestos de los propietarios.
La urbanización tiene una impronta campestre que sus desarrolladores quieren mantener. La idea se respalda en su historia y en algunas construcciones de estilo colonial que se remontan a 1890, cuando el predio pertenecía al expresidente Julio A. Roca. De esa antigua estancia quedan el casco -reciclado convertido en club house-, algunos carruajes y la arbolada de bosque natural.
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