
Lorena Costantini cuenta la historia de un arte que se inició en la antigua Grecia y que ella descubrió en Italia: la técnica para retratar esos momentos que no se repiten
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La mosaiquista Lorena Costantini desde su nacimiento ha vivido en Villa Elisa, un apacible barrio vecino al parque Pereyra Iraola, en el sur del conurbano bonaerense. Lugar tranquilo, con unos pocos vecinos que se conocen mucho. Ella no puede imaginar su vida en otro lugar, y cuando tiene que viajar para entregar sus trabajos, no ve la hora de volver a su familia y su taller.
Lorena cuenta con entusiasmo la historia de su oficio. "El arte de realizar un mosaico es antiquísimo. En sus comienzos era una obra simple y primitiva. En el año 400 a.C. era una técnica conocida en toda Grecia; sin embargo, en el período helenístico ya era universal, y el centro más innovador en cuanto a su técnica se encontraba en Alejandría."
Agrega que se lo conoce como arte musivo, que nada tiene que ver con el mosaico: etimológicamente significa que es concerniente a las musas. "Se cree que los romanos consideraban tan exquisito el arte de hacer un mosaico que pensaban que sólo podían realizarlo aquellos artistas que eran inspirados por las musas."
Su pasión por el mosaico nace en 1991, cuando después de la crisis resolvió viajar a Italia para conocer el pueblo donde nació su padre: Dignano. "Con una amiga cruzamos el río Tagliamento y visitamos la Scuola di Mosaico Spilimbergo, dónde ella cursaba sus últimas materias. Quedé fascinada y resolví no volver hasta completar los estudios de mosaiquismo en esa escuela. Fueron tres años de jornadas completas, en una escuela a la que concurren estudiantes de todo el mundo. De esta época me quedó, además del oficio, una amiga. Nos seguimos viendo porque cuando le sale un trabajo en un laboratorio me invita y lo hacemos juntas. Yo hago lo mismo cuando aparece algo interesante por aquí y esto de compartir trabajos nos permite viajar y vernos cada tanto".
El Udine Spilimbergo es una zona de muchos laboratorios (o talleres) de mosaicos; allí se realizan obras para todo el mundo. "Una vez nos contrataron para hacer un mosaico enorme para una villa de Versace."
Las aplicaciones del mosaico en la decoración son diversas: pisos, ventanas, murales, muebles y los tradicionales nombres estilo romano de los habitantes de la casa. Lo que más le gusta es hacer retratos a partir de una buena foto. Desde que volvió de Italia, ya hace 10 años, trabaja para Murvi, empresa que fabrica revestimientos venecianos. Pasa horas sentada en el chepo , un tronco de árbol con un cúneo, dónde se martilla para dar forma a las piezas de sus obras.
"De Spilimbergo a Villa Elisa, mi lugar de toda la vida. Aquí tengo el taller en casa, lo que me permite ver crecer de cerca a mi hijo, estar rodeada de verde y vivir de otra manera."


