En una gira cargada de simbolismos, fueron recibidos con todos los honores y, a su paso, recordaron a Isabel II
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Fue una gira histórica. La semana pasada, Carlos III y Camilla volaron a Alemania para protagonizar su primera visita oficial como reyes de Inglaterra. El miércoles 29, el presidente germano, Frank-Walter Steinmeier, y la primera dama, Elke Büdenbender, los recibieron con todos los honores en la Puerta de Brandeburgo, en Berlín. Antes de recalar allí, estaba previsto que visitaran Francia, pero los disturbios en París en señal de protesta por la reforma de las pensiones en el país obligaron a cancelar la primera parada de esta mini gira europea. Ya por la noche, Sus Majestades fueron agasajadas con un banquete de Estado en el Palacio de Bellevue, residencia oficial del mandatario alemán.




EL BRILLO DE CAMILLA
Para una ocasión tan especial, la reina consorte hizo un impresionante despliegue de joyas y, como homenaje a su suegra, llevó algunas de las joyas más queridas de Isabel II. Camilla impactó con la tiara de nido de abeja de Boucheron, o “Tiara Greville”, una pieza imponente que ya lució en otras ocasiones. Según cuenta la historia, la joya fue realizada por Boucheron para la honorable señora Greville (una figura muy conocida de la sociedad británica de principios del siglo XX) en 1921 con gemas recuperadas de otra diadema. Como no tenía herederos directos, al morir, en 1942, dejó su colección de joyas a la entonces reina Isabel (después sería la Reina Madre). Jorge VI, marido de la Reina Madre, no veía del todo bien aceptar joyas, por lo que el lote quedó guardado hasta que la madre de Isabel II empezó a lucir la tiara con algunas modificaciones y la convirtió en una de sus favoritas (en 1953, Cartier la agrandó aún más con una línea más de diamantes).
Camilla redobló la apuesta y sumó quilates y brillo con el collar Fringe de Isabel II, una soberbia joya de plata, oro y diamantes que la madre de su marido recibió en 1947 como regalo de bodas de parte de un grupo de financieros. A eso le sumó pendientes y una pulsera de diamantes, además de la Estrella de la Orden de la Jarretera, la Gran Cruz de la Orden del Mérito de la República Federal de Alemania (se la entregó el presidente durante la visita) y la insignia de la Orden de la Familia Real de Isabel II, con su efigie.

UN DISCURSO HISTÓRICO
La segunda jornada en Alemania llegó con un discurso que quedará en la Historia: Carlos III se convirtió en el primer soberano británico en dirigirse al Parlamento alemán. Tras mantener una reunión con el canciller alemán Olaf Scholz, ofreció un ovacionado alegato ante el Bundestag en el que intercaló el inglés y el alemán. Unas palabras cargadas de motivación, retos y objetivos de unión entre Reino Unido y Alemania tras las que fue muy aplaudido y en las que hizo referencia a la dolorosa situación que atraviesa Ucrania y a la primera visita de su madre al país en 1965, cuando el dolor por la Segunda Guerra Mundial aún seguía vivo.



Ese mismo día, entre otras actividades, el Rey visitó una fábrica de alimentos y quedó encantado con la gran torta en forma de corona (apoyada sobre un almohadón, también comestible), con que lo agasajaron. Con guardapolvo blanco y cubriendo sus pies con zapatos especiales, se unió a los empleados para preguntarles por su trabajo. De ahí Carlos III se dirigió al centro para refugiados de Ucrania ubicado en el antiguo aeropuerto berlinés de Tegel y, además de interesarse por sus vidas, jugó con ellos al metegol y al billar.




Por otra parte, entre los varios lugares típicos de la ciudad que visitaron, Carlos y Camilla estuvieron en el mercado callejero de Wittenbergplatz, donde se venden alimentos orgánicos, y se mostraron especialmente interesados por la miel que ofrecía un puestero. La gira finalizó el viernes en Hamburgo, donde los Reyes recordaron a las víctimas alemanas de los bombardeos aliados de 1943.

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