Todas las fotos. La ceremonia en la pintoresca capilla de San Eduardo, la tarde del 21 de septiembre, que reunió a familiares y amigos de los novios, seguida de una espectacular fiesta con baile hasta la madrugada
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Una ceremonia religiosa casi íntima y una fiesta espectacular junto al lago. Santiago Segundo Blaquier y Magdalena “Maggie” Zorraquín Anchorena se juraron amor para toda la vida en Bariloche el sábado 21 de septiembre, en la pintoresca parroquia San Eduardo, a corta distancia del Hotel Llao Llao. Sólo los familiares y amigos más cercanos asistieron a la iglesia, una pequeña edificación neogótica de piedra y madera –obra del arquitecto Alejandro Bustillo y decorada con un retablo donado por el artista Raúl Soldi–, a la que Maggie entró del brazo de su padre, Federico Zorraquín Vigil.
Llevaba un vestido vaporoso de tul con mangas largas, sobre un viso en color blanco roto, botitas blancas de raso en punta, un ramo de estilo silvestre de flores blancas y el pelo semirrecogido, peinado con ondas naturales. Santi, el novio, la esperaba en el altar con un traje azul con chaleco, camisa celeste y corbata estampada, junto a su madre, Carolina Eiras.
El padre de Santi, Santiago Blaquier Arrieta, es uno de los herederos del gigante azucarero Ledesma y también uno de los dueños de Desdelsur S.A., la mayor exportadora de legumbres del país. La de Maggie también es una poderosa familia de la sociedad argentina: su madre es Isabel Anchorena Álzaga y su padre, Federico Zorraquín Vigil, es socio mayoritario de Garovaglio & Zorraquín, un grupo propietario de bancos y empresas agrícolas, inmobiliarias, constructoras y petroquímicas.
PARAÍSO PATAGÓNICO
Luego de la ceremonia religiosa, los novios y sus invitados se reunieron en un inmenso parque de la Villa Llanquihué, una propiedad que había pertenecido a Carlos Pedro Blaquier (abuelo del novio, que murió en marzo de 2023), donde los organizadores de la fiesta, los hermanos Beltrán y Diógenes de Urquiza (hijos de Diógenes de Urquiza y Sonia Blaquier), de la empresa Brothers Group, instalaron carpas con barras y una enorme estructura semitransparente que funcionó como salón de fiestas, donde todos se reunieron a medida que avanzaba la tarde y bajaba la temperatura (luego de una nevada que le dio una inusual bienvenida a la primavera).
Gracias a los generosos ventanales de ese espacio, se logró que el exterior –la impresionante vista del Llao Llao y el cerro López– se fundiera con el interior, donde se dispusieron mesas largas para más de veinte personas, otras redondas para ocho y livings con sillones chesterfield de cuero y BKF, junto a mesas bajas de madera. El piso estaba cubierto por cueros de vaca y el ambiente fue decorado con ramas de pino e iluminado tenuemente por las velas de candelabros y arañas hechos con cuernos, además de cientos de luces led que, después del atardecer, crearon la ilusión de un cielo estrellado.
El plato principal del menú pensado con productos locales fue una deliciosa trucha servida con vegetales, acompañada por vino tinto, cerveza y los tragos creados por The Bartrenders, que incluían una performance con una pistola que ponía una esfera de humo sobre las copas. Tras la comida, llegó el momento del carnaval y los primos y hermanos de los novios –incansables, a pesar de que el día anterior habían tenido una larga jornada de esquí con dress code vintage– sorprendieron a todos vestidos con disfraces de superhéroes y protagonizaron el instante divertido de un día inolvidable.
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