Nicolás Burdisso y su esposa, Belén Soler Valle, se enamoraron de los viñedos en Italia y montaron en Mendoza una bodega familiar
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El capricho del vino propio atraviesa a las celebridades de todo el mundo: del deporte a la moda y de la música a la actuación. Francis Ford Coppola tiene su vino; también Sarah Jessica Parker, Sting y Cristiano Ronaldo; e incluso el château francés en el que Angelina Jolie y Brad Pitt hacían un rosé de gran reputación hoy se encuentra en el centro de sus disputas maritales. Vinos de famosos hay muchos, pero son pocas las celebridades que se asoman a este mundo sin querer poner su nombre o su rostro en la etiqueta.
Ese es el caso de Vinos de Potrero, el proyecto que llevan adelante desde hace más de 10 años el futbolista Nicolás Burdisso (47), ganador de tres copas Libertadores con Boca Juniors y campeón olímpico con la Selección en Atenas 2004, y la sommelier Belén Soler Valle (43), su esposa y manager de la bodega.
“No queríamos confundir. Sabíamos que los protagonistas eran la bodega y el vino. El consumidor tiene que decir: ‘Qué buen vino, ¿quiénes son los que están atrás de esta bodega?’ No al revés”, sostiene Nicolás. Si bien Burdisso comenzó a descubrir esta bebida en las cenas de las concentraciones en Boca Juniors, fue al llegar a Italia en 2004, para jugar en el Inter de Milán, cuando compartió con Belén el descubrimiento de una verdadera pasión, que se tradujo años después en Vinos de Potrero, una bodega boutique presente hoy en más de 10 países, y en cuya etiqueta no aparece ni el nombre ni la cara del futbolista.
El nombre de la bodega, destaca Belén, no es casual. “Nos interesa el concepto de potrero como algo muy argentino –explica–. Proponemos una analogía entre el terroir y el potrero. Nuestros futbolistas aprenden en la dificultad del potrero lo que después van a demostrar en los mejores estadios del mundo. El terroir tan árido y adverso de Gualtallary (Mendoza) le suma un plus a los vinos. Creemos que cuanto más pobre es el potrero o el terroir, mejores van a ser los resultados”.
–¿Cuáles son los primeros recuerdos que tienen con el vino?
Belén: –Si voy para atrás tengo el recuerdo muy vívido de que mi bisabuela Felisa, que tenía 91 años cuando yo tenía cuatro, me llevaba a la cocina de mi abuela, donde nos escondíamos, y ahí ella me servía en un vasito de vidrio vino tinto con azúcar. Era algo que me parecía tan, tan rico.
Nicolás: –Yo no tuve cultura enológica en casa, pero sí una fuerte cultura gastronómica de parte de toda la familia italiana de mi papá y mi mamá. Los primeros recuerdos del vino están muy ligados a cuando vine a Buenos Aires, y después a cuando con Belén llegamos muy jóvenes a Italia.
–¿Cuáles son esos recuerdos de Buenos Aires?
Nicolás: –Me fui de mi casa a los 14 para jugar en Rosario y llegué con 16 a Buenos Aires a jugar en las inferiores de Boca, donde estuve hasta 2004. En las concentraciones se usaba dar una copita de vino. Pero también empecé a probarlo en la vida social. En cenas con el club o con el representante salía siempre el tema del vino. Porque el vino deportivamente estaba bien visto. Era mejor que una cerveza, mejor que una bebida blanca y mucho mejor que una gaseosa. Me acuerdo que en ese momento estaba Carlos Bianchi con nosotros, que era un gran apasionado de tomar y comer bien. Entonces en las cenas de los sábados o de los viernes, el profe o el segundo entrenador pasaba con la botella y servía al que quería una copita. Era un lindo momento. Uno de los desafíos más grandes es que el vino y la comida estén a la misma altura, y en las concentraciones se come bien.
–Imagino que hoy incluso se debe comer mejor...
–Hoy se come mucho más selectivo, mucho más sano. También hay una creatividad más grande en la comida, y ahí es donde el vino hasta está mejor y es mucho mejor seleccionado. Me pasó en mi última etapa de manager de Boca, que llevaba yo los vinos, y que la comida era muy buena. Entonces había un gran maridaje.
–¿Los jugadores de hoy tienen más conocimiento del vino que el que tenías vos?
–Es muy diferente. Nosotros teníamos una capacidad más grande de tomar; ellos hoy buscan más la calidad. Hay mucho conocimiento y mucha información. Muchos jugadores de fútbol son apasionados del vino, más allá de que tengan un emprendimiento, tienen curiosidad. Porque el vino es como un canal que los saca del mundo del fútbol. Por eso hoy uno lleva una botella y ellos ya conocen de dónde viene, qué vino es. Yo obviamente siempre llevo vino argentino, para hablar del potencial que tenemos.
–¿Y cómo fue el acercamiento al vino cuando llegaron a Italia?
Belén: –Éramos rejovencitos los dos y Nico tenía un montón de compañeros argentinos. Los lunes a la noche –o si jugaban el domingo a la tarde, el domingo a la noche– hacíamos asado en casa y venían a comer. Y ahí fue que empecé a probar vino, con la esposa de Wálter Samuel. Me acuerdo que Nico se quedaba charlando un largo rato con un vino de por medio. Allá, en Italia, comprábamos distintos vinos argentinos para ir probando.
– ¿Por qué vino argentino en Italia?
Nicolás: –Estaba esa cosa que tenemos los argentinos cuando vivimos afuera de juntarnos y hacer un asado. Y tomábamos siempre vino argentino, porque nos gustaba mucho. Pero incluso llevábamos esos vinos si salíamos a comer a restaurantes en Milán. Era el año 2005, 2006, pero si tuviera que reproducir esta escena en la actualidad, estaríamos juntándonos para abrir diferentes botellas con un sommelier que nos explique, cosa que entonces no estaba en el radar.
–Se fueron metiendo en el mundo del vino entre asado y asado…
Nicolás: –Además, estando en Italia, salís de cualquier pueblo y hay viñas. Y cuando salís a comer hay siempre un maridaje, y eso nos llenaba de curiosidad en una época en la que éramos muy chicos los dos.
Belén: –Para mí fue hermoso, porque empecé a tomar vino y me volví fanática del vino italiano. Nico es muy curioso, y empezó a comprar para conocer, y probamos y probamos.
Nicolás: –Además, cuando iba a jugar a Sicilia, por ejemplo, me regalaban vino del lugar; lo mismo que si iba a jugar a Nápoles, que me regalaban su vino y su muzzarella. Creo que la Argentina es el país más parecido a Italia en el sentido de dar afecto a través de la gastronomía. El tema es que de un momento a otro me daba cuenta de que en casa tenía un montón de botellas para probar. Por suerte, comencé a usar Coravin [un dispositivo para servir vino sin sacarle el corcho y que permite conservar en buen estado lo que queda en la botella], que me salvó la vida. Porque sino era abrir una botella y terminarla. En ese entonces, lo que no me dejaba de llamar la atención era la cantidad de uvas diferentes que tenían en Italia. Nosotros en ese momento, en la Argentina, teníamos cinco o seis tipos de vinos, pero ellos tenía un montón. Además te hablaban de regiones; acá no se hablaba todavía de eso.
–¿Visitaban bodegas en Italia?
Belén: –Sí, en los días libres, casi siempre los lunes. El plan era reservar visita a la bodega a las diez de la mañana, y después ir a comer cerca. O le preguntábamos al dueño de la bodega que nos recomendara dónde ir. Muchas veces, si nos quedaba tiempo, íbamos a tocar la puerta en cualquier otra bodega que estuviera cerca y nos abrían.
Nicolás: –Allá hacés 40 kilómetros y tenés una ruta del vino. Son lugares muy lindos, donde hay muy buena comida y muy buena predisposición también. Es fácil que vayas y que después quieras volver.
Belén: –Para cuando decidimos comprar la finca en Gualtallary, habremos visitado 50 bodegas en Italia y tres en la Argentina. Allá agarrás el auto y vas. Acá te tenés que tomar un avión.
–¿Cómo surge la idea de hacer vino?
Nicolás: –Un poco por casualidad. La posibilidad de comprar un terreno inculto en Gualtallary, Tupungato, nos encuentra con la pasión que estábamos teniendo por los vinos. Tupungato no era entonces lo que es hoy [uno de los hot spots de la vitivinicultura], pero era una buena posibilidad. Lo hablamos y decidimos que era el momento para hacerlo.
Belén: –Nos encantó el lugar, nos volvimos locos. La idea inicial era tener una casa y plantar viñedos como los italianos, que tienen su vino, su aceite de oliva, sus conservas. Ese fue el input: vamos a tener un vino espectacular y lo vamos a llevar a Italia para convidar a nuestros amigos, para tener en Navidad. Así nos empezamos a entusiasmar.
Nicolás: – Una cosa fue llevando a la otra. Pero nos dimos cuenta de que al principio no estábamos con la cabeza ni con la presencia acá como para llevar adelante un proyecto. Entonces los primeros años vendimos la uva. Y ahí fuimos viendo que tenía buena calidad, porque nos la compraban bodegas de renombre. Entonces dijimos: “¿Por qué no hacemos algo nosotros?”. Dimos el primer paso pensando en el mañana: haciendo el primer vino con un enólogo. Y ahí cambió la perspectiva.
Belén: –”Hagamos algo pequeño pero bien cuidado, con nuestra finca”, pensamos. Nico conocía a unos chicos de Wine Idea, que nos orientaron y nos guiaron en lo que podíamos hacer; nos dijeron que mínimo había que sacar cuatro vinos, no uno, y empezamos a pensar desde ese lugar.
–¿Cambiaron un poco el foco?
Nicolás: –Había que llevarlo a la realidad, y llevarlo a la realidad en Argentina era diferente. Porque esa cosa muy linda que veíamos en Italia era de familias que de generación en generación venían haciendo lo mismo. Tuvimos que pensar en lo que podíamos hacer en la Argentina y nos adaptamos. Ahí empezamos a armar un equipo de trabajo.
Belén: –Pensamos qué filosofía queríamos aplicar al proyecto. Porque no íbamos a hacer algo enorme, sino una bodega pequeña que mantuviera la calidad, la cosecha manual y que siguiera siendo un proyecto de familia. Esto además de tener que ser un negocio –porque si no vendemos una botella tenemos que dejarlo–, tenía que ser algo que nos gustara. Por eso armamos un equipo con gente que tenía nuestra misma visión, y con ellos estamos desde el principio.
–¿Por qué Vinos de Potrero como nombre?
Nicolás: –Buscábamos un hilo conductor con lo que era común y corriente a la familia, con mi trabajo con el fútbol, con ser auténticos, con reflejar el terroir. Queríamos reflejar todo eso como bodega. Y ahí encontramos la palabra “potrero”, con la que pudimos hablar del terroir y establecer una analogía con lo futbolístico. Uno va a la finca en Gualtallary y se da cuenta de que es diferente y que los vinos son diferentes, que tienen una cosa muy salvaje y muy linda.
Belén: –Nos interesa el concepto de potrero como algo muy argentino. Nosotros queremos contar lo que es Argentina afuera. Acá es fácil saber lo que es un potrero. Pero explicarlo en Estados Unidos o en Francia no. Contar cómo nuestros futbolistas –hoy más que nunca, que son campeones del mundo– se forjan en estas dificultades, en este terreno pobre... Creo que nadie en Estados Unidos se puede imaginar que un Messi haya aprendido en un lugar así. Lo que queremos es contarlo a través de esta analogía entre el terroir y el potrero, que es un terreno difícil, no una cancha perfecta. Nuestro futbolistas aprenden en la dificultad del potrero lo que después van a demostrar en los mejores estadios del mundo. Esa picardía y ese plus se las da el potrero. Y los vinos de Gualtallary son diferentes por todo el laburo que hay que hacer en el viñedo en este terroir tan árido, tan adverso, con estrés hídrico, pocos nutrientes y la amplitud térmica de estar a 1300 metros de altura. Todo eso hace que los vinos sean diferentes, que tengan un plus. Creemos que cuanto más pobre es el potrero o el terroir, mejores van a ser los resultados.
–¿En un principio no les tentó poner el nombre de Nicolás, que ya era conocido, en la etiqueta?
Belén: –Eso nos parecía horrible. En vez de verlo como algo fácil, lo veíamos como muy negativo.
Nicolás: –Creo que el único vino que compré con ese estatus es el de Francis Ford Coppola. Y no me defraudó. Pero también sé que en Estados Unidos es diferente: la figura sostiene una marca de una manera creíble. En la Argentina o en Europa, confunde. Y no queríamos confundir. Sabíamos que los protagonistas eran la bodega y el vino. Lo tuvimos claro desde el principio. El consumidor tiene que dejarse cautivar por el vino, no por quién está detrás de la bodega. Y creo que es lo que hoy está pasando. El vino ya tiene su nombre, su historia
–¿Cuál fue el primer vino que hicieron?
Belén: – El primero fue El debut, un blend tinto que hicimos en 2012, con la idea de que fuera un vino para nosotros. Pero después nos juntamos con los chicos que nos asesoraron y nos dijeron: “¿Qué variedades tienen?” Teníamos Malbec, Syrah y un poquito de Cabernet Franc. A partir de ahí empezamos con la bodega Vinos de Potrero e hicimos cuatro vinos.
–Belén, vos estudiaste después sommelerie, ¿no?
Belén:– Sí, yo me había recibido de periodista en Buenos Aires. Siempre me gustó estudiar, y teniendo la suerte de vivir en Italia y hablando tanto de vino pensé: “¿Por qué no hago un curso de sommelier?”. Lo hice en 2014 en Génova, cuando estaba empezando el proyecto. Hice este curso y después un máster en viticultura y marketing del vino en Milán. Lo hice por el proyecto de la bodega, pero también porque me gusta estudiar. Nico no estudió, pero porque a él le encanta leer. Es increíble la cantidad de libros de vino que ha leído y que trae siempre a casa.
–¿Las decisiones en torno a la bodega son compartidas?
Belén: –Si bien yo la llevo adelante, comparto con él las decisiones. E incluso es un proyecto en el que hay muchas cosas que compartimos con nuestros hijos, como las etiquetas. Ahora estamos con el proyecto de una magnum [botella de 1,5 litros], con una etiqueta un poco especial. Cada vez que sale un nuevo vino es una alegría en la familia, y también en la familia de Vinos de Potrero. Con el equipo estamos todos entusiasmados, es un muy lindo ambiente de trabajo el que logramos armar. Estamos muy orgullosos y contentos.
Nicolás:–Estamos donde queríamos estar. A mí me gusta más esa parte de ver un poco más lejos, y noto que hemos sido consecuentes con el plan que teníamos.
–Ya llevan diez años, ¿qué tienen en mente para los próximos diez?
Nicolás: –Estar mucho más establecidos. Que mucha más gente conozca los vinos. Tenemos además el proyecto que por la pandemia o por una cosa u otra no se pudo dar, que es tener bodega propia para poder recibir a la gente. Nosotros crecimos y aprendimos el mundo del vino con el enoturismo; es una herramienta fantástica. Y después, seguir mejorando. Yo siempre lo jodo a Berni [Bernardo Bossi, enólogo de Vinos de Potrero] y le digo que necesitamos sacar 100 puntos con un vino. Y por último, llegar al volumen de ventas que nosotros queremos. Pero la verdad es que fuimos creciendo año tras año. Fuimos sumando fincas, invirtiendo en infraestructura, comprando barricas, tanques...
Belén: –Pensá que empezamos con 22.000 botellas [de producción al año] y ahora estamos en 110.000. Con presencia en más de 10 países. Nuestros grandes compradores, después de la Argentina, son Italia e Inglaterra. Pero también estamos en lugares raros, como Islandia.
–¿Cuáles son los vinos que más les gusta tomar?
Belén: –A mí me gustan mucho los Barolo de Italia, y también los Franciacorta [vino espumoso de la región de Brescia, Italia]. De la Argentina el Chardonnay, pero también el Malbec y el Pinot Noir.
Nicolás: –Sacando los vinos argentinos, me gustan mucho los de estilo Barolo y Borgoña, que tienen complejidad pero son livianos. Esa combinación me gusta mucho. También el Pinot y Cabernet de Estados Unidos, el Priorat de España. Me gusta mucho el Torrontés y los blancos de altura, como los que se hacen con Gewürztraminer...
Belén: –Ah, sí, esos también me encantan.
Nicolás: –Vivimos un tiempo largo sobre el mar, y en esa época todo era vino blanco. De esos son de los que más me acuerdo.
–Nicolás, hoy cuando un futbolista está pensando en sacar un vino, ¿te consulta?
Nicolás: –Muchos me consultan. Como el flaco Schiavi, o en su momento cuando salió el del tano Angelici, que incluso me consultó porque necesitaba un poco de uva para comprar. Pero los que me consultan son los que les gusta el vino y los que se quieren meter. No me preguntan los que únicamente tienen en la cabeza un producto comercial. Como siempre digo, yo trato de diferenciarme porque nosotros estamos adentro de verdad en el mundo del vino. Más allá de que Belén lleva adelante la bodega –porque yo trabajo en fútbol y voy a seguir trabajando en fútbol–, lo que hicimos lo hicimos de una manera seria. Esto es un proyecto que empezó hace más de 10 años cuando en 2008 compramos la finca. Lleva ya mucho tiempo, y va a seguir adelante.
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