Recibir un diagnóstico de cáncer genera una crisis, pero también una oportunidad para aprender a vivir con plenitud, aseguran desde el grupo de autoayuda gratuito de Lalcec
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La cita es en un aula. Como todas las semanas, sentado cada uno en su banco, formando un círculo imperfecto, aprenden sobre ellos mismos y de los demás. En verdad se trata de una clase que bien podría llevar por título: Lecciones de vida . Sus protagonistas son enfermos, familiares y amigos -con la coordinación de un especialista- que se reúnen en un grupo de autoayuda absolutamente gratuito en la Liga Argentina de Lucha contra el Cáncer (Lalcec), filial San Isidro.
Allí, unos y otros descubren que no son los únicos intentando sobrellevar este mal. Se entienden más allá de las palabras, basta observar como asienten con la cabeza ante el relato de un integrante sobre cómo se enteró de la enfermedad.
"Cuando el médico me dio el diagnóstico sentí pánico, como si se me cayera el techo encima", relata Alma Baravrán. Marta, en cambio, tras conocer la noticia sólo atinó a decirle al especialista: "Estoy bien", pero a poco de salir del consultorio se sintió perdida en el tiempo y el espacio. "No sabía si ir a la derecha o a la izquierda. Volví como pude a mi casa", recuerda.
Aturdimiento, shock emocional y mil preguntas que concluyen en un planteo por lo general muy similar: "Si yo cumplí con todos los deberes en la vida, por qué esta condena. ¿Por qué a mí?".
"Todavía se considera a la enfermedad como un castigo. Se la vive con culpa -describe la psicóloga Elda Rovere, coordinadora de los encuentros-. No sólo se trata de quitar el velo a falsas creencias, sino también de borrar la equivocada concepción de que cáncer es sinónimo de muerte. Actualmente, un gran porcentaje de pacientes logra superar la dolencia".
¿Por qué no a mí?
Algunos antes, otros después, relatan un paso significativo: "De preguntarme ¿por qué a mí?, el planteo siguiente es y ¿y por qué a mí no?" En esta instancia, el grupo de autoayuda puede colaborar y mucho. "En el momento en que se acepta el cáncer es cuando se puede empezar a luchar contra él. Esto forma parte del proceso de duelo. Uno debe reconocer la existencia de la dolencia y qué puede hacer con ella", puntualiza la especialista.
Desandar el camino de la aceptación requiere poner a un costado diversas piedras como la negación. "Si no se menciona la palabra cáncer, entonces no existe", explica Rovere. Este mecanismo habitual es altamente nocivo porque quita la posibilidad de enfrentar mano a mano el mal. "Cuanto más conocemos al enemigo, mejor podremos luchar contra él", coinciden los miembros del grupo.
De eso sí se habla y sin eufemismos. "Con la mentira se desperdicia un montón de esfuerzos. Una conduce a otra, y a otra. De repente estamos envueltos en una maraña de la que no se sabe cómo salir. En cambio, conviene utilizar esa energía para aceptar la enfermedad y el tratamiento", remarca la especialista.
Ellos saben que pueden opacar el sol, cerrando los ojos. Pero además de significar un esfuerzo titánico, sólo conduce a la oscuridad. "Sólo quiero escuchar la verdad tanto del médico como de los que me rodean en todo lo relacionado con la enfermedad", indica una afectada. "Sin falso optimismo ni crueldad, revelar el diagnóstico con datos reales es lo mejor para el paciente", aconseja la coordinadora.
Buscando aliados
"Encerrarse en el propio dolor tampoco sirve -dice Raquel, otra paciente-. Uno necesita apoyo, comprensión y ser escuchado. Por esto la importancia de participar del grupo."
El grupo es parte de un sostén que tiene como base los afectos: la familia, los amigos. Se sabe que el amor opera milagros, pero a veces no basta con querer, porque otros sentimientos pueden jugar una mala pasada. Aquellos que conviven con el enfermo también requieren ayuda. "No es raro que movidos por la bronca a la enfermedad y el miedo a perder al familiar lo agredan en vez de contenerlo", explica Rovere. Romper con este círculo vicioso es uno de los objetivos del grupo, abierto a familiares y amigos.
Cambia, todo cambia
Es que luego de la noticia, nada es igual para el paciente y sus afectos. "Después de conocer el diagnóstico, resolví enfrentar el problema con la misma fuerza que he hecho todo en mi vida; y ahora trato de disfrutar las pequeñas cosas, me doy más permisos", acota Alma. Disfrutar al máximo los instantes con los seres queridos, contemplar un amanecer y el paisaje de la naturaleza es una constante que repiten todos los integrantes. Paradójicamente, la enfermedad significa una oportunidad para aprender a vivir. "Es una crisis y también un trampolín al cambio", señala Nelly Moreno, vicepresidenta de la filial San Isidro de Lalcec.
La escala de valores varía y todo cobra otra dimensión. Es como volver a nacer. "Si aceptamos que en algún momento la vida se termina, de repente se abre una sabiduría impensable. Ni siquiera sospechamos de las cosas que comenzamos a disfrutar cuando aceptamos nuestra finitud. Nos fijamos más en los árboles, en el cariño de nuestros hijos, en los afectos", confiesa la coordinadora.
Yo también, puedo
En este volver a nacer, los otros son piezas fundamentales para llegar a un buen parto. "Ayuda mucho saber que otros sortearon con éxito este camino. Ella se hizo quimioterapia, se le cayó el pelo, le volvió a crecer y está muy bien. Si ella pudo, yo también", afirma Nelly.
"La identificación con pacientes recuperados colabora, y mucho, en el tratamiento", explica la especialista.
"El testimonio de uno ayuda a otro", concluye Raquel, que cada semana tiene una cita impostergable en la filial San Isidro de Lalcec.
Dónde consultar
Para agendar
- Todos los martes, a las 10, se realizan las reuniones de los grupos de autoayuda de la filial San Isidro de la Liga Argentina de Lucha contra el Cáncer (Lalcec), en Alte. Brown 464, San Isidro (4747-9257/4743-2648).






