Pasan drogas y celulares. Descubren un boquete entre dos pabellones de la cárcel de Devoto hecho por los presos

En una época en la que todavía no se instalaron inhibidores de celulares dentro de las cárceles para evitar que presos ordenen ataques a balazos y homicidios o sigan controlando sus operaciones criminales extramuros, y en tiempos en que, incluso, un poderoso narcotraficante planificó una fuga mediante un teléfono inteligente, los penales federales continúan dominados por el descontrol.

Favorecidos por la falta de controles, un grupo de narcos detenidos en la cárcel de Devoto hizo un boquete entre dos pabellones por los que se pasan celulares y droga. Según fuentes judiciales, el boquete comunica los pabellones 25 y 26.

Uno de los internos alojados en dicho pabellón integra la banda de un pai umbanda que fue condenado a cuatro años de prisión por traficar cocaína a través de un templo situado en la ciudad de Santa Fe, vinculado a la Asociación Religiosa Africanista Argentina Saravá.

Para la Justicia federal, esa organización era liderada por Pai Luciano, que fue condenado junto a dos cómplices y un efectivo de la policía de Santa Fe que les cobraba por aportar la cobertura y protección para la operación ilegal con el móvil 7639.

Uno de los integrantes de esa banda está alojado en el pabellón N°25 del Módulo 6, situado en el primer piso de la cárcel de Villa Devoto, en el lateral próximo a la cancha del club General Lamadrid, en ese tranquilo barrio porteño. Este narco cumple una condena a cuatro años de prisión por tráfico de drogas, la misma que un Tribunal Oral federal de Santa Fe impuso al Pai Luciano.

Esta organización se dedicaba a comprar cocaína de máxima pureza, en paquetes con la etiqueta de un “delfín”, que marcaban su origen y el grado de pureza del estupefaciente.

Entre los presos alojados en el pabellón en que encontraron el boquete, figura un detenido por otra causa penal iniciada en Santa Fe. Se trata del integrante de una banda dedicada a traficar droga a través de encomiendas. El acusado había sido apresado en su casa de Parque Chas, cuando recibió un paquete con 13 kilogramos de marihuana.

A partir del hallazgo del boquete, comenzó una investigación interna para tratar de determinar cómo ninguno de los cincuenta guardiacárceles afectados a los pabellones de la Unidad Residencial VI advirtió que los presos realizaron movimientos de escombros al pabellón 28 y los ocultaron debajo de una mesada.

Hasta el momento ninguno de los responsables del penal explicó cómo se concretó el traslado de los escombros desde los pabellones 25 y 26, en los que se hizo el boquete, hasta el pabellón 28. Durante la requisa, los efectivos del Servicio Penitenciario Federal (SPF) hallaron nueve facas.

El descubrimiento del boquete se produjo una semana después de que en el pabellón 4 de la Unidad Residencial I, de la misma cárcel, se encontraron 152 gramos de cocaína y casi un kilo de marihuana ocultos en el fondo del recinto y cerca del pasillo que comunica la cocina con la oficina del encargado de seguridad del pabellón.