Priscila Leguiza: otra menor muerta, otra madre en el banquillo
La mujer está acusada de haberle dado una paliza y quemado el cuerpo; sus otros hijos dieron detalles
Priscila Leguiza tenía siete años cuando la mataron, el 3 de enero de 2014. Fue asesinada a golpes y su cuerpo, incinerado, y luego arrojado envuelto en una frazada y un nylon en el arroyo Las Conchillas, de Berazategui. Dos meses estuvo desaparecida, hasta que uno de los hermanos de la nena se quebró. El 7 de enero de 2014 apareció el cuerpo y el cúmulo de pruebas puso contra las cuerdas a la madre de la niña, Silvana Lafuente, que desde principios de este mes es juzgada junto a quien era su pareja, Pablo Verón Bisconti, como autora del inconcebible filicidio.
El padre de Priscila, Gabriel Leguiza, y su abogado, Julio César Torrada, no tienen dudas. Así lo definió el letrado querellante: "La madre planeó matar a su hija, aunque es algo antinatural. El asesinato de Priscila se inscribe en lo que se denomina 'víctima colateral'. Silvana Lafuente no la mató azarosamente: lo hizo porque quería hacerle daño a su ex".
La semana pasada, Edgardo y Cintia, dos de los hermanos de Priscila, que tenían 12 y 14 años cuando ocurrió el crimen, contaron en el juicio oral y público que su madre y su padrastro los habían mandado a comprar kerosén para quemar el cadáver de la niña.
"Lo más significativo y escalofriante fue el testimonio de dos hermanos de Priscila. Edgardo relató que el día del crimen, su mamá lo despertó para mandarlo a comprar cinco litros de kerosén para quemar el cuerpo de la nena. Lo amenazó. Le dijo que si contaba algo lo iba a matar de la misma manera. Cintia recordó que Lafuente le pegaba muchísimo a Priscila. Para nosotros todo coincide con algo muy macabro: el maltrato y la paliza fueron una forma de venganza por parte de Silvana Lafuente hacia Gabriel Leguiza", dijo Torrada a LA NACION.
Para cuando ocurrió el aberrante crimen, Lafuente y Leguiza estaban separados. Tenían seis hijos, y habían pactado que vivieran tres con cada uno de ellos. Priscila vivía con él.
El domingo 30 de octubre de 2013 hubo elecciones. Leguiza fue a votar y en el colectivo se encontró con Lafuente y su hija mayor. Su exmujer le dijo que iría a buscar a Priscila. Él se opuso, pero la nena le pidió ir porque quería ver a sus hermanos. Aceptó, pero con la condición de que volviera al día siguiente.
Eso no ocurrió. Ese mismo día, vecinos de Lafuente dijeron haber escuchado gritos y llantos. La investigación determinó que a Priscila la molieron a golpes. "Le dio una brutal golpiza. Le pegó en la cabeza con un objeto contundente, se cree con un fierro 'parecido a un pie de micrófono'. La nena se fue a dormir y amaneció muerta", dijo Torrada a LA NACION.
Un día tuvo el cuerpo en su casa, sin saber qué hacer. Hasta que llamó al pastor evangélico Oscar Doroteo Lescano, le confesó que se había mandado "una macana" y le pidió consejo. "Él le dijo que se deshiciera del cuerpo, porque sin cadáver no hay delito", afirmó el abogado. Luego, explicó el letrado, Lafuente y su pareja quemaron el cuerpo en la parrilla. Después, lo metieron en un cochecito de bebés y ella lo llevó al arroyo, junto con sus otros hijos. "Les prometió llevarlos a comer pizza y tomar Coca después de deshacerse del cuerpo.
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