"Te hablaba tanto de Dios que te hacía confundir", dijo una de las víctimas del pastor violador
CÓRDOBA. "Te hablaba tanto de Dios que te hacía confundir; pensabas que lo que él hacia estaba bien. Te envolvía, no sabías qué creer. Era terror". Mariela se quiebra mientras habla; es una de las diez mujeres abusadas por el pastor evangélico Arturo Peralta, condenado esta semana a 16 años de cárcelpor abuso sexual continuado y agravado, con y sin acceso carnal. Todas las víctimas concurrían a la iglesia que él dirigía en Jesús María y el denominador común fue el miedo que sembraba entre ellas, presionándolas con la información personal e íntima que conocía.
Mariela tiene 22 años; su mamá, Elvira, de 43, y su hermana Ana, de 26 –todos son nombres ficticios bajo los cuales se preserva la verdadera identidad- fueron víctimas de Peralta; todas testimoniaron y debieron verlo nuevamente en el juicio. Además, denunciaron amenazas de la familia del pastor. Tienen miedo por ellas y por sus familias. Los hechos se produjeron a partir de 2015, cuando ya llevaban una década concurriendo a la iglesia y cuando tenían "vínculos cercanos con la familia" de Peralta.
A Elvira le cuesta hablar. "Casi no puedo, es muy feo. Nos conocíamos todos", dice. Peralta tiene esposa, cuatro hijos y dos nietos. "Nos veíamos en todos lados, esto es un pueblo", repite. Las tres coinciden en que el trato siempre había sido "normal, nada raro, nada fuera de lo común". Lo único que a veces les llamaba la atención era que les preguntaba sobre sus vidas privadas, sobre la relación con sus maridos y "qué clase" de problemas tenían.
"Siempre decía que como líderes no teníamos vida privada, sino pública –describe Mariela-. Nos hablaba a solas, en su oficina; nos convocaba a hacer tareas de la iglesia". Peralta, según señalaron las víctimas en el juicio, las llamaba para conversar y entonces empezaban el acoso y el abuso. "Me preguntaba, me decía que me quedara tranquila y empezaba a abrazarme, a decirme que necesitaba contención; me empezaba a acariciar, me tocaba por arriba de la ropa y luego por abajo…ya no era el pastor", confiesa la joven.
Durante el juicio, la estrategia de la defensa del pastor fue cuestionar la veracidad de los dichos de las mujeres que denunciaron los abusos. Antes del veredicto Peralta pidió "iluminación" para los jueces, "para que no se condene a un inocente". Ana fue la primera de la familia en dejar de ir a la iglesia. Su hermana y su madre pensaron que se debía a que el pastor siempre le criticaba al marido. "Le hablaba mal de él y creí que era por eso", apunta la madre.
Después de esa decisión el pastor empezó a acusarla de "rebelde", a decir que "no le hacía caso a la autoridad". Detrás de Ana se fueron otras mujeres y él insistía con argumentos similares. "Nos decía que no teníamos que hablar con las que se iban, que no tuviéramos amigas –repasa Mariela-. Incluso me acusaba de tener una relación enfermiza con mi mamá porque andábamos juntas y nos contábamos todo".
El punto de quiebre fue un domingo, cuando una de las líderes salió llorando de la oficina de Peralta, tomó sus cosas y se fue. "A todos nos impactó; ella nos dijo que estaba cansada, harta de lo que le pasaba", detalla Mariela; al poco tiempo se enteraron del motivo: el pastor abusaba de ella y ese día la quiso "tocar de nuevo" y ella no se dejó. "Fue cuando puso el punto final".
Amenazas y dudas
Elvira se enteró de la historia y la creyó: a ella le pasaba lo mismo; aquellas palabras abrieron la puerta a las confesiones de sus hijas. "Le repetía que no quería, que no me gustaba; me lo quería sacar de encima y no podía porque era grandote, pesado. Me apretaba fuerte; varias veces lloraba y él me retaba -se anima Mariela-. Quedé embarazada de mi segundo bebé y por eso se contuvo un poco, pero se enojó mucho, me recriminaba porque tenía una hija chica, que para qué tener hijos tan seguidos".
La joven se encargaba de la administración, tanto de la iglesia como de las reuniones que organizaban, y todos los lunes debía encontrarse con Peralta para rendir cuentas: "No quería ir, pero tenía terror. Me amenazaba con contar un problema grande que supimos tener con mi marido y me gritaba que Dios lo iba a respaldar a él y que yo quedaría como una mentirosa. A mi mamá le hizo lo mismo con un inconveniente que había tenido con mi papá; así nos tenía agarradas".
Las tres insisten con que para contar lo que les pasaba tuvieron que "juntar coraje". "Tuvimos que pensar que si no hablábamos iba a seguir con otras mujeres, con las nenas que van a la iglesia". Las audiencias fueron a puerta cerrada, pero las mujeres subrayan que tuvieron "terror", que las impactó encontrarlo de nuevo. "Llorando y pidiéndole perdón le dijo que abusó de nosotras, le pidió que lo matara, que estaba enfermo de la cabeza; mi papá lo llevó a su casa para que confesara todo ante su mujer. Ella le insistía con que no hiciéramos nada, con que ya habría justicia divina", recuerda Mariela.
El infierno para las víctimas no terminó; a las "miradas desafiantes" que debieron enfrentar en los Tribunales le siguieron amenazas de la familia de Peralta en las últimas horas. "Todas estamos con apoyo psicológico; tememos por nuestras familias; nos asusta la reacción de ellos, que nos gritan que nos van a correr del barrio, que nos van a matar a todos. No podemos estar tranquilas", concluyeron.
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