Tiros en la escuela. Se cumplen 16 años de la Masacre de Carmen de Patagones
El 28 de septiembre de 2004 Rafael Juniors Solich, un chico de 15 años que cursaba el primer año del ciclo Polimodal en la Escuela 202 "Islas Malvinas", de Carmen de Patagones, llevó el arma reglamentaria de su papá, numerario de la Prefectura Naval Argentina, y disparó dentro del aula contra sus compañeros. Mató a tres chicos e hirió gravemente a otros cinco, que lograron sobrevivir a la primera masacre escolar de América Latina.
A las 7.35, Juniors vació en pocos segundos el cargador completo de la Browning calibre 9 milímetros que la Prefectura le había asignado a su padre, Rafael Solich, que revistaba en la delegación de Ingeniero White de la Prefectura. Las víctimas fueron Sandra Núñez, Evangelina Miranda y Federico Ponce. Además hirió a Rodrigo Torres, Nicolás Leonardi, Pablo Saldías, Natalia Salomón y Cintia Casasola. Todos de entre 15 y 16 años.
Esa misma tarde se realizó un velatorio colectivo que reunió a una multitud y al día siguiente, los habitantes de Patagones acompañaron con un compungido silencio un cortejo de más de cuatro cuadras que recorrió a pie la distancia entre la escuela y el cementerio. No se recuerda en la historia del lugar una congregación tan numerosa. Por primera vez en mucho tiempo los más altos representantes gubernamentales y los medios de comunicación de todo el mundo hablaron acerca de aquel confín, la ciudad más austral de la provincia de Buenos Aires, en que se había producido la tragedia.
Patagones quedó marcada para siempre como el lugar donde se registró la primera masacre escolar de América Latina. En la Argentina pueden mencionarse algunos casos previos, como señales o preludio para un drama impensado: En mayo de 1997, Leonardo Aguirre, de 14 años, le robó el arma reglamentaria de la Gendarmería a su padre y mató de un balazo a su compañero Cristian Fernández, en un salón de la Escuela Media N°2 de Burzaco. Luego, en agosto de 2000, Javier Romero, de 19 años, harto de que sus compañeros lo cargaran y lo llamaran "Pantriste", mató de un tiro en la cabeza a Mauricio Salvador, de 16, a metros de la Escuela de Enseñanza Media Nº9 del barrio San José, de Rafael Calzada, Almirante Brown. Aguirre era inimputable por su edad; Romero fue declarado inimputable durante un juicio oral en el que los peritos concluyeron que había sufrido un "episodio psicótico breve" como consecuencia de su personalidad esquizoide.
Juniors Solich fue declarado inimputable por su edad. Durante tres meses permaneció en la base de la Prefectura de Ingeniero White hasta que lo derivaron a un instituto de menores en Ensenada. Luego estuvo internado en una clínica psiquiátrica. Durante mucho tiempo su paradero fue un secreto celosamente guardado por la Justicia. Desde 2007 el joven, hoy de 31 años, sigue bajo tratamiento y con un seguimiento a cargo de un Juzgado de Familia de La Plata.
Juniors dejó en su pupitre frases inquietantes como "lo más sensato que podemos hacer los humanos es suicidarnos" o "si alguien encontró el sentido de la vida, por favor anótelo aquí". A él, a veces, sus compañeros también le decían "Pantriste"; ninguno de ellos creía -o comprendía- que a Solich le estaban haciendo bullying.
Cuatro meses antes del hecho, el padre de Juniors había recurrido a la escuela luego de haber encontrado dibujos de esvásticas entre las pertenencias de su hijo. La institución no contaba con especialistas para tratar el caso y se le sugirió que concurriera al hospital municipal para un tratamiento psicológico. Nunca llegó a realizarlo.
Motivos
"No me di cuenta de lo que pasó… se me nubló la vista y tiré… pensé que… Todo fue muy rápido… no me pude frenar… No era yo, era como… como si no fuera yo", balbuceó Juniors, como todos lo llamaba, delante de la jueza Alicia Ramallo, titular del Juzgado de Menores N°1 de Bahía Blanca, que se hizo cargo del caso.
A cuentagotas, el chico relató que se había sentado solo en el primer banco y que una vez que sus compañeros terminaron de ingresar al aula, en la primera hora de clase, se puso de pie y fue hasta el pizarrón. Sin mediar palabra, giró para quedar de frente al curso y extrajo la Browning, que ya estaba lista para disparar. Vació el cargador y salió al pasillo, donde recargó el arma. Recordó que allí le disparó a una persona que estaba al final del corredor. También dijo que no sintió voces, ni gritos ni ruidos. "No era yo", insistió.
Según las constancias del expediente judicial, hoy archivado, Juniors no supo explicar precisamente por qué había cometido el múltiple crimen, aunque reconoció que estaba enojado con sus compañeros y con su familia, especialmente con su padre, de quien, dijo, recibía malos tratos. Declaró que lo molestaban constantemente, que le decían que era "raro" y lo cargaban porque "tenía un grano en la nariz". También reveló haber tenido una pesadilla recurrente en la que apuñalaba a su padre con una cuchilla, pero no se moría y terminaba encerrándolo en el cuarto de su pieza, para luego perdonarlo. En aquella oportunidad, frente a la jueza Ramallo, Juniors relató sus frecuentes peleas con su padre, al que calificó de "autoritario", y narró sus enojos cuando bajaba el desempeño escolar. "Yo nunca le hago nada, pero él me pega, me empuja. Se enoja porque dice que siempre estoy solo, que no les doy bola a ellos ni a nadie; que no entiende por qué no tengo amigos", confesó durante aquella tensa declaración, que se extendió por casi dos horas.
Secuelas
Pese al tiempo transcurrido y al esfuerzo de la comunidad por dejar atrás el dolor de aquella tragedia, el fantasma de los hechos en la Escuela Islas Malvinas parece resurgir en Patagones sin aviso tras una ventisca que cimbra cualquier esquina o sobre la barranca que da al río Negro, bajo los eucaliptus de la plaza Villarino. El dolor no se esfuma ni halla dónde esconderse. Subsiste, como una herida que no cierra ni cicatriza, marcando a fuego las miradas, los silencios y las murmuraciones a la hora de la infaltable siesta. Llegado un nuevo aniversario ni lo recubre la preocupación por el aumento de casos positivos de Covid-19 registrado en las últimas semanas.
"Cada vez que llega esta fecha siento tristeza, impotencia por lo que pudo haber sido evitado. El dolor no, el dolor está siempre entre nosotros", aseguró a LA NACION Marisa Santa Cruz, madre de Federico Ponce, una de las víctimas.
Este año los familiares, como en cada nuevo aniversario, organizaron el evento "Luz para recordar", e invitaron a la comunidad a acercar sus recuerdos en canciones, dibujos o textos a la plaza Piedra Buena, donde existe una instalación conmemorativa de los chicos asesinados.
La declaración de Juniors
Los periodistas Miguel Braillard y Pablo Morosi reprodujeron en el libro Juniors las primeras conversaciones entre aquel chico de 15 años y la jueza de menores Alicia Ramallo, que estuvo a cargo de la causa:
-Hola. ¿Cómo estás? Me llamo Alicia. Soy la jueza que va a trabajar con vos por lo que hiciste. ¿Te sentís bien? ¿Me querés contar qué pasó?
-Eh..., algo me acuerdo. No, no sé, en realidad fue todo muy rápido.
-¡Pero qué barbaridad, querido! ¿Te das cuenta de lo que hiciste a tus compañeros? ¿Sos consciente de la gravedad de los hechos?
-Sí, sí... bah, no sé...
-¿Cómo te sentís... estás angustiado?
-Sí... (respondió, secamente).
-Es terrible... supongo que estarás arrepentido...
-Y... sí.
-Bien, Juniors, aunque no estás obligado, es importante que, si tenés ganas, nos cuentes lo que te pasó a vos.
-Cuando papá salió con mamá me metí en la pieza y saqué la pistola y los cargadores.
-¿El arma estaba cargada? (terció la secretaria del juzgado, y él asintió con la cabeza).
-¿Y después qué pasó? ¿Te fuiste a dormir así nomás?
-No... no dormí nada.
-¿Por qué? ¿Estabas nervioso?
-Tenía escalofríos. Estaba descompuesto...
-¿Y qué hiciste a la mañana siguiente?
-Salí a las siete, me fui caminando a la escuela...
-¿Qué pensabas en el camino?
-...Nada...
-¿Y qué hiciste cuando llegaste a la escuela?
-Entré y me fui a formar la fila para subir la bandera...
-¿Le mostraste a alguien el arma?
-La pistola no... El cuchillo se lo mostré a Dante, un compañero.
-¿Por qué lo hiciste? (por cuarta vez le pidió que levantara la vista y la mirara a los ojos).
-...
-¿Estabas enojado?
-Sí.
-¿Con tus compañeros?
-Sí (dijo, en un susurro).
-¿Con tu familia?
-...También...
-¿Por qué estabas enojado con tus compañeros?
-Me molestan... siempre me molestaron, desde el jardín... Desde séptimo [grado] que pensaba en hacer algo así.
-¿Y cómo es que te molestan?
-Y... me cargan. Dicen que soy raro... me joden porque tengo este grano en la nariz.
-¿Y con tu familia?
-Tuve una pesadilla: yo agarraba un cuchillo y apuñalaba a mi papá. Pero él no se moría, me preguntaba por qué lo había hecho y yo le tiraba una silla y salía corriendo.
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