
Cien años de una biblioteca obrera
Vigencia: la institución fundada por Juan B. Justo cumple hoy un siglo de vida al servicio de la promoción de la cultura.
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Cumple hoy cien años la Biblioteca Obrera Juan B.Justo. Para su celebración se formó una comisión de homenaje presidida por Ernesto Sabato y René Favaloro, a la que adhirieron, entre otros, Susana Rinaldi, Gregorio Weinberg, María Esther de Miguel, Mempo Giardinelli y Héctor Yanover.
"Nunca nadie mereció más ese apellido", expresó Ernesto Sabato a La Nación al referirse al tribuno y estadista que creó la biblioteca partiendo de una idea sarmientina: la de educar al soberano.
El origen de esta entidad consagrada al servicio de la cultura popular se remonta a la fundación del Centro Socialista de Estudios, creado en 1896 por Juan B. Justo, Roberto J. Payró, Leopoldo Lugones, Carlos Malagarriga, José Ingenieros y el artista plástico Ernesto de la Cárcova.
La institución se transformó, a poco de su nacimiento, en el grupo patrocinador de la formación de un caudal bibliográfico, que merced a donaciones y algunas pocas compras fue creciendo de modo considerable. Pronto juzgaron que ese acervo cultural tenía que servir a un ideal y que éste era la educación de los trabajadores. Con ese fin convirtieron el centro en una biblioteca obrera, cuya sede se inauguró el 25 de septiembre de 1897 en un local de la calle México 2070.
A partir de entonces, vio pasar por su recinto a varias generaciones en busca de libros que les permitieran ponerse en contacto con cuanto aspecto de la cultura universal despertase su interés.
La sede funcionó en la calle México hasta 1927. Ese año, construida ya la Casa del Pueblo, en Rivadavia 2150, fue trasladada a una amplia sala del primer piso de ese edificio. Al año siguiente se le adjudicó el nombre de Biblioteca Obrera Juan B. Justo.
El trago amargo
Su larga existencia no estuvo libre de contingencias inquietantes. La peor de ellas fue la ocurrida el 15 de abril de 1953, cuando hordas vandálicas vinculadas con el oficialismo entonces imperante incendiaron las instalaciones y redujeron a cenizas el conjunto de bienes de cultura atesorado durante años de paciencia y de trabajo.
Se perdieron no sólo más de 50.000 volúmenes, sino también valiosos incunables y colecciones completas de periódicos obreros hoy inhallables.
La Biblioteca logró reorganizarse y en 1961 se instaló en el edificio que hoy ocupa, en avenida La Plata 85. Según contó a La Nación Silvia Foster de La Porta, vocal de la comisión que dirige la institución, se logró reponer el material bibliográfico gracias a diversas donaciones y ahora se cuenta con más de 70.000 volúmenes.
Además de la sala de lectura y de un inmenso subsuelo que alberga los libros, funciona un auditorio de 140 butacas en el que cada sábado se brinda una función distinta. Hay variadas actividades culturales: cursos de idioma, yoga, computación, taller literario e historia del cine.
"Aunque nació bajo el impulso de una determinación partidista, la significación de la biblioteca excede los límites de cualquier bandera política", comentó.
La institución no recibe ningún subsidio sistemático, salvo algún aporte esporádico de la Comisión Nacional de Bibliotecas Populares: "Todo se hace a pulmón gracias a la labor desinteresada de mucha gente que nunca dejará de estimar válidos los ideales del fundador de la institución", expresó.
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