Desde que empezó diciembre, casi no pega un ojo. Es temporada alta. Altísima. Hasta el 24 a la medianoche, no tiene un hueco libre. Raúl Espineda es jubilado, tiene 69 años, maneja un flete y forma parte de un grupo de señores de barba blanca que cuando llega diciembre dejan su trabajo de lado para transformarse en Papá Noel con dedicación exclusiva. Se calzan el traje rojo con casi 40 grados de calor y salen a la calle a sacarse fotos y recibir cartitas de los más pequeños.
Todas las Navidades están ahí, en los shoppings, en los supermercados, en las jugueterías, en algún evento corporativo o en la TV, participando de un programa o una nueva publicidad. Van de un lado a otro sin descanso hasta esta medianoche. Porque si alguien los contrata para dejar la bolsa de regalos en el arbolito de una casa particular y hacer una aparición fugaz ante los chicos, ellos dicen que sí. Luego, si hay tiempo, festejarán con su familia.
A Raúl Espineda, este año le tocó ser el anfitrión en el shopping Portal Rosario, en el centro de esa ciudad. "Es como hacer una obra de teatro en continuado. Hay chicos que se acercan sin ningún problema, que me quieren hablar y sacarse fotos. Otros no se animan. Generalmente los más chiquitos. Se paralizan y no hablan. Y siempre tenés alguna madre o padre que los obliga, que incluso los retan porque se ponen a llorar. Creo que hay adultos que no comprenden que el impacto para los chicos es muy grande. Porque para ellos Papá Noel existe. Y ahí está, lo tienen frente a sus ojos", dice Raúl, que recuerda cuando hace ocho años lo descubrieron mientras caminaba por la calle, en Barracas. Estaba entregando un pedido con el flete cuando de repente un hombre se le acercó y le preguntó si quería trabajar de Papá Noel. "Desde los 20 años tengo barba y pelo largo, y nunca me la corté. Ahora la cuido más que nunca, porque para trabajar de Papá Noel es un requisito excluyente", explica.
Cuando se acerca noviembre, los trabajadores del "sindicato de Papá Noel" siempre se reúnen en un mismo lugar: la peluquería de Graciela Ramallo, en Juan de Garay y Alberti. Llegan en grupos y, según cuenta Raúl, en el barrio se arma un alboroto. "Hay clientas que ya nos conocen. Pero están las que nos miran como bichos raros. Y un poco de razón tienen. Porque de repente ven llegar a un grupo de viejos panzones que se quieren teñir de blanco nieve el pelo y la barba. Todos iguales", describe Raúl, que confiesa que para lograr el look Papá Noel tienen que ir a la peluquería más de una vez; en promedio, entre tres y cuatro sesiones.
Se lo escucha cansado, pero Raúl no se queja: confiesa que trabajar de Papá Noel es un trabajo intenso, pero bien pago. Le quedan pocas horas para reencontrarse con su familia. "Mis hijos ya están grandes, pero tengo nietos, y desde que comencé con este trabajo disfruto mucho más de las Fiestas. Una vez me contrataron seis familias que pasaban todas juntas la Navidad, en Quilmes. Llegué a la medianoche en punto y hasta que me fui sentí como si el tiempo se hubiera detenido. La cara de los pibes cuando me vieron fue increíble. Algunos se quedaron petrificados. Es un momento de fantasía muy lindo. Algo único", opina.
Otro miembro del "sindicato de Papá Noel" -y también de la Asociación Argentina de Actores, ya que esa institución agrupa a los señores de barba blanca- es Ricardo Castro. Tiene 63 años y es actor, ceramista y músico. Cuando aceptó el trabajo por primera vez, hace doce años, lo que lo atrapó fue la remuneración económica. Ninguno quiere revelar cuánto le pagan por la temporada, pero como la mayoría son jubilados el ingreso que reciben durante los veintipico de días que trabajan en diciembre significa algo así como "varias jubilaciones juntas", grafican en el rubro.
"Descubrí que es un trabajo extraordinario. Alimentar esa fantasía en los chicos es el mejor trabajo que se puede hacer. Hay nenes que llegan con una cara de emoción que te contagian. Y por más que me disfrace de Papá Noel desde hace doce años, siempre aparece alguna nueva situación que te conmueve", afirma Ricardo, que ya se sacó miles de fotos con los chicos y las familias que este año visitaron el shopping Dot.
En Carlos Giache Producciones se especializan en hacer acciones de Navidad y hace 30 años comenzaron con esta iniciativa. Hoy, la empresa lleva sus representantes a casi todos los shoppings del país, y es una de las principales organizadoras de eventos de la temática. "Hasta último momento seguimos recibiendo llamadas y mails de gente que quiere que Papá Noel le lleve los regalos a su casa", informan desde la empresa, y dicen que no pueden responder a tanta demanda. ¿Cuánto cuesta ese servicio? Varía según el horario, pero se paga entre $8000 y $12.000.
Anécdotas, explica Carlos Bige, tiene muchas. Trabaja de Papá Noel desde 2007 y su traje rojo apareció en varias tapas de revista. Dice que los chicos no solo piden regalos materiales, y eso que tiene que ver con que las emociones son siempre lo que primero se recuerda. Son deseos ligados a los afectos, con el poder que imaginan los chicos que tiene Papá Noel para cumplir cualquier sueño. "'Que mis papás no se separen', 'Que a mi mamá se le vaya el dolor de espalda'", enumera Bige.
Este año, ellos también recibirán obsequios. Porque a la marca Bigbox se le ocurrió agasajarlos en su día con una experiencia renovadora: un día de spa para todos. Mañana, todos dejarán de ser Papá Noel para convertirse otra vez en señores de barba blanca que llaman la atención por su parecido con el original, pero que durante todo el año no solo se dedican a entregar regalos a los niños. También manejan un flete, trabajan en una oficina, una fábrica de pastas o son taxistas los otros once meses del año.
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