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De Fiji a Santa Fe, iguales problemas debido al agua
Un indio, una fijiana y un argentino relataron sus pesares
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LA NACIONLaura Rocha
¿En qué se parecen un habitante de las islas Fiji, un indio y un argentino? En los posibles efectos que el cambio climático produjo en sus vidas. A los tres el avance o la falta del agua, uno de los recursos vitales del planeta, sólo les provoca angustia y padecimientos.
Penina Moce, de Fiji; Anil Krishna Mistry, de la India, y Osvaldo Bonarino, de la provincia de Santa Fe, llegaron ayer a Buenos Aires a la COP10, ayudados por el WWF (Fondo Mundial para la Naturaleza, por sus siglas en inglés), para contar lo que viven y padecen.
Osvaldo Bonarino es intendente de Aarón Castellanos, localidad que vive de la agricultura y la ganadería. Entre esa población y Diego de Alvear está la laguna La Picasa, que en menos de una década pasó de tener 1000 hectáreas a más de 30.000. "Todos los campos de los pequeños y medianos productores quedaron bajo el agua. Hay gente que perdió todo", contó. Las lluvias y la inundación que sufrió Santa Fe en 2001 sólo dejaron calamidades. "Hay territorios inundados hace mucho tiempo y para recuperar esos suelos, deberán pasar más de 20 años", continuó.
Los pobladores intentaron aprovechar el espejo de agua para la pesca de pejerreyes, pero el mal manejo provocó que la especie esté casi en extinción. "No hubo controles ni un buen manejo del recurso. Es importante pensar bien lo que hacemos los humanos. Nosotros mismos provocamos esos desastres", dijo Bonarino. Según los informes meteorológicos, hasta marzo del año próximo no se producirían lluvias que empeoren la situación. Las autoridades santafecinas negocian con las bonaerenses para bombear parte del agua de la laguna por un canal construido hace seis años.
"Ya se puso en marcha la licitación para recuperar la ruta 7 -que atraviesa el país de Este a Oeste-, y para 2007 está prevista otra canalización, la "alternativa sur". Esas obras podrían evitar que se repita el pico máximo de 2001, cuando alcanzó las 50.000 hectáreas", agregó esperanzado Bonarino.
De cazador a concientizador
Anil Krishna Mistry sufre igual que Bonarino. Hace muchos años era un cazador furtivo en el delta del río Ganges, al este de la India. No sabía qué era el cambio climático, pero con observar a su alrededor se percató de que su hábitat cambiaba. Un tiempo después, la gente de su pueblo comenzó a abandonar la isla porque las catástrofes naturales eran cada vez más frecuentes. Anil ya no caza más, se dedica a generar conciencia e impulsar el conservacionismo. Todavía no entiende bien qué es el calentamiento global, pero sabe que el clima cambió, también los vientos, las temperaturas, y que aumenta el nivel del mar. "El agua salada sube e invade las zonas cultivadas y nuestras tierras, única fuente de sustento, se vuelven menos productivas", dijo. De las 102 islas que forman el delta del Ganges, 42 están habitadas. Anil no quiere dejar su lugar, pero teme que no le quede otro remedio. "Tengo dos hijos de 10 y 6 años, y por ellos quiero pedir a la gente importante en esta reunión que nos escuche", finalizó.
A Penina Moce y a la isla de Kabara, una de las 300 que comprenden el estado de Fiji, las desvela la falta de agua. Las precipitaciones disminuyen año tras año. "Nosotros dependemos de la lluvia para tener agua potable, lavar la ropa y asearnos, y también para la agricultura. Sin lluvia no hay cultivos, no hay vida", contó.
En su pueblo siempre hubo dos estaciones bien marcadas, una seca y otra húmeda. Pero desde hace un tiempo el período húmedo se acortó, se quedaron sin agua. La isla no tiene ríos que la crucen, y hubo que recurrir a los antiguos pozos, donde el agua dulce se mezcla con la salada. La ayuda oficial es poca o nula. "Sólo ayudan a las islas grandes", se lamentó Penina. Según se informó, la WWF construirá más tanques de agua con el fin de almacenarla en las épocas de lluvia.
Otro problema es que Kabara está un metro por encima del nivel del mar, y con una pronunciada erosión costera. "Los cultivos, especialmente de batata, tapioca, repollo y coco sólo pueden hacerse en la tierra cerca del mar porque toda la isla tiene un suelo rocoso", dijo Penina.
Los habitantes de Fiji relacionaban los cambios con cuestiones religiosas. Sólo un trabajo de concientización de la ONG les permitió comprender que la actividad del hombre influía en el cambio climático. "Somos custodios de la tierra y tenemos que aprender a cuidarla -dice Penina-. Mi misión en esta convención es alertar, porque muchos de los problemas que tiene Fiji son culpa de estos grandes países. Sólo quiero que nos ayuden."
Por Laura Rocha
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