Delfi, la labradora que acompaña y da movimiento a una docente con atrofia muscular espinal
Tan fundamental como su silla de ruedas, la perra aprendió comandos básicos para hacerle la vida más fácil y darle su amor incondicional
Para los amantes de las mascotas, los beneficios que trae tener una son infinitos. Desde disfrutar de una invalorable compañía, sentir la protección del hogar y tener siempre con quien jugar. Miles de atractivos inclinan la balanza al lado positivo al momento de evaluar la posibilidad de sumar un nuevo integrante a la familia.En el caso de Delfi, los pros son mayores todavía, en especial por la incalculable ayuda que le brinda a Águeda Fernández, su dueña, ama y amiga.
Águeda sufre AME, atrofia muscular espinal, por lo que precisa ayuda para realizar gran parte de los movimientos de su cuerpo. Si bien se traslada en silla de ruedas, es Delfi quien la asiste constantemente, hasta el punto de volverse prácticamente imprescindible.
La perra la eligió a ella
Hoy con tres años, la labradora negra Delfi llegó a la vida de Águeda hace 18 meses, tras un largo proceso de entrenamiento y preparación. “Fue amor a primera vista –rememora Águeda- desde el primer momento sentí que nos entendíamos, y de parte de Delfi igual; ella había tenido intentos con otros postulantes, pero no había congeniado. En cambio conmigo fue inmediato, a la primera orden me hizo caso”.
A través deFAME (Familias Atrofia Muscular Espinal de Argentina) se contactó con la gente de Bocalán, quienes son precursores en el adiestramiento de perros de asistencia en el país. Fueron ellos quienes vieron también en Águeda a la compañera ideal para Delfi. “El acoplamiento entre cada usuario y su animal es hermoso, pero a la vez estresante; requiere de mucha disciplina, paciencia, y sobre todo amor”, cuenta Fernández.
La joven es docente en la Universidad Nacional de Quilmes, adonde concurre diariamente en compañía de la fiel Delfi: “Ella abre la puerta cuando tocan, me acomoda los pies en la silla, prende y apaga las luces, levanta cosas del piso… su ayuda es invalorable”, enumera Águeda. Incluso en cuestiones que requieren mayor compromiso físico, como erguirle la cabeza cuando cae, Delfi resulta un sostén fundamental.
Una alumna prodigio
El entrenamiento y la educación de Delfi resulta una tarea constante, diaria, de manera que paulatinamente pueda ir incorporando nuevas acciones que asistan a su dueña. Los comandos, cuenta, consisten en palabras directas, no frases, que se repiten hasta que animal logra incorporarlas. Una vez logrado, la acción queda fija y no hay necesidad de volver a enseñarle; su capacidad de aprendizaje es inmensa y sorprendentemente rápida. “Me da muchísima seguridad tenerla cerca, especialmente cuando ando por la calle, sé que ante cualquier imprevisto ella puede auxiliarme en cuestiones básicas”, explica la docente.
Resulta llamativa la actitud de Delfi cuando tiene puesto su chaleco “de trabajo”, momento en el que está abocada cien por ciento a la atención de su dueña, en guardia permanente. En esa circunstancia, explica Águeda, no disfruta de los mimos típicos y de los juegos característicos de un labrador, ni siquiera se permite hacer sus necesidades; está atenta a cualquier orden, en alerta, aunque tranquila. Una vez que su labor se toma un descanso y su chaleco le fue quitado, las obligaciones dan lugar a cuanta caricia se ofrezca.
Es por esto que los perros de asistencia suelen “jubilarse” relativamente jóvenes: su trabajo les exige un enorme desgaste físico y de atención. De todas maneras, desde Bocalán el seguimiento es constante, a fin de asegurar la salud del animal y la tranquilidad de su amo.
De todas maneras, tanto a Águeda como a Delfi, se las ve felices, con una comunión especial, que en muchas ocasiones no precisa de palabras para comunicarse. Águeda estudia, trabaja, viaja y tiene una vida social muy activa. Delfi llegó hace un año y medio a su vida y desde entonces su ayuda se volvió imprescindible, pero además dotó su día a día de mayor alegría y confianza.
“Lo más importante es que ella me eligió a mí, no yo a ella”, dice Águeda para ilustrar la base de esta relación. Echada a sus pies, sin su chaleco pero igualmente atenta a las palabras de su amiga, Delfi la escucha y la mira con paz, con esos enormes ojos marrones que transmiten el amor y la seguridad que Águeda agradece.