Dermatitis atópica: la enfermedad que afecta el rendimiento laboral y la interacción social y sigue siendo invisibilizada
Chicos y adultos con esa afección dermatológica enfrentan a diario distintos problemas que van desde el subdiagnóstico hasta el alto estrés
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No es contagiosa, pero se la llega a confundir erróneamente hasta con la sarna. Es más común que lo pensado, aunque las cremas o emulsiones para aliviar la picazón o las lesiones de la dermatitis atópica en la piel todavía se consideren de uso cosmético, con altos costos y sin la cobertura de otras enfermedades crónicas.
“Es una enfermedad completamente invisibilizada”, sostuvo Carla Castro, jefa de la Sección de Dermatología Pediátrica y coordinadora de la Unidad de Dermatitis Atópica del Hospital Universitario Austral.
Ausentismo escolar, disminución del rendimiento laboral y baja participación social, junto con un constante peregrinar en el sistema de salud por retrasos en el diagnóstico o la falta de turnos y un alto nivel de estrés familiar están entre los principales problemas que a diario enfrentan chicos y adultos con esa afección dermatológica, según coincidieron Castro y Valeria Angles, jefa de la Sección de Dermatología Infantojuvenil del Servicio de Dermatología del Hospital Italiano.
Ambas compartieron con Mariana Palacios, presidenta de la Asociación Civil Dermatitis Atópica Argentina (ADAR), experiencias extremas con pacientes que llegan a ser víctimas de bullying o discriminación cuando el eczema es visible en el cuerpo. Según indicó Angles, a partir de un relevamiento de su hospital, hay un 4% de los chicos y un 18% de los adultos en tratamiento psicológico o psiquiátrico por algún problema asociado.
“La mayoría sufre discriminación en la escuela o, los adultos, en sus actividades diarias. Los pacientes tenemos mucha información para brindar. Lo que siempre pedimos es que se pueda difundir para que la población se informe y que los profesionales de la salud, también, se capaciten porque hay muchas personas con este problema”, dijo Palacios, que es madre de una paciente y trabaja en un establecimiento educativo.
Ahí, intenta contrarrestar la falta de información, derribar mitos y reducir la estigmatización, que suele ser más frecuente que lo esperado en la actualidad como sigue pasando con otras enfermedades de la piel.
Como explicaron las especialistas, la dermatitis atópica es la enfermedad inflamatoria crónica cutánea más frecuente. Causa sarpullido, picazón intensa, dolor, enrojecimiento y sequedad de la piel de la cara, el cuero cabelludo, los brazos, las manos o los dedos, las piernas o el torso. El diagnóstico es clínico y, cuando hay que descartar otras enfermedades, se avanza con otros estudios. Ambas especialistas coincidieron en que “no siempre es fácil”, de ahí su subdiagnóstico.
Las estimaciones, de acuerdo con distintos estudios hechos en el país y la región, indican que afecta a entre el 5 y 9,7% de los chicos y los adolescentes (con proyecciones que hablan de hasta un 20 y 30% en esa población) y el 3% de los adultos. Pero Angles aclaró que “sin dudas, hay más casos”, al referirse al subdiagnóstico existente.
Calidad de vida
La profesional destacó la picazón, el dolor y la alteración del sueño entre los principales factores que reducen la calidad de vida de los pacientes, al afectar el rendimiento escolar y laboral o la interacción social. Un 65% de los participantes del relevamiento del Italiano refirió que la enfermedad interfiere en la intimidad y las relaciones sexuales.
El cuidado de la piel para prevenir brotes alcanza también a los productos de higiene diaria y hasta la ropa, sábanas o toallas, que tienen que ser de algodón.
“Existe un porcentaje importante de pacientes con la enfermedad no controlada”, destacó Castro, tras referirse a cómo se va escalonando el tratamiento a partir de la respuesta en cada caso, que puede ir de leve a grave. Se utilizan cremas hidratantes o humectantes para reconstruir las microfisuras que aparecen en la pared de la piel, pomadas con medicamentos, como corticoides, para tratar lesiones en particular o, si están más extendidas en el cuerpo, terapias como la fototerapia o el uso de fármacos inmunosupresores en los casos más graves. }
“Vimos que un 84% de los pacientes con enfermedad leve a grave estaba recibiendo tratamiento y, aun así, no tenía un control completo de la enfermedad”, mencionó Castro, al citar datos locales, y antes de referirse a dos nuevos productos que aprobó la Anmat. “Había una falta de terapias más específicas”, señaló.
Uno es un ungüento antiinflamatorio autorizado a partir de los tres meses de edad para tratar las formas leves de la enfermedad. Según explicó la especialista, restaura la barrera cutánea que está alterada y eso reduce el riesgo de que se produzcan las lesiones. Otro es un medicamento en comprimidos de uso diario, a partir recién de los 12 años y “bajo estricta supervisión médica”, según continuó Castro, para las formas moderadas a graves: inhibe un tipo de enzimas (JAK1) a nivel celular asociadas con la producción de sustancias proinflamatorias que desencadenan la dermatitis atópica. Ambos productos son de Pfizer, que convocó a la conferencia de prensa en un hotel del centro porteño en la que participaron las especialistas y la presidenta de ADAR.
“El acceso a la atención siempre es un problema para los pacientes. Nos pasa con todas las enfermedades cutáneas crónicas, que no reciben la cobertura como otras enfermedades crónicas. Necesitamos que el tratamiento dermatológico en estos casos cuente con un 70% de cobertura o del 100% si se trata de una terapia de alto costo”, dijo Anglo. “El tratamiento precoz y el control desde el inicio cambia la calidad de vida de los pacientes y, sin dudas, mejora su sistema inmunológico.”
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