De todos modos, iba a ser un año cargadito para Pirelli.
Al fin y al cabo, después de 50 años de existencia, el calendario pin-up (apodado "the cal"), que se hizo famoso por sus desnudos soft con aura de expresión artística y exclusividad se había embarcado en un proceso de cuatro años para reinventarse a sí mismo y ser un testimonio fotográfico con consciencia de los cambios sociales.
Todo empezó en 2015, cuando Annie Leibovitz fue convocada para repensar la edición 2016 del calendario, y eligió un elenco de mujeres con grandes logros personales, incluidas Ava DuVernay y Agnes Gund, para mostrarlas casi totalmente vestidas en retratos que reflejaran el auge de las "heroínas".
La edición del año siguiente presentó los retratos realizados por Peter Lindberg de celebridades de todas las edades, incluida una Helen Mirren de 71 años, en todo su esplendor sin retocar. La edición 2018 estuvo a cargo de Tim Walker, con una recreación de Alicia en el País de las Maravillas con un elenco enteramente afronorteamericano, en el estilo de Edward Enninful, el primer editor negro de la Vogue británica.
Pero entonces apareció Harvey Weinstein, se desató el movimiento #MeToo, hubo más candidatas que nunca a cargos públicos en Estados Unidos, y se hizo imposible no pensar en lo que haría Pirelli a continuación.
Volver atrás no era una opción (Victoria’s Secret, que intentó seguir mostrando a sus modelos en ropa interior sin introducir cambios por el empoderamiento femenino, sufrió una pronunciada baja en sus ventas durante este año). El Calendario Pirelli fue hijo de la revolución sexual. Y ahora que atravesamos otro tipo de revolución sexual, el calendario, al menos en teoría, tendría que reflejar esa nueva realidad. La pregunta era cómo.
Esta semana, al menos en parte, la respuesta quedó al desnudo. Y no es un juego de palabras.
"No quería arrastrar a un grupo de modelos a la playa y pedirles que se sacaran la ropa", dice Albert Watson, el fotógrafo escocés de 75 años a cargo de la edición 2019. Watson es uno de los más laureados creadores de imagen de su generación, tan famoso por sus tapas de Vogue como por sus retratos de Alfred Hitchcock con un ganso muerto y del rapero Tupac Shakur con un arma en la mano. "Eso está pasado de moda", dice Watson. "Me interesaba más contar la historia de cuatro mujeres diferentes."
Queda claro por qué Pirelli pensó que era el hombre indicado para llevar el calendario un paso más allá en su función de testimonio social. El problema es que ese paso terminó siendo más bien un paso al costado.
Los soñadores
Esta vez, el tema del calendario son los "dreamers", los soñadores. El problema es que esos "dreamers" no son los que están en el primer plano de la agenda política y mediática actual –los jóvenes inmigrantes indocumentados que ingresaron a Estados Unidos para poder perseguir sus sueños–, como podría hacernos pensar la reciente tendencia de Pirelli de ocuparse de los temas de candente actualidad. Por supuesto que el subtexto social también está, pero en muy baja intensidad.
El calendario 2019 está compuesto de cuatro mini-crónicas de cuatro personajes que persiguen la pasión de sus vidas, no de la carne, sino del alma. Una de esas crónicas muestra a Misty Copeland, primera bailarina del American Ballet Theater, como una aspirante a bailarina que vive con su novio y aspirante a bailarín, interpretado por Calvin Royal III, solita de la misma compañía de danza. En ese relato, el personaje de Misty hace baile del caño en un bar de desnudistas para llegar a fin de mes.
En la segunda crónica, la modelo y actriz francesa Laetitia Casta interpreta a una aspirante a pintora que retoza en una casa rodante y en un monoambiente ruinoso con su novio, interpretado por el tatuado bailarín ucraniano Sergei Polunin.
Después está la historia de una aspirante a fotógrafa botánica interpretada por Julia Garner, la actriz de Ozark. (Y según parece por las fotos, el propio Watson parece estar pasando por un periodo de interés por la naturaleza.)
Y finalmente está Gigi Hadid, que interpreta a una heredera sin ataduras que tiene un amigote de traje negro interpretado por el diseñador Alexander Wang.
El calendario, que incluye varias fotos de cada historia y que es mucho más largo que el estándar usual de 12 páginas, tiene la impecable producción que ya se espera de Pirelli y que ya ha merecido tres libros antológicos: The Pirelli Calendar: The Complete Works, 40 Years; The Pirelli Calendar: 1964-2001, the Complete Works; y The Calendar: 50 Years and More.
Las locaciones de esta nueva edición son de un lujo deslumbrante: un jardín de Miami que estalla de flores y desbordante vegetación, un piso en un rascacielos multimillonario con alfombras de pelo largo y una impresionante vista de Nueva York de noche, un monoambiente inundado de colores sepia y un romanticismo decadente.
No hay desnudos incitantes, aunque hay varios momentos de lencería atmosférica. (Y parece que Copeland fue tan convincente en su baile del caño, que al final de la sesión fotográfica, el dueño del club nocturno que sirvió de locación le preguntó a Watson si podía contratar a la joven para trabajar en su local.) Los avances, las demoras y la seducción de perderse a uno mismo en la búsqueda de la realización artística personal son palpables en cada detalle.
Los bordes de la cursilería
Pero estamos en una época nueva, y esas son historias viejas. Pirelli siempre ha jugado con los bordes de la cursilería (mujeres posando como estatuas griegas, y esas cosas), con una mirada irónica sobre las fantasías masculinas, y todo eso era parte de su atractivo. Y también es cierto que el modo en que definimos el éxito y los logros personales forma parte del debate cultural actual.
Pero hay una especie de nostalgia –Watson dice que el 95 por ciento del vestuario son prendas vintage– que permea toda la imaginería y la desvía de las urgencias sociales que en los últimos años sirvieron para actualizar, y de algún modo también para expiar, los años de impudicia de Pirelli.
Tal vez mantener ese impulso innovador era imposible desde el principio. Y no quedan dudas de que un giro drástico corría el riesgo de ser interpretado como oportunismo. Ciertamente, por el modo en que Pirelli concibió el calendario, casi en la prehistoria, era inevitable que nunca tendría control absoluto del producto final.
Lo que atrajo a fotógrafos famosos, como Watson, a prestar su reputación para un tipo de trabajo que en otras circunstancias no necesariamente les interesaría (en pocas palabras, un calendario de chicas con poca ropa para una empresa de neumáticos), y que a su vez atrajo a modelos y celebridades emblemáticas que no necesariamente se desnudarían para un calendario, era que Pirelli les entregaba las daba pleno dominio sobre todos los aspectos creativos, o sea que la empresa los dejaba hacer lo que querían.
Watson, que tiene casi tanto poder en el mundo de la moda como en el de la fotografía, dice que esa libertad y el presupuesto para financiar esa libertad no son frecuentes. Pero también significa que si en vez de interesarse en mostrar el reverso de las antiguas estructuras de poder, a Watson le interesó más enfocarse en el retrato y mostrar a los personajes bajo esa luz (en realidad, bajo muchas luces de diferente tipo), esa fue también su decisión y su prerrogativa.
Marco Tronchetti Povera, director ejecutivo de Pirelli, dice que el propósito del calendario es "marcar el paso del tiempo", capturando en imágenes los temas y obsesiones que definen cada momento. Pero eso a su vez también significa que es imposible no pensar que nuestro tiempo demanda que este tipo de artefactos culturales, como el calendario, una de cuyas raíces es la fetichización del cuerpo de la mujer, en realidad va a contrapelo de su propia historia.
El Calendario Pirello 2019 será celebrado, como suele suceder, por los coleccionistas. Las mujeres que muestra son más sujetos que objetos, y eso es un paso adelante. Pero es un cambio sutil. Y francamente, ya no es tiempo de andarse con sutilezas.
The New York Times
(Traducción de Jaime Arrambide)
Vanessa Friedman
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