El cerebro de Einstein, punto de partida
Investigadores argentinos subrayan que aún se desconoce qué relación tiene el tamaño cerebral con la capacidad cognitiva
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¿El genio nace o se hace? ¿Más es mejor? Y, en ese caso, ¿más de qué, más neuronas, más conexiones neuronales, más neurotransmisores?
Estas son algunas de las preguntas que sugiere el anuncio, difundido ayer por investigadores canadienses, de que en el cerebro del físico alemán Albert Einstein una zona que se presume dedicada a las operaciones lógico-matemáticas es un 15% mayor que en los mortales comunes y corrientes.
Como era de esperar, la inteligencia del creador de la teoría de la relatividad viene cautivando a los científicos desde que él se encontraba con vida. Por eso -no bien tuvieron su cerebro literalmente entre las manos - se abocaron a escudriñar sus más recónditos secretos.
"Ya en 1985 se publicó el trabajo de Marian Diamond y Thomas Harvey titulado On the brain of a scientist: Albert Einstein ( Acerca del cerebro de un científico: Albert Einstein , en Experimental Neurology ) -precisa el neurólogo Conrado Estol-. Ellos contaron las neuronas y la glia (es decir, el tejido de sostén), en las áreas 39, donde se cree que convergen la audición, la visión, etcétera, y que por eso se relaciona tradicionalmente con la inteligencia; y la 9, que interviene en la resolución de problemas, el planeamiento, las funciones superiores del cerebro que nos distinguen de los animales."
Efectivamente, los investigadores encontraron que el cerebro de Einstein presentaba un 73% más de células gliales que los casos de control. Como actualmente se cree que la glia aumenta en respuesta a una mayor actividad neuronal, ese estudio teóricamente podría indicar un mayor rendimiento intelectual.
Sin embargo, "con respecto al volumen -aclara Estol-, hasta ahora no ha habido acuerdo acerca de que tenga una influencia directa en la función. Si así fuera, los hombres, que poseen en promedio un cerebro significativamente mayor que el de las mujeres, tendrían que ser más inteligentes. Y yo soy de los que piensan que es justamente al revés", bromea.
Calidad o cantidad
Hoy se sabe que si se le realiza un mapeo cerebral a un individuo antes y después de un entrenamiento manual, la zona del cerebro involucrada en esa tarea se extiende en relación con el resto, pero no hace que el cerebro aumente de volumen.
"Se incrementan las conexiones, pero no el tamaño -explica el doctor Oscar Gershanik, director científico de la Fundación Thomson-. Si existiese una correlación entre tamaño y densidad sináptica podríamos hacer una especulación acerca de la influencia que la forma tiene en la función, pero por ahora no hay una doctrina fehacientemente demostrada al respecto. Es un dato interesante, pero hay que tomarlo sólo como punto de partida para seguir investigando."
El doctor Jorge Colombo, investigador principal del Conicet, director del Programa de Neurobiología Aplicada (Pruna) y uno de los que han tenido una porción del cerebro de Einstein ante su microscopio, coincide y apunta que en la historia de la medicina se conocieron cerebros muy grandes que pertenecieron no a genios sino a... asesinos.
"La información que se ha dado a conocer es muy general -afirma-. Se dice que la zona estudiada excede el tamaño standard, pero habría que saber, por ejemplo, con individuos de qué talla se la compara, porque las variaciones son muy grandes, no sólo entre individuos sino también en una misma persona. Es cierto que el cerebro posee una gran flexibilidad y que puede redistribuir sus circuitos y sus sinapsis en relación con el uso que se hace de él. Pero uno no puede advertir esos cambios desde afuera. No conozco el procedimiento que usaron en este caso, pero guardaría una discreta prudencia. Es un punto de partida interesante para explorarlo, pero no para darle un valor trascendente."
Las dos caras de la moneda
Un detalle interesante de este tema es que mientras los investigadores canadienses buscan las claves ocultas de la inteligencia en los pliegues del cerebro de Einstein, en el otro polo teórico se postula que, como solía repetir Picasso, el genio es 99% de transpiración y 1% de inspiración.
Michael Howe, psicólogo de la Universidad de Exeter, Gran Bretaña, asegura en un libro de próxima aparición que las mentes brillantes no son producto de la genética sino de la práctica, la persistencia y la suerte.
Como suele suceder, probablemente la verdad no se encuentre en ninguno de los dos extremos. "Hay dos mitos sobre el genio -afirma el doctor Antonio Battro, doctor en psicología y especialista en niños superdotados-.Uno es que es totalmente innato y otro que es totalmente adquirido. Hoy sabemos que el genio es consecuencia de una interacción permanente entre lo biológico y lo cultural: existe una base biológica para el talento superior (pero que no se hereda) y reconocemos que es necesaria (pero no suficiente) una ejercitación intensa para desarrollar cualquier habilidad intelectual superior." Y agrega: "La existencia de diferencias anatómicas es siempre interesante. Pero en realidad no importa tanto la cantidad de cerebro sino su calidad; es decir, su arquitectura propia, el tipo de conexiones que se crean en las redes neurales. Esta arquitectura no está predeterminada en todos sus detalles, sino que se modela con la experiencia personal. El misterio estriba precisamente en esta relación entre el código biológico y el cultural".
Todo indica que, más allá de los recientes hallazgos científicos, la controversia continúa. Por algo el cerebro es considerado el objeto más complejo del universo.
Claves de la inteligencia
El interés por hallar el sustrato biológico de la inteligencia viene de lejos. Y es comprensible, porque esto permitiría explicar el caso de las personas que se apartan del camino considerado normal.
Nuestro premio Nobel Bernardo Houssay, por ejemplo, ingresó en la Universidad a los 14 años. Sin embargo, según el doctor Battro, "hay mitos acerca del cerebro y la inteligencia que complican el panorama. Uno de ellos -explica- es que un cerebro más grande es más inteligente. Sin embargo, dentro de ciertos límites, no hay correlación alguna entre la cantidad de materia cerebral y la calidad intelectual de una persona. Por ejemplo, Luis Pasteur realizó gran parte de sus experimentos fundamentales después de haber sufrido una importante lesión cerebral, con una pérdida significativa de neuronas. Por otra parte, muchos niños que han sido sometidos a una resección quirúrgica muy amplia o total de un hemisferio cerebral como tratamiento por un tumor o epilepsia grave se desarrollan normalmente con medio cerebro".
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