"El sueño del equipo de fútbol propio"
Así viven los Armetta la llegada de cuatrillizos, pero admiten las dificultades por ser tantos
lanacionarFelicitas García Herrero asegura que su familia cumple con el sueño de tener el equipo de fútbol propio. "Hasta tenemos nuestra propia banda de música, los Danger Four", bromea José Luis Armetta, el padre de Mía, Julia, Fermín y Jerónimo, todos de tres años.
José Luis es músico, y sus hijos no tardaron en demostrar que habían heredado la misma pasión. En el entrepiso de la casa que tienen en Martínez, los "Danger Four" ejecutan una zapada: Julia en el teclado, Fermín en el bajo, Jerónimo en la batería y Mía, "la rubia", en la voz.
Felicitas es abogada y vivía con su esposo, José Luis, desde hacía seis años en Barcelona. Vino al país para hacerse un tratamiento y nunca más pudo volver: "Me quedé recontraembarazada. Tuvimos que mudarnos para acá, donde teníamos familia y amigos, porque si no, era imposible", contó.
Durante los meses siguientes, subió unos 20 kilos y tuvo que hacer reposo para que sus hijos crecieran dentro de ella la mayor cantidad de semanas posible. Así y todo, a la semana 33, Felicitas llegó a su límite y se programó la cesárea.
"Las mujeres de la familia vinieron todas a ayudar. Lo mismo que mis amigas. Pero a los hombres les da como una especie de fobia, a ver si es contagioso", bromea Felicitas, que desde el año pasado volvió a trabajar. Ingresó en una fiscalía de instrucción en Tribunales. "Económicamente lo necesitás, somos muchos. Cada día tomamos cinco litros de leche", explica.
Cada uno es especial
Felicitas y José Luis se turnan para quedarse con los chicos. El los lleva al jardín y ella los va a buscar. "Te tenés que organizar, todo es en serie. Pero a la vez hay que conseguir que cada uno se sienta especial, único y mimado por sus papás", cuenta ella mientras prepara la merienda para todos.
Todo el barrio los conoce. Viven muy cerca de Unicenter, pero saben que si van al shopping es una pregunta cada cuatro pasos. "¿Son todos tuyos? ¿Cómo hacés? ¿Son parecidos?" La batería de preguntas es tan poco original que Felicitas hasta pensó en armar un folleto explicativo para entregarlo a la gente que la cruza por la calle.
"La gente tiene buena onda, lo que pasa es que le llama la atención", resume José Luis.
"Te comunicaste con la casa de Tomás, Joaquina, Nina, Lola, Carlos y Gisella", repite una y otra vez el contestador de la casa de Carapachay. Ocurre que para comunicarse con Gisela Raffaele, madre de cuatro bebes de siete meses, hay que darle tiempo para que llegue al teléfono.
Cuando Gisela se enteró de que estaba "tan embarazada", no pudo dormir por una semana. Ella y Carlos Colombo habían iniciado un tratamiento para tener un bebe. "Uno siempre piensa en uno", dice. Pero gracias a la estimulación ovárica, en su útero fecundaron cuatro.
"El test de sangre me había dado tan alto que el médico me dijo que no podía ser. Empecé a buscar en Internet y me enteré de que ese valor significaba embarazo múltiple, y yo estaba al tope. No pude dormir hasta que me hice la eco, y efectivamente eran cuatro", cuenta Gisela, que tiene 32 años.
Fue todo un shock . "Mirás el monitor y decís: «No puede ser»", aporta Carlos.
Como era un embarazo de alto riesgo, a los tres meses le prohibieron a Gisela desde caminar y viajar en auto hasta tocarse la panza, que ya era enorme, porque eso provoca contracciones. El movimiento que sentía ahí adentro era imparable. "Sentía que los tenía por los costados", dice.
Un mes después del nacimiento, cuando todos salieron de la clínica, el dúplex de los Colombo se convirtió en una nursery . La casa tenía que estar entre los 23 y 24 grados. Y era impensable salir. De hecho, los bebes nacieron el 4 de julio y la primera vez que Gisela dejó su casa fue a fines de octubre.
Hace un mes, los bebes comenzaron con comidas sólidas, lo que obliga a los padres a organizarse en serie con las papillas. Hasta hace poquito compartían las cunas de a dos, y al principio dormían todos juntos.
Ocurre que están tan acostumbrados a estar juntos que necesitan el contacto y la proximidad física de sus hermanos. Tomás ya se sienta solo y las bebas rolan. Eso sí: basta que uno empiece a gritar para que el mismo sonido corra como reguero de pólvora en boca de los hermanitos.
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