
En plaza Serrano, una hinchada atípica
Siguieron a la selección fans de diversos países
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"Como nuestra selección [Colombia] quedó fuera del Mundial, decidimos organizar un viaje a la Argentina para alentar a nuestro segundo equipo nacional favorito desde Buenos Aires", dijeron a La Nacion tres jóvenes colombianos en las afueras de un bar en la plaza Serrano, en el barrio porteño de Palermo, durante el entretiempo del partido debut de la selección argentina.
Otro bar de la zona, Malas Artes, fue el epicentro de alemanes, norteamericanos y algunos brasileños, entre otros extranjeros simpatizantes de la selección argentina que eligieron este lugar para disfrutar del que finalmente fue un triunfo por 1 a 0 sobre los nigerianos.
En ese bar se preparó The best worldcup party (la mejor fiesta de la copa mundial), que incluye la transmisión de los partidos del mundial, con shows, sorteos y animación. Se presentan videoclips de las estrellas de los seleccionados de la Argentina, Brasil, Alemania, Estados Unidos, Inglaterra, España, Italia y Francia.
Quien dirige el show es el alemán Torsten Wille, que ayer lució la camiseta del seleccionado germano y se movía sonriente por todo el bar, mientras repartía banderas y alentaba a los parroquianos a entonar el clásico cántico de aliento: "Vamos, vamos, Argentina..."
Con café con leche, medialunas, jarras de cerveza, nachos con guacamole y tacos, los comensales-espectadores comenzaron a revertir el frío matinal.
Otro punto de interés que estuvo repleto de gente dentro de esa zona fue el bar Crónico, que, mucho antes de las 10, ya había abierto sus puertas para recibir un público distinto. "Siempre vienen los hombres a mirar fútbol mientras sus mujeres compran en la zona. Hoy [por ayer], en cambio, vinieron todos juntos", dijo a La Nacion una de las camareras del lugar.
Fueron pocos los artesanos que durante las horas del partido se detuvieron a trabajar en la plaza Serrano. También los locales de ropa estaban casi vacíos.
Una de las solitarias compradoras era una joven australiana que, pasado el mediodía, caminaba tranquila bajo la lluvia con un paraguas y dos bolsas con compras recién hechas. Al llegar a la esquina del pasaje Santa Rosa y la calle Borges, se encontró con el bar Crónico, repleto de personas que alentaban a la Argentina.
Faltaban más de 35 minutos para el final del encuentro, y la joven no resistió la tentación y se paró junto a la vidriera para ver el cotejo. Permaneció allí inmóvil, con la mirada fija en un televisor que daba a la calle. Sólo el pitazo que anunció el final del match la sacó de su estado de hipnosis y siguió recorriendo el colorido paseo que ayer asomaba blanco, celeste y... gris.






