La avenida Avellaneda cambia de piel: del reino mayorista a la fiebre importadora que redefine la moda en Flores
El corredor comercial atraviesa una nueva transformación con el desembarco masivo de ropa fabricada en China; también hay algunos locales que ya venden productos de plataformas como Shein
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Apenas pasaron diez minutos de las ocho y la avenida Avellaneda se mueve con la precisión de una maquinaria conocida. Hay camionetas descargando bultos, personas con changuitos para hacer las compras, vendedoras acomodando pilas de jeans y adolescentes que, a pesar de ser sábado, hicieron el esfuerzo de levantarse bien temprano para reponer outfits de cara al verano. La postal es familiar en esta zona del barrio de Flores, pero la oferta que estalla desde las vidrieras es distinta.
Desde hace algunos meses −coinciden en todos los comercios consultados por LA NACION en una recorrida por el barrio− este polo comercial a cielo abierto vive una transformación acelerada marcada por un cambio que hoy todos mencionan: la importación. La presencia de ropa procedente de China ya no se limita a algunos locales premium de la calle Helguera, como sucedió inicialmente. Ahora, la misma dinámica se extendió por toda la avenida y sus calles aledañas, como Cuenca, Argerich o Aranguren. Y basta con entrar y preguntar a los vendedores de los locales para confirmar la tendencia.
En Arigato, por ejemplo, una tienda de indumentaria y calzado sobre Avellaneda y Argerich, hay trajes de lino importados, que parten de los 170.000 pesos. También están las versiones nacionales, de otra tela y confección, que tienen un precio más económico que arranca en los 140.000 pesos. En Cal & Arena, que se caracteriza por jeans con mucho diseño, conviven prendas nacionales con otras fabricadas en China, que también según la vendedora tienen diseño propio.
En la búsqueda de exclusividad
“El cambio en los últimos meses fue notorio y la presencia de ropa importada creció muchísimo en Avellaneda −coincide Jennifer Szuster, una de las influencers de moda que mejor conoce la zona y comparte contenido en Instagram desde su cuenta @tipsalavista−. Muchos dueños de marcas viajan a China una vez por año para producir sus dos colecciones allá. Los costos son menores, sienten que la calidad es superior y les permite traer modelos exclusivos que no se repiten en cada local”.
La búsqueda de exclusividad, dice, además de la conveniencia de precios, es una de las razones por las que la importación dejó de ser excepción y pasó a ser norma. “Antes la minoría tenía importado. Ahora son muchísimos los que venden importado o un mix. Y la ropa importada suele destacarse por diseño y terminación, y es muy similar a lo que podés encontrar en los shoppings tradicionales”, afirma la creadora digital, que tiene casi 800.000 seguidores que siguen sus consejos para “comprar de manera inteligente”.
Ese desplazamiento no es menor para la industria local, acostumbrada durante décadas a producir para el enorme caudal comercial de Flores. “Algunos talleres deben estar en crisis, porque si fabricar lo mismo sale más barato en China y la calidad es mejor, muchos locales lo van a terminar haciendo afuera”, dice Szuster. Aunque luego matiza la dificultad con la virtud de algunos segmentos que siguen firmes. “En la confección de jeans, por ejemplo, para mí la industria nacional es mejor. Los cortes, las telas, el diseño. Todo es más lindo. Y también hay cosas muy específicas que conviene hacer acá porque necesitan reponer stock rápido y, con los tiempos de importación, no se llega”.
“Te adaptás o te morís”
La intuición de Szuster sobre el perjuicio para los fabricantes locales lo confirma Silvina Gavilán, dueña de VadeRetro, que atiende detrás de un pequeño mostrador en su local de la Galería Qatar, sobre Argerich al 400. “Competir contra esos precios es muy difícil. Además, lo que siempre cuestiono es que no sabés cómo llega una prenda desde China hasta acá que cuesta 2000 pesos. Para los talleres locales es casi imposible sostenerse en esas condiciones”, plantea. Su mirada resume un temor que recorre la zona: que la importación sostenida deje fuera de juego a buena parte de la producción nacional.
Además, junto con la caída del consumo, Gavilán advierte que en los últimos meses son cada vez más los locales que cerraron definitivamente. Y si bien entre la marea de gente que camina por la zona es difícil percatarse de ese fenómeno a primera vista, en varias cuadras del nodo comercial se ven carteles de alquiler colgados en las persianas. Hay más oferta de espacios disponibles, y la preocupación de en el rubro es que la tendencia siga en aumento
Al mismo tiempo, algunos comerciantes consultados confiesan que encontraron en las telas importadas un punto medio, que les da la posibilidad de seguir confeccionando en la Argentina, pero con insumos que permiten elevar la calidad y acercarse a los detalles como bordados, brillos y terminaciones más complejas que ofrece la ropa china. Es una estrategia que, según varios propietarios de locales, se volvió más común en este último año.
Con la oferta transformada por completo, el público también cambió. La antigua división tajante entre mayoristas y minoristas se desdibujó, y todos coinciden que tras la pandemia, vender por unidad dejó de ser una rareza y se convirtió en una necesidad. “Si no te adaptás, te morís”, sintetiza Gavilán, y afirma que hoy, quien quiere una sola prenda la consigue sin problemas, y eso también amplió el universo de compradores.
Egresados y prendas para el verano
En esta línea de nuevos compradores, las caras adolescentes se multiplican cada vez más en la zona, especialmente los fines de semana. Apenas hace algunas semanas, estaba repleto de estudiantes que venían a buscar vestidos para sus fiestas de egresados, outfits para la noche del Último Último Día (UUP) y ahora para renovar el vestuario de cara a la temporada de verano. “A ellos se sumó también un público que antes compraba exclusivamente en marcas de shoppings y que ahora encuentra en Avellaneda la posibilidad de acceder a tendencias similares, pero a precios mucho más bajos”, refuerza Gavilán.
“Creo que Avellaneda empezó a redefinirse hace tiempo. Antes tenía la fama de ofrecer solo ropa barata o descartable, pero eso quedó viejo. Los dueños viajan, investigan tendencias, mejoran la estética de sus marcas y suman producción en el exterior. Eso elevó el nivel general y amplió la oferta para todos los bolsillos”, señala Szuster, que ve un horizonte donde se abre la oportunidad para las marcas locales de mejorar la confección y diferenciarse. “Aunque el riesgo, por supuesto, es invertir en un mercado con el consumo a la baja y con dueños muy preocupados porque se vende menos que antes”, indica.
Shein aterriza en Flores
En paralelo, aunque todavía de manera muy incipiente, comenzó a verse otro fenómeno que sorprende incluso a los vendedores: la llegada de productos vinculados a plataformas globales de fast fashion como Shein, cuya estética, cortes y terminaciones funcionan hoy como una especie de guía de tendencias para muchos locales de Avellaneda. “En algunos comercios ya no solo replican los modelos que aparecen en la plataforma, sino que directamente importan prendas idénticas o de temporadas pasadas, como bikinis discontinuadas o líneas de lino similares a las del gigante chino”, aporta Fiorella Insúa, de 48 años, que es diseñadora de indumentaria y trabaja en el departamento de compras de una firma local que vende ropa para jóvenes y adolescentes.
Insúa está de recorrida por Flores, y señala que tanto por la calle Helguera como por algunos tramos de Avellaneda, en varias vidrieras se muestran vestidos, blusas y calzado que también circulan en Shein, lo que genera un nuevo tipo de competencia. “Ya no es solo entre locales sino contra plataformas que venden aún más barato y sin intermediarios”, sugiere. Y aunque no puede dar presiones, dice que existe “algún que otro local” que no solo venden productos del “estilo Shein”, sino los mismos que están en las plataformas, con la ventaja de la disponibilidad inmediata y sin la espera del correo internacional.
Después de mucho caminar, apareció en la esquina de Nazca y Yerbal un cartel que promocionaba por 10.000 pesos las “bikinis Shein”. Según la vendedora del local, Magenta, hace unas semanas comenzaron a ofrecer trajes de baños discontinuados de Shein, talles únicos y a precios de promoción.
En Flores, la ropa nunca fue solo ropa. Es industria, identidad barrial, y ahora un mapa movedizo donde la importación reescribe las reglas. Avellaneda, otra vez, se está transformando.
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