La difícil decisión de separarse de un socio
Damián llegó a su estudio de arquitectura con la decisión tomada. Venía imaginando la escena desde hacía meses, tal vez incluso un par de años. Tenía que separarse de su socio Nicolás. Pero hasta ahora, cada vez que había aparecido esa fantasía en seguida la anulaba pensando en lo complicado que sería concretarla. El detonante había ocurrido la semana anterior, cuando un empleado muy valorado por ellos se había ido porque no aguantaba más sus discusiones y el ambiente que generaban en el equipo: uno de los socios les daba una indicación, el equipo avanzaba y al par de días aparecía el otro socio y daba marcha atrás.
“Nicolás quería hacer proyectos enormes y yo veía que ese tipo de proyectos nos demandaban demasiado esfuerzo y tiempo y no nos redituaban tanto económicamente –explica ahora Damián los motivos de su decisión–. Él entraba cada vez más tarde al estudio y se iba antes porque en los últimos años su vida personal se había complicado mucho, teniendo que ocuparse de sus padres ya muy mayores y de un hermano con discapacidad, además de tener hijos chicos. Cuando pensaba que era solo por un tiempo lo banqué, pero después de mucho tiempo de laburar diez horas por día y los fines de semana, me empezó a indignar que él buscara esos proyectos enormes que después tenía que sostener yo con más horas de laburo para compensar sus ausencias, así que decidí que eso no podía seguir así”.
La sensación era muy diferente a la que había tenido cuando se conocieron al empezar juntos Arquitectura y en seguida se asociaron. “Yo a Nicolás lo admiraba por la confianza que tenía en él mismo, que le permitía vender desde un proyecto de refacción de un dos ambientes hasta la construcción de un edificio, y negociar buenos precios; además, tenía buenos contactos por sus padres arquitectos. Y yo, por mi parte, aportaba la creatividad en el diseño, el conocimiento técnico y buen manejo del equipo. El era más puertas afuera y yo más puertas adentro”.
Pero volvamos al día en que Damián llegó al estudio con la decisión tomada. A los empleados les pareció raro que ni los saludara al entrar y fuera directo al despacho de Nicolás. De todos modos, era una rareza más del último tiempo, en que tanto habían visto a los socios discutir por todo y consensuar por nada. “Cuando me terminé de decidir lo encaré a Nicolás y le dije ‘Tenemos que hablar; vamos a tomar un café afuera del estudio’. Me sentía como si fuera a divorciarme de mi mujer: tantos años compartidos, proyectos en común, todo eso. Se ve que él se la veía venir; no lo noté muy sorprendido. Él me dijo que si era por él seguíamos trabajando juntos, que no le parecía que yo me hiciera tanto rollo, que éramos una buena dupla. Incluso se barajaron algunas opciones en cuanto a cambiar los porcentajes de honorarios o rentabilidad de cada uno por la cuestión de qué dedicación le daba cada uno al trabajo, pero había algo más profundo que ya se había cortado y por lo cual no valía la pena insistir. Nicolás terminó diciéndome que se veía que yo lo había pensado mucho y que si era una decisión tomada la iba a respetar”.
Tuvieron un año de transición. Concretamente, debían esperar a terminar un edificio. Resultó un buen año, dentro de todo: los días avanzaron ya con las cosas claras y con cierta nostalgia por lo que dejaría de ser, pero también con el alivio y la esperanza de pasar a una siguiente etapa, cada uno por su cuenta. Damián iba a poder volver a dar
clases en la Facultad y encararía proyectos a su medida. Nicolás buscaría a otro socio con quien compartir su mirada sobre los proyectos grandes; sabía que él podía aportar experiencia y contactos y dejaría claro de entrada cuáles son sus limitaciones en cuanto a tiempos y dedicación.
¿Cuándo y cómo me separo de un socio?
El final de las relaciones no suele ser sencillo. Pasa con un matrimonio, con una amistad o con una sociedad. Hastío, falta de intereses en común, discusiones frecuentes son algunas de las cuestiones que, más tarde o más temprano, llevan a terminar. Mercedes Korin, asesora en proyección laboral, identifica factores que ayudan a pensar en el cuándo y el cómo separarse de un socio.
“¿Cuándo? Cuando la relación resta más de lo que suma. Cuando se hicieron intentos de acercamiento y no hubo manera de recomponer. Y antes de que sea demasiado tarde, porque muchas veces lleva tanto tiempo tomar la decisión que el cierre termina siendo urgido y desquiciado. Hay que asumir que una vez que uno toma la decisión hay un tiempo para operativizarla, entonces hay que generar un margen de acción (tiempo, energía y foco), para eso.”
“¿Y cómo? Separarse de un socio puede ser tomado a la manera de un proyecto laboral en sí mismo; esto ayuda a quitarle subjetividad. Entonces conviene poner objetivos, fechas, tareas, datos concretos para la división de clientes, de equipo y de las propiedades o el stock que haya en común. Todo lo que traiga objetividad es bienvenido: tener información provista por un contador, un abogado laboralista, un abogado comercial. Por otra parte, cuando la decisión está tomada, encontrar el momento para llevarla adelante es importante. En el caso de Damián y Nicolás, tenían que esperar a terminar el edificio; separarse en el medio hubiera sido un trastorno para ambos, para la obra, para los inversores, etc. Había una decisión tomada pero a la vez definieron en qué podían ir concretándola y en qué aún no.”
Las separaciones, en la vida personal y en la vida laboral, no son sencillas; se pone mucho en juego, desde lo emocional hasta lo material. Por eso, poner esfuerzo en una buena separación es buen negocio para ambas partes.
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