La guerra de almohadas no dio tregua en Palermo
Una nube de plumas y una multitud de almohadas de todos los colores y formas formaron el escenario de la primera "guerra de almohadas" que se realizó en la ciudad de Buenos Aires, y que, según cálculos de la Policía Federal, reunió ayer a más de 2000 personas en la plaza Benjamín Gould, frente al Planetario, durante más de dos horas.
Cascos de protección de golpes, disfraces para darle más diversión a la guerra, cámaras de fotos y filmadoras para registrar el momento, y, por supuesto, la almohada. Cada participante llevaba su equipo.
La lucha, que había sido organizada por Marina Ponzi, una estudiante de comunicación social de 23 años, comenzó espontáneamente cinco minutos antes de las 18, hora a la que estaba programada. Y no duró los 15 minutos que se planeó. A las 20, el Planetario seguía siendo el foco de una guerra que, aunque más dispersa, no daba respiro.
El insólito encuentro tuvo como contracara un operativo de seguridad formado por dos móviles de Guardia Urbana, dos de Defensa Civil, uno de bomberos, 20 policías, un equipo de buzos al costado del lago y 10 efectivos del cuerpo auxiliar del Parque Tres de Febrero. No hubo incidentes ni heridos más allá de seis lesiones nasales por los "mullidos" golpes, según informaron desde el SAME.
Aunque la mayoría de los participantes eran jóvenes, hubo algunos niños acompañados de sus padres que no pararon de dar almohadazos desde los hombros de los más grandes. La lucha no tuvo reglas, sólo pegar al que primero se cruzase por el frente.
Por momentos, parecía que todo acababa: había aplausos en masa y las almohadas volaban hacia arriba, entre gritos y silbidos. Pero todo volvía a comenzar una y otra vez, sin respiro. "¡Al que no tiene almohada!", gritaba uno señalando a un curioso, y de pronto un grupo iba a atacarlo.
"¡Al caballo!", se escuchaba después dirigiéndose a uno que se había disfrazado de ese animal. Y todos iban a la carga, interponiendo sus almohadas. Otros jugaban a los caballeros de la época medieval, y cargando a un amigo en los hombros, se enfrentaban con las almohadas que hacían de armas.
Algunos intentaban aislarse un poco para descansar y buscar agua. Pero otro lo descubría y lo perseguía a los almohadazos. Una amiga de Marina intentaba dar la voz de alto a la guerra con un megáfono que no alcanzó nunca a ser escuchado.
"¡Esto es lo más!", se escuchaba decir a un grupo de chicas. "No, no, revoleando no", le advertía una adolescente a otra, como si las reglas valieran. "Hay olor a dormitorio", opinaba otro. "Esta almohada, más flexible, es mi arma, y esta otra, más rígida, mi escudo de mano", explicaba Federico Mateo, de 18 años.
"No doy más, me duele todo", decía Rubén Enclusa, de 45 años, mientras se alejaba un poco del foco de la lucha, con su hija Ayelén, de 11.
Marina tomó la idea de la guerra de almohadas de una amiga que le contó que había participado en una, de 15 minutos, en San Francisco, Estados Unidos. Y pensó que podría hacerse en Buenos Aires. Entonces creó un blog ( www.luchadealmohadas.blogspot.com ) y subió la propuesta el 21 del mes pasado. También mandó mails a sus amigos y conocidos. En menos de un mes obtuvo esta gran convocatoria. Y ya está pensando en volver a convocarla para el 18 de noviembre de 2007.
La guerra de almohadas de la que Marina se inspiró para hacer la propia forma parte de una moda que se impuso en Europa y Estados Unidos en los últimos dos años. Se llaman flashmobs y se trata de encuentros multitudinarios que se organizan con poca anticipación y se difunden sólo por Internet o por mensajes de texto de celulares.