La mafia dijo presente en Spartacus
Antonio Soldano, dueño del local, defiende al juez; dice que un detenido por mafioso visitaba el lugar
Giovanni Fabbrocino, preso en la cárcel de Caseros por sus presuntos vínculos con la mafia napolitana, visitaba al dueño del prostíbulo Spartacus, Antonio Soldano, donde concurría el juez federal Norberto Oyarbide.
Soldano prefiere no hablar mucho del tema. "Somos amigos", reconoció el proxeneta en un largo diálogo con La Nación , donde se reveló como uno de los más acérrimos defensores de Oyarbide.
Siempre viste de negro y sobre su joven piel bronceada, producto de horas de cama solar, se destaca una gruesa gargantilla dorada. Se muestra como un seductor, pero no quiere fotos. No tiene el aspecto del hombre que manejaba el principal burdel masculino de Buenos Aires, fruto de una inversión de 200.000 dólares.
Además de Oyarbide y Fabbrocino, otros personajes poderosos desfilaban por Spartacus, pero Soldano no quiere dar nombres. La discreción es parte de su negocio.
Se muestra esquivo al hablar de su amigo Giovanni, porque la familia de ambos vive en la ciudad de Nápoles y en la región de Calabria, sede de la camorra, que perdió en Buenos Aires a dos de sus integrantes.
Primero cayó en San Martín el padre de Giovanni, Mario Fabbrocino. Era uno de los 10 delincuentes más peligrosos de Italia. Cuando Fabbrocino quedó preso enCaseros se comunicaba con su hijo. Las escuchas telefónicas de la justicia italiana determinaron que Giovanni era quien enviaba mensajes mafiosos a su padre.
Así, el 11 de junio último, la Interpol Buenos Aires detuvo a Giovanni Fabbrocino. Este joven contador público de 24 años visitaba a su amigo Soldano en Spartacus.
-¿Spartacus fue montado con dinero de la mafia?
-Es una locura pensar eso, es una novela. La plata me la prestaron algunos amigos, pero no le puedo decir quiénes.
-¿Cuál es su relación con la mafia?
-Yo viví un tiempo en Italia, mi familia es de allá. Yo a la mafia le sonrío...-, responde mientras ensaya una mueca risueña.
Su preocupación es otra. Afirmar una y otra vez que el juez Oyarbide concurría al tercer piso de Spartacus, a visitar a su amigo Luciano Garbellano, y que desconocía que allí funcionaba un burdel.
-¿Dónde conoció a Oyarbide?
-En Spartacus. Me lo presentó Luciano.
-¿Y cómo se lo presentó? ¿Como un vecino?
(Se ríe y no tiene respuesta.) Hace cinco años que comenzó con el negocio de la prostitución masculina con un local en Anchorena y Juncal. "Luciano era un modelo que trabajaba ahí. Después se independizó. Al mes, a mediados de 1995, abrí Spartacus en Agüero y Juncal, y Garbellano, cómo tenía problemas, vino a vivir ahí."
-¿Tenía su casa?
-Usaba el tercer piso, donde había una cocina. Los servicios que traía él los atendía en su cuarto. Estuvo casi un año ahí, pero el dueño del local era yo y no él como dice Luciano. Yo pagaba el alquiler, el contrato está a mi nombre así como las chequeras y las cuentas de teléfonos, luz y gas. Luciano traía gente, sus amigos, y les mostraba el local como si fuera suyo.
A pesar del cierre de Spartacus no se lo ve en la ruina. Dice que el local era un mal negocio, porque no obstante facturar entre 1500 y 2000 pesos diarios, debía dos meses de alquiler y actualmente afronta una deuda de 8000 dólares.
"Con ese panorama es una locura pensar, como dice Garbellano, que Oyarbide cobraba 15.000 dólares cada quince días por protección. Ni él ni nadie. No se le pagaba protección a nadie porque no la necesitábamos", afirma Soldano sin siquiera parpadear.
-¿Por qué defiende a Oyarbide?
-No, yo no defiendo al juez. Lo que me dio bronca es ver el cinismo de Garbellano al decir que yo era su testaferro.
-¿Usted sabía que allí se filmaban videos?
-No había cámaras oficialmente en Spartacus. Si había, era en el tercer piso, donde estaba Luciano.
-¿Entonces, Garbellano extorsionó a Oyarbide con la cinta?
-Yo no me atrevo a decir que sí.
El negocio de la prostitución masculina es pesado, pero más aún el de la extorsión. Luciano Garbellano recibió seis tiros el 24 de marzo último, en Zárate. Antes, en dos oportunidades hombres armados irrumpieron en Spartacus. Una vez le dejaron de muestra a Luciano una herida con 70 puntos en la cabeza. La segunda, se llevaron una caja de su habitación en el tercer piso, en la que presuntamente había videos.
"A mí no me buscaban, lo buscaban a él. Fueron derecho a su cuarto", se ataja Soldano, queriendo despegarse de quien fue su amigo y ahora lo salpica.
-¿Cómo cree que va a terminar el caso Oyarbide?
-El caso Spartacus es mucho ruido y pocas nueces. El juez está fuera de este tema, la policía está fuera. Sería injusto que Oyarbide renunciara. Sería injusto que se lo condene por haber visitado a un amigo.
Padre e hijo, presos
"Difícilmente la mafia tenga inversiones en Buenos Aires. La Argentina es un país que, en todo caso, es refugio de algunos capos que buscan huir de la ola de arrepentidos", reflexiona un investigador policial que estuvo siguiendo en Buenos Aires los pasos de la familia Fabbrocino.
En septiembre del año último, policías de la División Drogas Peligrosas de la Policía Federal detuvieron en un modesto departamento de la calle Mitre al 4100 a Mario Fabbrocino. Detrás de este hombre de 55 años, delgado y de profunda mirada, se ocultaba el personaje buscado por el asesinato en 1992 de Luigi Iacone, el cuñado y lugarteniente de otro capo mafioso y por la masacre de Torre Anunziata, de 1984, donde murieron ocho personas. Fue condenado una vez a cuatro años de cárcel, pero cuando estaba cumpliendo arresto domiciliario desapareció en 1987.
Mario Fabbrocino, conocido como "El carbonero", se convirtió en capo, luego de que el jefe Carmine Alfieri se convirtió en un arrepentido y su competidor en la línea de mandos, Pascuale Galasso cayó preso y se convirtió en otro colaborador de la Justicia.
Desde la prisión, Mario llamaba pro teléfono a su hijo, Giovanni, que vivía también en San Martín, cerca de la casa de su padre.
La justicia italiana ordenó una serie de escuchas telefónicas, a partir de las cuáles sospechó que Giovanni era el mensajero de su padre, llevando las directivas para seguir manejando la organización desde la prisión.
En poco tiempo, seis horas desde que la Interpol de Italia giró la información a Buenos Aires, los policías locales allanaron la casa de San Martín y detuvieron al joven Giovanni. Estaba durmiendo y no opuso ninguna resistencia.
La orden de detención fue librada por el juez napolitano Doménico Cárcano y en base a ella se desprende "que el muchacho se habría convertido en el lugarteniente de su padre, en un nexo con la camorra en Venezuela, Italia, Alemania y Paraguay", de acuerdo con lo que dijeron a La Nacion fuentes policiales.
Hacía poco que había llegado a Buenos Aires, unos seis meses. En ese tiempo visitaba a su padre en Caseros, pero también en sus ratos libres concurría a Spartacus para hablar con su amigo Antonio Soldano, a quien conocía a partir de sus lazos en la península itálica.