
Mariachis para sobrellevar tanta tristeza mexicana
La colectividad se reunió en el restaurante Cielito Lindo, en Palermo
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El fervor del partido se vivió a pleno en los restaurantes mexicanos de Palermo. En María Félix, en Guatemala al 5200, tanto familias argentinas como extranjeras eligieron un menú de tacos y fajitas para la previa. Claro que cuando el reloj marcó las 15 en las mesas no quedó nadie: es que allí no se transmitía el partido.
"El" encuentro era en Cielito Lindo, en El Salvador y Thames, con cocina mexicana para mexicanos. Ayer no había mesas ni carta ni mozos. Todos eran fanáticos dispuestos a alentar a la selección de su país. Horacio, el dueño, decidió hacer correr cerveza y nachos con guacamole, por cuenta de la casa.
Así las cosas, el clima, al inicio del partido, era ensordecedor. Había un grito constante: "¡Mé-xi-co!". La tribuna estaba compuesta por mayoría de mujeres con sus caras pintadas con rojo, blanco y verde. "¡Sí se puede, sí se puede!", arengaban una y otra vez frente a una pantalla gigante.
Cuando echó a rodar la pelota, en pleno desconcierto, algunas de las fanáticas festejaban hasta los laterales y las repeticiones del casi gol de Salcedo como si fueran nuevos avances mexicanos.
"¡Orale, no manches!", gritaba una adolescente. Algunos de los comentarios "típicamente femeninos", diría un machista, dejaban en claro cuánto saben las mexicanas de fútbol. "Todavía nos quedan 25 o 30 minutos para cambiar la historia", repetía otra, cuando llegó el entretiempo. "¡No son 25, son 45!", corrigió su amiga.
Cinco argentinos, pintados y embanderados, se animaron a compartir la experiencia y a gritar, aunque tímidamente los goles. Todos les preguntaban por qué habían elegido esas coordenadas para vivir el partido. La explicación fue que estaban cerca, que tenían una amiga mexicana y que llegaron atraídos por la posibilidad de disfrutar de la gastronomía picante.
Sólo un cantito unificó a las hinchadas argentina y mexicana: "¡Cuatro a cero, cuatro a cero!", vivaban unos y otros, para inclinar la balanza en favor suyo.
Los mexicanos no escatimaron en maquillajes para seguir el partido. Uno de ellos no dudó en pintarse de dorado y ver el enfrentamiento con el torso desnudo y la frente coronada con laureles. Encarnaba al "Arcángel divino", al que hace mención el himno de su país.
En el entretiempo, cuando la derrota parecía sellada y ante la total falta de alegrías a la mexicana, desde la cocina de Cielito Lindo sonaron las trompetas y guitarras y desembarcaron los mariachis. Entonces, entre la tribuna llegaron los "Ay ay ay ay" y los "¡Que viva México!".
Pero el tema que eligieron los mariachis ("El Rey") esta vez no resultó ser el mejor de los augurios para quienes ya palpitaban la derrota: aunque, el "Yo sé bien que estoy afuera...", 45 minutos después se ajustó perfectamente a la realidad.
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