Mario, Lula y la emotiva historia que inspiró la Ley del Último Adiós
La rigidez, la incomprensión, el cuidado, trabas, protocolos y burocracia que impidieron que Pablo Musse se despidiera de su hija Solange pusieron sobre la mesa un efecto colateral de la pandemia de coronavirus. Como ese o parecidos, existen una infinidad de casos en distintos puntos del país. La emotiva crónica que escribió Lula González (36) tras la muerte de su abuelo adoptivo Mario (75) por COVID-19 caló hondo. Tanto que fue parte del impulso de la Ley del Último Adiós sancionada por unanimidad este jueves por la Legislatura Porteña.
María Luján "Lula" González llegó de su Salta natal a Buenos Aires hace ochos años. Graduada de periodista comenzó trabajando en distintos medios. En sus primeros pasos en su nueva ciudad vivió en hoteles, pensiones y con su amigo Juan Carlos en un 3° B de un edificio de Recoleta. Al lado, en el departamento que da a la calle vivía Mario Mastrazzi, una persona que se convirtió en su abuelo del corazón.
Como otros miles de argentinos, Mario se infectó en mayo de COVID-19. Tras una larga lucha, el abuelo adoptivo de Lula murió el 22 de julio de 2020 en la Unidad de Terapia Intensiva (UTI) del Hospital General de Agudos Bernardino Rivadavia.
Días después de la muerte, la periodista y productora comenzó a escribir una crónica desde el mismísimo lugar donde comenzaba a hacer los trámites para recuperar el cuerpo de su ser querido. Lo hizo con el objetivo de que se tome dimensión de lo que atraviesan los seres queridos de los enfermos en estos momentos y, según sus propias palabras, para honrar la existencia de Mario y "para que su caso no sea solo un número más en las estadísticas". "No imaginé que iba a tener tanta repercusión. Después de lo sucedido había gente que me 'ofrecía' a sus abuelos, fue todo un flash, mágico", describe Lula en diálogo con LA NACION.
En 2019, González había perdido a su papá, pero la muerte de Mario la marcó por la manera y el contexto en el que se dio. "A mi papá lo pude abrazar, lo vi en sus últimas horas, pero el episodio de mi abuelo fue uno de los peores de mi vida", diferencia aún dolida.
Las sentidas palabras de Lula resonaron en las redes sociales e hicieron eco en la Legislatura Porteña que, finalmente, sancionó este jueves la Ley del Último Adiós. De esta manera la Ciudad Autónoma de Buenos Aires se convirtió en la primera jurisdicción del país en garantizar el derecho a despedirse de los seres queridos mientras dura la emergencia por la pandemia de coronavirus. Y las autoridades porteñas eligieron comunicárselo a la periodista en persona.
Un caso testigo
Amelia, la viuda de Mastrazzi, la propia Lula y Jaimito, el perro que la periodista rescató de la calle y que compartían con Mario, se encontraron con el vicejefe de Gobierno porteño Diego Santilli y el legislador de Vamos Juntos, Juan Facundo Del Gaiso. El encuentro se produjo en la plaza de la calle Marcelo T. de Alvear donde el abuelo de Lula paseaba a Jaimitio, uno de los lugares donde Mario pidió que sus cenizas fueran esparcidas. El otro, el hipódromo.
A raíz de la repercusión del caso, se comunicaron con Lula desde la gobernación de Salta para comunicarle que planean sancionar una ley similar para que las personas de esa provincia que atraviesan una situación simular también puedan despedirse de quienes aman.
Más allá de la repercusión de su texto, Lula le pone el cuerpo a la causa. Tal es así que se anotó como voluntaria para recibir la vacuna contra el coronavirus y este lunes a las 17 recibirá la dosis del laboratorio Pfizer en el Hospital Militar Central. "Vengo siguiendo el tema desde hace un montón y quiero aportar un granito de arena en todo este desorden", concluye desde su casa en el barrio porteño de Almagro, donde vive junto a su novio Fernando, Teo, un perro 'salchica con camisa' y, por supuesto, Jaimito.
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