
Nuevos aires para el negocio del placer
Ante la baja de la demanda, los albergues transitorios ofrecen servicios adicionales e incluyen premios, viajes y descuentos.
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Los hoteles alojamiento no pudieron escaparle a la crisis económica y a la falta de reactivación financiera y debieron apelar a la imaginación de sus gerentes para brindar un amplio abanico de servicios, única forma aparente de recuperar esa porción de mercado resignado.
Así, debieron realizar importantes inversiones en infraestructura, tanto para remodelar las instalaciones en general como para modernizar las habitaciones, en las que suelen no faltar hidromasajes, colchones de agua, fuentes, luces psicodélicas y hasta modernísimas esculturas.
Pero la cuestión no queda en las reformas arquitectónicas ni de decoración -que buena y gordas partidas de dinero se llevan-, sino que alcanza a los servicios.
Ya no es descabellado pensar en que se puede cenar en un albergue transitorio. No se trata sólo de un simple servicio de buffet que ofrece un tostado mixto o un par de medialunas. La carta de algunos hoteles alojamiento de Buenos Aires sorprenderían al mismísimo Gato Dumas.
Caviar, copa de langostinos, trucha a la manteca negra, pastas, lomos y pollos con exóticas (y afrodisíacas, según promete el menú) salsas son algunas de las variantes que introdujeron las empresas para conseguir que los clientes perdidos vuelvan a los hoteles alojamiento.
"Poder cenar o almorzar en un albergue transitorio cumple una doble misión: primero, no es necesario perder tiempo y dinero en un restaurante; segundo, las parejas que vienen pasan más tiempo en la habitación, cosa que a nosotros nos conviene", confió a La Nación, Jorge, el gerente de Magnus, un hotel alojamiento de Don Torcuato, sobre la Panamericana, que prefirió no dar a conocer su apellido.
Descuentos, otro gancho
La comida parece no ser el único recurso de atracción. Los regalos y los descuentos también están a la orden del día.
"Servicios de bar o turnos sin cargo, chequeras con descuento, en fin, una cantidad de argumentos que no nos exige gran erogación para lograr nuevos clientes y, a la vez, no dejar escapar a los habitués", sostuvo Alberto Taborcías, gerente de Caravelle, un hotel alojamiento del barrio porteño de Palermo Viejo.
Los encargados de esta clase de hoteles conocen de cuánta creatividad hay que disponer para lograr que una publicidad sea efectiva sin que abandone el buen gusto y el decoro.
Es por eso que algunas empresas buscan mercados específicos. "Repartimos volantes en centros donde se mueve gente de nivel medio alto y los seleccionamos por el automóvil. Eso tiene que ver con las pretensiones de cada hotel", aseguró el encargado de otro albergue transitorio de la Panamericana.
Los folletos suelen ser de muy buena calidad, con impresión a todo color, en la que se muestran las habitaciones y se describen los servicios. Un detalle: en ninguno se devela que lo que se quiere impulsar es la visita a un hotel alojamiento.
Seleccionar la clientela
La intención de "seleccionar" la gente no está únicamente relacionada con la infraestructura de la que dispone cada edificio. El precio de un turno en un albergue transitorio de la Panamericana no es el mismo que cobra un hotel del centro. Tampoco los servicios ni las necesidades de los usuarios.
"Aquí se trabaja mayormente de día, a la tarde temprano o a la tardecita, que es cuando la afluencia de gente registra su punto más alto", explicó el propietario de un hotel que está a dos cuadras de la Bolsa de Comercio, en pleno corazón de la City.
El hombre, un español que hace varios años está a cargo del negocio, prefirió no identificarse, pero no dudó en afirmar que "el trabajo cayó casi en un 50 por ciento en los últimos cinco años".
Negó que cualquier campaña publicitaria con premios o regalos sea acorde con el estilo de su comercio. "La clientela está integrada por gente que viene dos o tres veces por semana, así que cuando creemos necesario les hacemos descuentos, porque los tenemos perfectamente identificados", agregó.
Hay otros que, sin embargo, creen que para recuperar el espacio perdido es necesario agregarle a los servicios un toque diferente. Para ello instrumentan premios y promociones especiales.
Viajes a Brasil (que muchas veces los beneficiados declinan, por razones obvias), una botella de champagne para descorchar románticamente, sobria ropa interior para la dama y algún que otro souvenir que no viene al caso especificar, son varios de los ganchos que se pusieron de moda entre los hoteles más adelantados.
Un alarde de imaginación
Pero Otello llegó al clímax del desarrollo imaginativo en esta materia: conjuga en perfectas dosis el servicio que se brinda en todo albergue transitorio con una rama poco explotada: la actividad lúdica.
Juan José Tapia, gerente de esa empresa situada en Villa del Parque, recurrió a sus estudios de psicólogo para explicar el desarrollo de su idea: "La única forma de saber cuáles son los gustos y la opinión sincera de los clientes sobre nuestros servicios es a través del juego", sintetizó.
Por este motivo, el hombre recreó el tan famoso Juego de la Oca. Sí, en el hotel que dirige Tapia los clientes tiran el dado y reciben premios o consignas para cumplir: los usuarios debían escribir, por ejemplo, cómo se imaginaban un albergue transitorio en la Edad de Piedra o en el 2036.
Un desafío para la imaginación que le aportó al hotel que comanda este innovador psicólogo una impensada afluencia de nuevos clientes, que inundaron de cartas los canastos, como si se tratara de un programa televisivo de entretenimiento.
"Como dice el poeta José Narosky Cuando hay amor no hay pecado", se excusó un usuario que fue consultado por los cronistas y que se declaró un ferviente admirador de los juegos en los hoteles alojamientos.
La última innovación del inquieto gerente Tapia es no apta para cardíacos. Gozarán de un descuento de nada menos que el 50 por ciento aquellas parejas que ingresen en el hotel cumpliendo alguno de estos dos requisitos: si la entrada es en automóvil, debe conducir la mujer, si la pareja decide hacerlo a pie, el señor debe rememorar, en cierto sentido, la noche de bodas y cargar en sus brazos a su compañera.
Todo sea por reírse un rato y ahorrarse unos pesos, ¿por qué no?
El amor con cama adentro
Cambios: la mayor libertad sexual, el temor a las enfermedades y la apertura familiar han modificado la necesidad de los hoteles.
La disminución de la clientela que recurría a los albergues transitorios se debe, según gerentes y propietarios de los hoteles alojamientos consultados, no sólo a los problemas económicos sino también a profundos cambios en los hábitos sociales de las personas.
"Creer que la gente no viene a los hoteles porque no tiene dinero es demasiado simple", comentó a La Nación el gerente de Caravelle, Alberto Taborcías. "Una mayor libertad entre los jóvenes y el temor al SIDA son algunas de las causas que explican que tener un albergue transitorio ya no sea un negocio".
La Nación quiso saber otras opiniones y por este motivo consultó a especialistas en el tema.
El psicólogo Miguel Espeche sostuvo que en nuestro país se dio una serie de modificaciones en las pautas sociales de los argentinos. "Esto tiene que ver con que el sexo ya no se considera algo prohibido", explicó el licenciado. Agregó que "el hotel alojamiento perdió su encanto y también el misterio. La gente ya no ve al albergue transitorio como un refugio, tal como lo era antes".
Otro de los motivos al que se refirió Espeche es que "ahora es muy común que los jóvenes se vayan a vivir solos y esto les da toda la libertad del mundo".
Viviana Gorbato, autora del libro "Amor y sexo en la Argentina", explicó que el "temor al SIDA hace que las personas hayan abandonado, en alguna medida, las relaciones ocasionales, con las que siempre se identificó a los hoteles alojamiento".
Gorbato comentó que "los padres son mucho más permisivos que antes, lo que trae como consecuencia que los más jóvenes hagan el amor en su propia casa, algo que en otros tiempos era impensado".
La picardía criolla, al servicio del cliente
Facturación: muchas empresas optan por no dar a conocer el nombre comercial de la firma en los resúmenes de las tarjetas.
La mujer recibió el resumen de la tarjeta de crédito y puso el grito en el cielo. No dudó un segundo y, como una tromba, se dirigió al escritorio donde su esposo revolvía una carpeta llena de papeles.
-¿Qué significa esto?, atronó.
-"La casa del amor, 82 pesos", leyó en entre dientes el hombre, que se sintió más perplejo que nunca.
-¿Y...qué me decís?, se impacientó la señora que encontró, por toda respuesta, el largo y sudoroso silencio de un atribulado marido.
* * *
El tema de la facturación en los hoteles alojamientos es parte del folklore. Los que algunas vez no tuvieron el efectivo suficiente como para abonar el turno dudaron una y mil veces en poner la tarjeta para salir del paso.
Hasta que llegó el resumen no pudieron dormir tranquilos. La duda que los atacaba era con qué nombre figuraría el comercio y si la persona con quien mantenía compromisos iba a advertirlo.
Alberto Taborcías fue tajante. "Eso no es problema. Desde hace varios años se decidió poner el nombre de la razón social y no el comercial de la empresa. Evita muchos problemas".
Sin embargo, la decisión no pudo evitar que en alguna oportunidad se produjeran llamados telefónicos de mujeres u hombres atacados por la desconfianza que pretenden saber de qué comercio se trata.
"Nosotros tratamos de cuidar nuestro negocio y decimos que es una empresa que se dedica a la gastronomía", dijo el gerente de Magnus, un hotel de la Panamericana, que se excusó de la picardía al argumentar: "Acá también servimos comidas".
"La gente que tiene compromisos debe ser muy cuidadosa o venir a estos lugares cuando tiene el dinero suficiente, de lo contrario puede pasar un mal momento", explicó el conserje de un albergue transitorio que queda a cinco minutos de la City.
Tanto estas cuestiones como las anécdotas forman parte un libro tan grande como inaccesible en el que se consignan hechos graciosos.
"Cuenta la leyenda, no sabemos ya si es cierto o no, que una vez un hombre entró en un hotel con una mujer que no era la suya. En la cochera de enfrente, sin advertirlo, una mujer bajaba del auto de un hombre, que no era su esposo. La fatalidad quiso que las miradas se cruzaran".
Hasta ahí parece posible.
"Marido y mujer comenzaron los reproches y hasta hubo escenas de pugilato. Eso también resulta creíble. La leyenda dice que las dos personas que habían caído en desgracia disfrutaron de un momento más que agradable en el mismo hotel donde, a duras penas, los encargados de la seguridad pudieron expulsar a la pareja de exaltados". La historia fue narrada, entre risas y otros detalles, por Mario J., que desde hace 12 años es conserje en un albergue transitorio de la avenida San Juan.
* * *
-¡Ah!, gritó el hombre, aliviado.
-¿Ah, qué?, insistió la mujer, que, como un granadero con gesto amenazante y los brazos en jarra, seguía a la espera de una respuesta que resultara convincente.
-Es que la computadora no admite más de 16 caracteres, dijo el hombre. Y en una inspiración aliviada remató: Es un deuda por el arreglo del auto. Es "La casa del amor...tiguador" -respiró al fin el hombre-.
Telón lento.




