Nutrición y rendimiento escolar
Existe un consenso generalizado consenso entre los padres, en todos los niveles sociales, sobre que la enseñanza que reciben sus hijos es inadecuada, que deja mucho que desear y que no los prepara para el futuro. Es muy posible que tengan razón, y hay múltiples explicaciones sobre las causas de esta insatisfacción. La escuela es un espejo de la sociedad, de la capacitación y vocación de los maestros, de los recursos materiales con que cuenta, de la valoración de los padres hacia la educación de los hijos y de su participación en la misma.
Hace menos de una década, considerando que el problema de la desnutrición comenzaba a resolverse, y que las tasas de mortalidad infantil continuaban descendiendo, nuestra institución comenzó a preocuparse por la calidad de vida de los niños, incluyendo la proyección de una exitosa y feliz inclusión en la sociedad. Las condiciones para lograr ese cometido serían estar sano, actuar sobre las enfermedades de la vida adulta que son prevenibles desde la infancia (aterosclerosis, obesidad, diabetes, osteoporosis) y contar con un adecuado estado de nutrición, en el que los pediatras tenemos una especial responsabilidad.
En una palabra, tratar que el sistema escolar formal pudiera recibiera niños en las mejores condiciones como para aprovechar a pleno lo que éste les pudiera brindar. Si bien es cierto que los primeros años de la escuela primaria actúan como niveladores, también es cierto que muchos niños llegan a esa instancia en total desventaja esbozándose su futuro de repetidores y desertores tempranos. Es cierto también que cuando muchos de estos niños coinciden en una escuela, las exigencias deben ser disminuidas, y la currícula retrasada, con lo que se perjudican los niños que no padecen limitaciones .
Sólo recientemente se ha aceptado científicamente que la desnutrición proteínico energética afecta al desarrollo intelectual de los niños. En tanto, aquellos menores que fueron desnutridos graves por alguna enfermedad (cardiopatías o celíacos) una vez curados no demuestran deficiencias intelectuales. La desnutrición es una faceta más de la pobreza extrema en la que coexsiten y se sinergizan múltiples factores como contaminación ambiental , causa de enfermedades frecuentes, mala estimulación psicosensorial temprana, deficiencias nutricionales y bajo nivel educacional de progenitores, cuya educación no les permite ayudar a sus hijos en las exigencias curriculares.
Rendimiento escolar
La desnutrición afecta radicalmente el rendimiento escolar de los niños. El haber nacido con bajo peso, haber padecido anemia por deficiencia de hierro, o deficiencia de zinc, pueden significar un costo de hasta 15 puntos en el Coeficiente Intelectual teórico, y varios centímetros menos de estatura. Un niño de baja talla social tiene hasta veinte veces más riesgo de repetir grados que otro de talla normal, y la repitencia lógicamente se va haciendo más frecuente a medida que se avanza en los grados, o sea a medida que las exigencias curriculares se van haciendo mayores.
Esta conjunción de factores negativos conspira contra el desempeño escolar de los niños. Dos estudios de nuestro grupo, uno en Tierra del Fuego, y otro en Lobería (Buenos Aires) demostraron que casi un cuarto de los niños al ingresar al primer grado de la escuela tienen un CI inferior a lo esperable. Este estudio, en dos comunidades en las que no existe malnutrición, demostró que uno de los factores responsables de este bajo desempeño es la inadecuada estimulación temprana por parte de progenitrores que ignoraban cómo hacerlo. En ambas ciudades se observó, independientemente del nivel profesional y educacional, casi 10 puntos de diferencia en el CI entre las familias estimuladoras y las que no lo hacían adecuadamente.
En otro estudio, en un comunidad típica de muy bajos ingresos en un partido del Gran Buenos Aires, el 65% de los niños tenían un nivel inferior, y presentaba un 30% muy bajo CI, que indicaba un futuro de repetidores obligados.
Hoy no quedan dudas que la desnutrición afecta el desarrollo intelectual, y sin necesidad de que sea extrema como en los casos que hemos visto en la prensa estos días. Para los cientos de miles de niños que están en una situación de subalimentación y mala nutrición, el riesgo de fracaso escolar es muy alto.
Mucho se ha hablado de la revolución educativa. Sobre la base de lo antedicho, consideramos que la misma comienza desde el cuidado del embarazo y se extiende por toda la infancia más temprana. Si la materia prima –los niños- que llega al sistema escolar no es adecuada, el producto tampoco lo será.
El Autor es médico pediatra, director del Centro de Estudios sobre Nutrición Infantil (Cesni).
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