Otro jerarca nazi reside en la Argentina
Tras el caso de Erich Priebke, ubican al croata Dinko Sakic en Santa Teresita. Fue el responsable de un campo en el que murieron cerca de 700.000 personas.
El último comandante del campo de exterminio de Jasenovac, Croacia, vive en la Argentina recluido en Santa Teresita, a 300 kilómetros de Buenos Aires, donde se dedica pacientemente a escribir sus memorias.
Dinko Sakic, quien hoy tiene 76 años, fue entre 1942 y 1944 oficial del ejército ustasha (las fuerzas de Croacia aliadas a la Alemania nazi), con grado de capitán, y comandó Jasenovac en la época más horrorosa del campo: mientras él estuvo allí se pusieron en funcionamiento los hornos crematorios y fueron asesinados decenas de miles de serbios, judíos y gitanos, víctimas de la persecución racial y política puesta en marcha por el gobierno pro nazi de Ante Pavelic.
Su imagen fue vista ayer por Canal 13 y, en la historia reciente, su caso se suma al del jerarca Erich Priebke.
En los cincuenta y tres años transcurridos desde su fuga al final de la guerra, Sakic vivió en la Argentina y en España; viajó a Australia, a Suecia y a los Estados Unidos, y siguió defendiendo la causa de la independencia de Croacia, que alcanzó el rango de estado autónomo el 25 de junio de 1991.
Anoche, en una entrevista con Canal 13, Sakic dijo que no tiene procesos pendientes y "que Wiesenthal nunca me pudo acusar de nada, porque durante cincuenta años no pudo preparar un dossier en mi contra. Yo sólo cumplí con mi deber".
Cierto o no, su presencia en la Argentina reabre la historia del ingreso de criminales de guerra nazis y vuelve a poner sobre el tapete la responsabilidad que la cupo al primer gobierno del general Juan Domingo Perón.
Entre 1947 y 1952, el país se convirtió en un cementerio de elefantes para los criminales nazis y sus aliados croatas, y hasta estas playas fueron llegando Joseph Mengele, Adolf Eichmann, Walter Kutschmann, Eduard Roschmann, Erich Priebke, el propio Sakic y otros criminales de guerra, más de doscientos en total, que disfrutaron de la protección o la indiferencia del gobierno de entonces.
La particularidad de Sakic en esta larga lista reside en que no fue un simple soldado sino el comandante de uno de los peores -y menos conocidos- campos de exterminio que funcionaron durante la Segunda Guerra Mundial, y en que ostentó el cargo con una escalofriante precocidad: cuando en Jasenovac se abrieron los hornos crematorios y comenzó la ejecución sistemática de prisioneros, Dinko Sakic, su comandante, tenía apenas 21 años.
Infierno en Jasenovac
Sobre la cantidad de muertos que hubo en Jasenovac durante la Segunda Guerra Mundial, aún ahora los historiadores no se ponen de acuerdo. El actual presidente de Croacia, Franjo Tudjam, ha dicho que fueron "59.600, de una u otra manera"; el Ministerio de Justicia norteamericano sostiene que los ejecutados fueron 125.000; Vladimir Zerjabec, del Instituto de Historia de Zagreb, dice que ya han sido identificadas más de 77.000 víctimas y las investigaciones continúan, y los pocos sobrevivientes que quedan afirman que los muertos fueron entre 600.000 y 700.000.
Sakic, quien en la entrevista aceptó que nada de lo que ocurría en Jasenovac pasaba sin que él lo supiera, negó terminantemente esas cifras y las atribuyó "a la historia que escribieron los vencedores".
"En Jasenovac no pasaba nada. Era un campo de trabajo donde los judíos tenían su propia administración. Nosotros no interferíamos y estábamos sólo para garantizar la seguridad interna. Jamás pusimos la mano sobre alguno de los prisioneros", aseguró.
Sakic dijo que allí no se maltrataba a la gente, y afirmó que duerme bien y tiene la conciencia tranquila: "En los campos la gente moría de muerte natural, como en cualquier lado. Había epidemias de tifus, por ejemplo, pero no había hornos crematorios ni se mataba a nadie", dijo.
La evidencia recogida en fuentes internacionales lo contradice abiertamente. Entre otras, mientras él cumplió funciones en Jasenovac, ocurrieron las siguientes muertes no naturales:
- tres mil serbios fueron ejecutados a martillazos el 28 de agosto de 1942;
- dos mil prisioneros, entre ellos ochocientos ancianos, fueron asesinados el 7 de septiembre de 1942;
- ochocientos judíos fueron ejecutados entre el 17 y el 19 de septiembre de 1942;
- otros ochocientos judíos, entre ellos mujeres y niños, fueron dejados morir desnudos, a la intemperie, en diciembre de 1942;
- tres mil quinientos prisioneros, en su mayoría serbios y gitanos, fueron ejecutados en enero de 1943;
- otros quince mil campesinos serbios fueron asesinados entre febrero y abril de 1943;
- ochocientos judíos fueron deportados a Auschwitz el 15 de julio de 1943.
Según documentos evaluados por el tribunal internacional de Nuremberg en 1946, "en Jasenovac se asesinaba con golpe de maza en la nuca, con cuchillo, con toda clase de objetos contundentes, por ahogamiento, hambre, quema de personas vivas y ahogamientos en piletas de cal viva".
Sakic fue el último comandante de ese campo, que después de él apenas funcionó cuatro meses más. Había llegado en febrero de 1942 como miembro del Servicio de Vigilancia afectado al Departamento II C, y al principio actuó como asistente personal del antiguo jefe, el general Vjekoslav Maks Luburic.
En diciembre de 1942 Luburic fue transferido al estado mayor de Ante Pavelic, y Sakic quedó interinamente a cargo de la comandancia. En marzo de 1944 fue nombrado oficialmente en el puesto, y estuvo allí hasta fines de ese año, cuando pasó a trabajar en el servicio de Inteligencia.
El final de Jasenovac ocurrió en abril de 1945 cuando se produjo un motín de los dos mil presos que quedaban en él y sólo setenta de ellos lograron sobrevivir a la represión.
El croata peronista
En 1992, Sakic había roto por primera vez el silencio y había dicho a la revista croata Magazine que tenía "amigos influyentes en la Argentina, especialmente en el Ejército. Tengo muy buenas conexiones en el Congreso y conozco senadores influyentes. Mi amigo personal es el presidente de la Comisión de Relaciones Exteriores, y él ayudó a que Croacia fuera reconocida".
El presidente de la Comisión de Relaciones Exteriores del Senado de la Nación en 1992 era, como hoy, Eduardo Menem.
Ahora, siete años más tarde de aquella entrevista, Sakic se mostró más prudente: "Tengo simpatías por Perón, y me afilié al Partido Justicialista en 1955, cuando muchos rompían los carnets en señal de agradecimiento porque nos habían abierto las puertas del país. ¿Quiénes son mis amigos justicialistas...? No, dejemos a las personas. No quiero mezclar a la gente, aunque yo nunca escondí mi condición de luchador".
Hoy, después de una vida turbulenta al servicio de la causa croata y a las órdenes de Ante Pavelic, Dinko Sakic parece haber pasado a cuarteles de invierno.
En su casa de Santa Teresita, aislado del mundo y ocupado en escribir su propia versión de la historia, dice que tiene la conciencia muy tranquila porque "ayudé y salvé a quienes pude", y se considera a sí mismo una suerte de Oskar Schindler croata.
Un hombre que trató a Perón y a Stroessner
En los últimos días de la guerra, Dinko Sakic recibió la orden del general Luburic de acompañar a Pavelic en su fuga hacia Austria. El führer croata tenía prisa por abandonar la vieja Yugoslavia, y con una escolta de cuarenta hombres al mando del capitán Sakic, su comitiva se instaló en un convento franciscano en las cercanías de Langreit, en el Tirol austríaco.
Allí estuvieron seis meses hasta que el propio Sakic logró cruzar a Pavelic a través de los Alpes, y en septiembre embarcarlo en Génova en el Andrea C, un buque que venía a Buenos Aires. Pavelic viajó con falsos hábitos sacerdotales y el nombre de Aranjos Pal, anotado en el pasaporte 74.369 otorgado por la Cruz Roja.
Tres meses más tarde, el 22 de diciembre de 1947, Sakic siguió los pasos de su jefe y también él llegó con su familia a la Argentina, en el buque Tucumán. Portaba una de los quinientas visas otorgadas por el consulado argentino en Génova, tras una gestión hecha en Buenos Aires ante Eva Perón por sacerdotes franciscanos de un convento de Zagreb.
En la Argentina
Dos días después de su llegada viajó a Rosario, y allí vivió los diez años siguientes. Lo acompañaban su esposa Esperanza -hermana del general Luburic, con quien se había casado el 31 de diciembre de 1944- y su primer hijo, Ante, que había nacido en Austria y había sido apadrinado por el führer croata.
En Rosario, Dinko Sakic tuvo una pequeña empresa textil de la que fue abogado un hijo del general antiperonista Francisco Toranzo Montero, y en febrero de 1956 se mudó a España, donde trabajó con Luburic en la dirección de la Resistencia Nacional Croata. Para entonces ya tenía documentos argentinos y, en 1959, regresó al país y se radicó en San Justo. En 1972 volvió a Europa, y en 1975 regresó a Buenos Aires.
Entre 1959 y 1972 viajó frecuentemente al Paraguay, donde dirigió una "Granja croata". Allí conoció al dictador Alfredo Stroessner, y ese último año saludó en Asunción al general Perón, que le fue presentado por su amigo Milo de Bogetic.
Pese a los crímenes cuya responsabilidad se le atribuye, y al menos hasta ahora, Dinko Sakic se ha movido con libertad por todo el mundo, usando su verdadero nombre. Hasta se reunió en Buenos Aires con el presidente de Croacia Franjo Tudjam cuando visitó el país, en 1994.
"Estuvimos reunidos dieciséis minutos en el Círculo Militar y quedamos en volver a vernos. El presidente Tudjam me dijo: Yo sé que a usted le achacan todo´. Después él se reunió con el presidente Menem, y mientras intercambiaban condecoraciones, le agradeció por la actitud argentina de haber recibido a los patriotas croatas al fin de la guerra", dijo.
Ahora las cosas podrían ser diferentes: a raíz de esta súbita aparición pública el gobierno de Yugoslavia podría pedir su extradición, y la Delegación de Asociaciones Israelitas Argentinas (DAIA) y el Centro Wiesenthal reclamarán al presidente Carlos Menem que lo expulse del país si se comprueba que entró con documentos falsos.
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