
Pese a las clausuras, en Daireaux los prostíbulos siguen teniendo menores
Durante los operativos, la policía también encontró paraguayas indocumentadas
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DAIREAUX.- La rubia oxigenada avanzaba por un pasillo oscuro, envuelta en una frazada, descalza. Debían de ser las cinco y media de la mañana, y el frío le mordía los huesos. Temblaba y se aferraba a un brazo musculoso; el dueño del brazo, un tipo de mandíbula cuadrada, la besó con desdén. La falsa rubia le dijo, ebria: "Llevame", con tonada paraguaya, pero el tipo no quería ni podía; había un sujeto canoso al final del pasillo que luego diría: "Hasta acá. Adentro". La rubia tenía que obedecer: caminó hacia su habitación.
En ese momento, había 14 mujeres paraguayas y dos chaqueñas en el prostíbulo El Farolito, en esta ciudad bonaerense situada 420 kilómetros al oeste de la Capital; pero dicen que suele haber 30. Había 29 el 21 de abril, cuando llegaron los policías de la Dirección General de Información y Evaluación para la Prevención del Delito del Ministerio de Seguridad provincial para allanar el lugar y detener al dueño: Juan Cabrera, de 58 años.
Fueron detectives de La Plata quienes encabezaron la investigación sobre la que sería una de las redes de trata de personas más importantes del país, según las autoridades. "Hay una organización que trabaja con gran impunidad a nivel internacional. Además de los operadores en Paraguay, hay un administrador en la Capital, que envía a las chicas al interior. Es que en el conurbano hay una gran competencia con las mujeres argentinas", dijo a LA NACION un investigador del caso.
El intendente de Daireaux, Luis Oliver, ya había hecho inspeccionar el cabaret varias veces antes de que llegara la policía. "Hace dos meses, lo clausuramos porque encontramos menores trabajando. También encontramos chicas indocumentadas. En total, hicimos 150 denuncias en el consulado de Paraguay", dijo Oliver.
Aquí hay policía comunal, así que el intendente es, además, un virtual jefe de la fuerza local. Continuó: "Es gente muy hábil. Conocen la ley mejor que todos y pagan las multas para volver a funcionar. El Farolito está habilitado como night club y, según tengo entendido, los cuartos son para que descansen las empleadas".
Atrapadas
Aquel 21 de abril, entre cinco y diez mujeres declararon que estaban allí contra su voluntad, según fuentes del caso. "No quiero estar más acá. Me tienen atrapada", dijo Cándida, de 22 años, que habría sido traída a la Argentina, engaños mediante, en un contingente que incluía a menores.
Cabrera recuperó la libertad al día siguiente y otra vez abrió su negocio. La causa había caído en manos del fiscal de Trenque Lauquen Omar Flores y del juez de garantías Gerardo Palacios Córdoba. El fiscal pidió más pruebas, y la policía regresó el 12 de mayo. Algunas de las que habían declarado que estaban allí contra su voluntad habían vuelto a su país. Otras ratificaron sus denuncias. El resto tuvo miedo, y ahora nadie sabe dónde está Cándida, según confiaron las fuentes. La buscan para que aporte más datos a la causa.
Mientras tanto, Cabrera sigue libre y su burdel, abierto. Fuentes de la Fiscalía General de Trenque Lauquen dijeron que en el caso aún no pudo acreditarse la eventual privación ilegal de la libertad ni la supuesta reducción a la servidumbre; ni siquiera una hipotética facilitación de prostitución.
Pero LA NACION estuvo en el lugar y habló con varias prostitutas. Todas dijeron lo mismo: no pueden salir, salvo que las acompañe don Cabrera, como lo llaman. A veces, las lleva al centro, cuando las chicas quieren comprar ropa. Pero nunca las deja solas, aseguran ellas. Fue don Cabrera el que había dicho "hasta acá".
Eran las 23, y en El Farolito casi todas las prostitutas rodeaban una salamandra que no alcanzaba a calentar el ambiente de luces violeta. Sobre una pared lateral estaba la pequeña barra; detrás, don Cabrera. En el otro extremo, cerca de las dos mesas de pool , el baño y una puerta que conduce a las habitaciones.
Una morocha delgada se acercó a LA NACION. Era Laura. Informó que por veinte pesos uno podía compartir una cerveza con las chicas o invitar a una con un anís, por 10 pesos. Pero ella quería un Fresita, que cuesta 50. Así, podía ganar 25 sin hacer nada. Más dinero que con los 15 minutos en la habitación, que cuestan 40, de los cuales ella recibe 20. El salón es más cálido que la pieza, según dijo, y además no tenía que desvestirse.
La media hora en el cuarto cuesta 60 pesos y la hora, 100. Eso es otra cosa. Entonces sí le convenía. Según los investigadores, aquí se gana el triple que en Paraguay por el mismo trabajo.
"Vivimos acá. Salir, no; no salgo. Yo me compro la ropa en Paraguay y no me interesa salir a caminar por la ciudad." Hizo una pausa y se dio vuelta. Llamó a alguien. "Ahí viene mi compañera de celda", dijo Laura.
La compañera de celda es la rubia oxigenada: dice que se llama Yolanda; que una vez quiso ser bailarina de danza clásica y que ahora se prostituye para que su hija cumpla en Paraguay aquel deseo suyo.
El tipo de la mandíbula cuadrada se acercó a Yolanda. La rubia por elección sonrió. Bailaron. Don Cabrera le daba una nueva pulsera a la muchacha cada vez que el tipo compraba un trago. Después, don Cabrera quiso que el tipo pagara 120 pesos, en lugar de 100, un largo turno con Yolanda.
Una hora después, envuelta en una frazada, descalza, Yolanda se aferraba al brazo musculoso y decía: "Llevame". Pero don Cabrera la cortó: "Hasta acá".
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