Pilotas: cómo se abren paso en un ámbito dominado por hombres
Las mujeres aviadoras en las líneas áreas del país no llegan al 2%, pero sienten que ya quedaron atrás los tiempos de discriminación y rechazo
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Todavía es muy infrecuente. Apenas hay unas pocas posibilidades de que la comandante o la copiloto de un avión sea una mujer. Y más improbable aún en una ruta por la Argentina. Pero esta profesión prácticamente reservada a los hombres suma, a paso lento, cada vez más mujeres que se sientan en la cabina, derriban prejuicios que todavía siguen imperando y levantan vuelo.
Solo el 5,1% de los pilotos en el mundo es mujer, y solo 1,42 capitana, según datos actualizados al 2020 de la Asociación International de Mujeres Pilotos de Avión (ISA21), una agrupación que desde 1978 busca la camaradería y el apoyo a mujeres que emprenden la actividad. El crecimiento de las pilotas, palabra aceptada recientemente por la Real Academia Española como femenino de piloto (aunque también se puede seguir usando la expresión “la piloto”), es lento, pero constante. Para visibilizar este crecimiento en los últimos años se volvieron habituales para ciertas fechas los vuelos integrados sólo por tripulantes mujeres, tanto en las aerolíneas internacionales como en las nacionales. Hace apenas unos meses, el 1° de abril, Air France realizó un vuelo piloteado exclusivamente por mujeres entre París y Buenos Aires (y su continuación a Santiago de Chile) para homenajear a Adrienne Bolland, que cien años atrás fue la primera aviadora en cruzar los Andes.
Las tres aerolíneas comerciales que operan en el mercado argentino cuentan con mujeres en su staff de pilotos, pero todavía en porcentajes bajos. En Aerolíneas Argentinas, tienen 11 pilotas sobre una plantilla total de 1168. En Flybondi se desempeñan dos mujeres y 50 varones y en Jetsmart, solo una entre 48 hombres. El porcentaje de mujeres en las líneas aéreas del país no llega al 2% y está por debajo de la media mundial. El país con más porcentaje de mujeres pilotos es la India, donde representan el 12,4%.
Mariela Santamaría integra ese pequeño grupo de mujeres pilotas argentinas. Actualmente, con 37 años, es primera oficial en la aerolínea low cost Flybondi y logró abrirse paso en un mundo de hombres para cumplir sus sueños. “¿Por qué hay tan pocas mujeres pilotos? Realmente no lo sé y me lo pregunto, quizás sea algo de miedo; lo quieren, lo piensan, pero no saben si van a poder y también influye un poco el tabú de entrar en un mundo de hombres, pero se puede”, reflexiona Santamaría.
Se sienten siempre observadas y hasta todavía son blanco de chistes y bromas cuando los pasajeros descubren que es una mujer la que está al mando de la nave, aunque cada vez más reciben felicitaciones y las reacciones son positivas. Santamaría trae una anécdota: “Solo recuerdo una vez que una pasajera, que era una señora mayor, no quería subir. Pero la convencí, le expliqué que por algo estaba en esa función y enseguida se embarcó”.
La carrera de Santamaría comenzó en el ámbito militar: integró la segunda camada de mujeres en la Fuerza Aérea, llegó al grado de capitana y fue la primera argentina en volar en la Antártida y en pilotear un Hércules. “De chica siempre decía que quería ser piloto, que quería volar, pero mis padres no me podían pagar la carrera, las horas de vuelo, que son muy caras, así que averiguando vi la oportunidad en la Fuerza Aérea, donde empezaban a entrar mujeres para la carrera de oficiales en la Escuela de Aviación Militar. Sólo egresamos cinco chicas en esa promoción”, cuenta.
Pero no le fue tan sencillo: la mamá la apoyaba, pero el papá al principio le dio un no rotundo e intentó disuadirla con otras profesiones cercanas, como azafata o ingeniera, porque le decía que nunca la iban a dejar volar. Pero la decisión estaba tomada. Con 17 años se fue a Córdoba a hacer la carrera militar, un ámbito con el que su familia no tenía ningún vínculo: “Las mujeres nos tuvimos que abrir el camino, siempre nos sentimos muy observadas, siempre teníamos que demostrar que estábamos capacitadas. Era una institución de tradición masculina, ellos no sabían cómo tratarnos, no teníamos mujeres superiores, fue un cambio muy grande para todos, tuvimos que romper muchos paradigmas, pero valió la pena”. De esos años de trabajo en la Fuerza Aérea recuerda especialmente los vuelos de ayuda humanitaria a diferentes países y ciudades del interior. Esos vuelos la llevaron a la Antártida, para abastecer a las bases y convertirse en la primera argentina en anevizar, como se les dice a los aterrizajes sobre la nieve, en el Continente Blanco. “Volar en la Antártida es una de las mejores experiencias que tuve, aunque la parte operativa es muy complicada con pistas cortas, vientos, hielo, pendientes”.
En 2018, con 17 años de carrera en la Fuerza Aérea, dejó la aviación militar para pasar al ámbito civil, un nuevo desafío. “Fue una decisión difícil, pero quería por un lado más tiempo para mí, porque la carrera militar es muy sacrificada, y por otro me entusiasmaba volar aviones más grandes, con pasajeros, como el Boeing, que es espectacular. Antes volaba aviones a turbohélice, nunca había piloteado reactores”. Así comenzó un nuevo capítulo como piloto y desde hace tres años cubre rutas en el mercado doméstico con un promedio de entre 60 y 70 horas de vuelo mensuales.
"Creo que las mujeres nos autoexigirnos más, tenemos que estar demostrando todo el tiempo que podemos, que estamos capacitadas. Tenemos que ser siempre un 10 en capacidad, conocimiento, en todo. No nos podemos permitir el error"
Mariela Santamaría
Actualmente se siente a la par con los hombres y ya no tiene que demostrar que sabe más, que está capacitada, pero le costó llegar a eso: “Creo que las mujeres nos autoexigirnos más, tenemos que estar demostrando todo el tiempo que podemos, que estamos capacitadas. Tenemos que ser siempre un 10 en capacidad, conocimiento, en todo. No nos podemos permitir el error. Queremos demostrar que sabemos porque siempre hay alguien atrás diciendo que la pusieron ahí porque tiene linda cara.”
Pasión por volar
Lucía Rojas a pesar de sus 26 años tiene una larga experiencia en volar aviones, porque su primer vuelo de bautismo lo hizo a los 16 años. Ella también considera que hay que romper estereotipos sociales, que hay pocas mujeres en la actividad porque de chicas nadie las incentiva a seguir esta carrera. “Muchas incluso hoy no saben que pueden hacerlo, se siguen preguntando si se puede, hay una puerta cerrada que hay que abrir” reflexiona.
Su vocación la heredó del padre, que fue comandante de Aerolíneas Argentinas (ahora está retirado) y siempre fue un apoyo incondicional. Lucía ahora es piloto de Airbus 320 en Jetsmart Airlines, otra de las low cost que vuelan en la Argentina, donde se desempeña como primera oficial.
Desde chica tuvo la oportunidad de viajar mucho y siempre soñó con ser piloto: “Volar es mi pasión. En la adolescencia, cuando viajaba como pasajera, ya veía que había pocas mujeres pilotos y me surgió la curiosidad. Le empecé a preguntar a mi papá qué posibilidades tenía, cómo tenía que hacer para iniciar la carrera. Me dijo que era un ambiente machista, pero nada me desalentó”, cuenta.
Lucía comenzó a hacer las primeras instrucciones a los 17 años, ni bien terminó el secundario, en el Aeroclub Matanza, y al año se recibió de piloto privado.
“Recuerdo que cuando hice mi primer vuelo de bautismo me di cuenta que me apasionaba y que quería hacer esta carrera. Ahí arranqué y no paré más hasta lograr ser piloto de línea aérea. Éramos muy pocas mujeres, algunas había, pero siempre me sentí muy cómoda: el Aeroclub Matanza es como un club y se genera compañerismo. Con los años cada vez empecé a ver más mujeres en la actividad”.
A pesar de tener un padre comandante, del cual recibió innumerables consejos, el camino para ser piloto profesional es largo y costoso y demanda mucha constancia y sacrificio.
Mientras hacía el curso de piloto, también hizo el curso de tripulante de cabina y comenzó a trabajar para poder seguir costeando la carrera. Tiempo, dinero y perseverancia, los pilares, según define Lucía, para seguir en esta profesión.
Para poder sumar horas de vuelo, algo imprescindible para avanzar, junto con un amigo compraron un avión biplaza pequeño, un Aero Boero 95 H3 y empezó a volar y volar cada vez que tenía un día libre y a invertir cada peso que ganaba en el mantenimiento del avión.
“Me tomaba el colectivo desde Caballito y me iba hasta el aeropuerto de Morón, donde dejábamos el avión. Tenía licencia de piloto privado, pero todavía no para conducir autos. También en Morón hice el curso de piloto comercial, de instructor y de piloto comercial de primera”.
"Siempre va a estar la mirada de la mente antigua, pero ya son minoría. Hoy la gente que me ve en la cabina se sorprende pero para bien, por ver algo distinto, no hay rechazo"
Lucía Rojas
La particularidad de la carrera de piloto es que, además de los cursos necesarios, se necesita sumar horas de vuelo. Para ser piloto de línea aérea se requieren al menos 1500 horas de vuelo.
Cuando Jetsmart inició las operaciones en la Argentina, Lucía fue la única mujer que se presentó a la convocatoria, la tomaron y se alegraron de tener una pilota en el staff. Siente que muy de a poco se va camino a una igualdad y está orgullosa de que se puedan ir rompiendo con esas barreras machistas que quedaban: “Con esfuerzo y dedicación se puede. No me siento diferente, sino un piloto más”.
También reconoce que la carrera de piloto es muy competitiva, que son muy autoexigentes y que los desafíos que se presentan son de la profesión, más allá del género. “Siempre va a estar la mirada de la mente antigua, pero ya son minoría. Hoy la gente que me ve en la cabina se sorprende pero para bien, por ver algo distinto, no hay rechazo. Aunque siempre se desliza algún comentario machista. Hace poco en una escala, cuando estábamos haciendo carga de combustible, un hombre desde abajo me preguntó si las mujeres estacionan los aviones como estacionan los autos. Hice como que no lo escuché, no me llegó ese mensaje”.
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