Revelador informe: los dos indicadores que empeoraron entre los adultos mayores en la última década y preocupan
Según un informe del Observatorio de la Deuda Social de la UCA, crecieron la inseguridad alimentaria y el sentimiento de infelicidad en los argentinos de más de 60 años
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En 2022, el número de argentinos mayores de 60 años fue casi tres veces mayor al de niños menores de 5 años. Unos 2.846.550 niños y unos 7.450.791 adultos mayores, según los números del último censo. “En los dos extremos de la vida se manifiestan en mayor magnitud las inequidades. En la vejez, cuando las personas pueden vivir esos años adicionales de vida con buena salud y en un entorno propicio, su calidad de vida casi no se distingue de la de una persona más joven. En cambio, cuando los años adicionales de vida están dominados por el deterioro de la salud con falta de acceso al sistema de atención, con jubilaciones paupérrimas, con una vivienda inapropiada, un entorno familiar hostil o ausente, o la discriminación social que promueve el descarte, esos años se viven con penuria, dolor, angustia y enfermedad”, apunta Miguel Ángel Schiavone, rector de la Universidad Católica Argentina (UCA) que esta semana presenta una nueva edición del Barómetro de la Deuda Social con las Personas Mayores, “Desafíos y oportunidades en el envejecimiento, un balance de la última década en la Argentina”, fruto de diez años de trabajo conjunto entre la Fundación Navarro Viola y el Observatorio de la Deuda Social de la UCA.
Según estos datos, que trazan una comparación de una década (2013 a 2023, los últimos datos relevados, en los que se encuestaron 5760 hogares por año), una de cada cuatro adultos mayores se encuentra en situación de pobreza multidimensional, es decir, viven en hogares que presentan dos o más carencias: alimentación y salud, servicios básicos, vivienda digna, medio ambiente saludable, educación, empleo y seguridad social. “Hay una firme tendencia hacia el aumento de la inseguridad alimentaria, que aumentó 4,9 puntos porcentuales durante la última década estudiada”, señala el informe.
El documento también revela que se observa un deterioro en las condiciones de empleo de las personas mayores que continúan trabajando. En la esfera del bienestar subjetivo, hay un aumento del sentimiento de infelicidad. Aumentó 4,6 puntos porcentuales durante la última década estudiada”, dice el trabajo. Pero hace una advertencia, que resulta un importante hallazgo en la comparación de diez años de informes: el malestar psicológico (padecer frecuentes síntomas de depresión y ansiedad) no aumenta con la edad. Tanto en personas mayores de 60 años como en personas de otras generaciones afecta a aproximadamente una de cada cuatro.
En cambio, hay otros factores que son los que determina la calidad de vida de las personas mayores, que hacen a los especialistas hablar no de “vejez”, sino de “vejeces”, ya que las diferentes condiciones de vida determinan el modo de transitar esa etapa de la vida. Algunas de las que se señalan en la investigación son tener estudios secundarios, vivir solo o en pareja o con otras personas más jóvenes.
“Si tenemos que hacer un balance de la década, lo más llamativo es el deterioro importante en la inseguridad alimentaria. Subió casi 5% en diez años. Esto es haber tenido experiencias de hambre o haber tenido que reducir la porción de comida durante los últimos 12 meses por razones económicas. Es un indicador muy sensible, muy triste porque toca lo más básico, que es la alimentación. La insuficiencia de ingresos va en la misma dirección”, explica el investigador Enrique Amadasi, miembro de la Fundación Navarro Viola y uno de los autores principales del informe, junto a Solange Rodríguez Espínola. Al comienzo de la serie, con los datos de 2013, el 10,8% de los adultos mayores sufrían inseguridad alimentaria. En 2023, el 15,7% se encontraba en esta situación.
Amadasi aclara que este balance evalúa datos hasta 2023, con lo cual no es posible medir el impacto de las políticas económicas del actual gobierno. Esa información se volcará en el informe del año próximo.
“En la esfera del bienestar subjetivo, vemos un deterioro importante en el sentimiento de felicidad. Lo que tiene más incidencia es la dificultad para formular proyectos personales para las personas mayores, que pueden ser, por ejemplo, martes y jueves estudiar italiano, ir a buscar al nieto al jardín, hacer un curso de ikebana. Esto cayó 3 puntos. Y el sentimiento de felicidad se deterioró en 5 puntos”, dice Amadasi. El sentimiento de infelicidad mide la percepción negativa del estado de ánimo que produce en la persona una sensación de insatisfacción y tristeza. Pasó de 12,3% a 16,9%. “En la jerga popular, los infelices aumentaron en la década”, añade Amadasi. Son alrededor de 1,2 millón de personas mayores que se sienten infelices. Esto equivale a la población total de la provincia de Corrientes, apunta el informe.
Los últimos datos muestran que entre las personas mayores hay un 24,5% que siente carencia en el apoyo social y un 26,4% lamenta la falta de proyectos personales (antes eran 23,4%).
“Es bien interesante ver que el sentirse poco o nada feliz disminuye algo entre los de edad más avanzada, 75 años y más. La diferencia es pequeña, pero permite decir que la infelicidad no aumenta con la edad avanzada. Las mujeres mayores están algo más expuestas a sentirse poco o nada felices que los varones mayores. La condición de viudez pesa especialmente: entre los viudos, el sentimiento de infelicidad aumenta en forma significativa”, expone el informe.
“Las diferencias según nivel educativo son muy importantes: el sentimiento de infelicidad casi se duplica entre los que tuvieron menos oportunidades educativas. Significa que menor nivel educativo potencia este tipo de déficit. Cuando se trata de hogares con dos o más carencias (pobreza multidimensional), este indicador aumenta en forma importante. Y si se considera a los mayores en hogares de tres o más carencias (pobreza multidimensional extrema), la incidencia alcanza un nuevo salto. Así que la pobreza pesa mucho sobre el sentimiento de infelicidad y cuanto más pobre se es (pobreza extrema), más infelicidad”, señala el informe. El tipo de hogar también incide: vivir acompañado hace menos frecuente sentirse poco o nada feliz.
Por qué hay más gente que se siente menos sola
También hay indicadores que mejoraron en diez años. “El sentimiento de soledad mejoró bastante [pasó de 19,8% de personas con ese sentimiento al 13,8%]. Parece contradictorio, pero resulta que son dimensiones distintas. Lo que ayudó mucho fue justamente la pandemia. La gente esperaba sentirse más sola de lo que ocurrió, y después de la pandemia se sintió menos sola que antes. Otra cosa que mejoró es el déficit de apoyo social [de 31,8% de los adultos mayores que sentían en 2013 que no tenían ese resorte, a 24,4% en la última medición]. Esto se define como tener una red cercana con la que puedo hablar de todo. Esa mezcla de familia y amigos cercanos, mejoró más de 7 puntos pese a la pandemia. Ante el terror a estar solo, la familia cercana estuvo muy presente con las personas mayores. La nieta que pasaba cada tanto, pasó más seguido; la hija o el hijo se acercaron más. Eso ayudó mucho y fortaleció el vínculo”, detalla Amadasi.
Otro de los indicadores que empeoraron es la calidad del sueño. De 17,4% que en 2013 dijeron tener problemas para dormir, aumentó a 24,1%. “Se deterioró unos 7 puntos. Se duerme más cortado, y en esto hay mucho de contexto, esta sociedad de los últimos años es una sociedad para ponerte nervioso. Las personas mayores son un secante de esto: hay mucha incertidumbre y ellos lo absorben”, explica el investigador.
Aunque todavía son una minoría las personas en edad jubilatoria que continúan trabajando, se trata de un número que al igual que en el resto del mundo está creciendo. Según el informe, hay unos 603.000 adultos mayores de 65 años –o 60 en el caso de las mujeres– que trabaja y unos 9800 que buscan trabajo. ¿En qué trabajan los adultos mayores? “Si bien la principal fuente de ingresos de las personas mayores está conformada por los recursos provenientes del sistema previsional, el 35,3% de los varones en edad jubilatoria y el 13,9% de las mujeres en edad jubilatoria tienen ingresos laborales”, sostiene el trabajo. La fuente es la Encuesta Permanente de Hogares (EPH) del tercer trimestre 2022. Sin embargo, entre las personas mayores económicamente activas, el empleo precario es bastante más frecuente que el empleo pleno. Cuatro de cada diez personas mayores activas tienen empleo precario. En cambio, entre los sub 60 ocurre lo contrario”, advierte el informe.
“La calidad del empleo de esa gente se deterioró. Tenían mejor calidad de empleo hace diez años que ahora. Más changas, más empleo informal, cuentapropistas. Algunos porque los ingresos jubilatorios no les alcanza y otros porque aman lo que hacían”, concluye Amadasi.
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