Sarmiento y su foto póstuma
Durante la década del '40 del siglo XIX, la época victoriana en Inglaterra se caracterizó, entre otras cosas, por la gran cantidad de epidemias -fiebre amarilla, tifus o cólera- que azotaron a la población. Mucha gente moría, especialmente niños, por lo que se puso de moda fotografiar a los familiares que fallecían como modo de guardar un recuerdo. Muchas veces, los daguerrotipos se tomaban en posiciones preparadas y los muertos eran vestidos y acomodados para la ocasión. Esta iniciativa viajó, cruzó el Atlántico, y también se impuso en estas tierras.
El 11 de septiembre de 1888, el padre de las aulas argentinas, Domingo Faustino Sarmiento, a las 2 de la mañana, falleció en la ciudad de Asunción, Paraguay. Al otro día, según relató el médico que lo acompañaba, Alejandro Candelón, llegó a la casa del exmandatario el diplomático argentino Martín García Merou y el fotógrafo Manuel San Martín.
Sarmiento estaba acostado boca arriba, en una cama baja, con una sábana blanca que lo tapaba hasta el pecho. El fotógrafo explico que la mala iluminación, más la sábana blanca, impedirían una buena toma. Pero nadie hizo caso al comentario del profesional y le pidieron que lo retratara de esa manera. Lo único que reveló el revelado, que se hizo en el mismo lugar, fue que San Martín tenía razón. No se distinguía la figura yaciente del prócer.
Se improvisó una junta de expertos en opinar y se determinó, desoyendo al fotógrafo una vez más, sentarlo en el sillón mecánico que Sarmiento solía utilizar para descansar y relajarse.
Pero cuando lograron, entre cuatro personas, levantarlo y llevarlo al sillón, se toparon con la rigidez cadavérica: la cadera y las rodillas habían perdido flexibilidad. Volvió a la cama y se inició una segunda ronda de consultas. Por fin se decidió: se aprovecharían las ventajas del sillón mecánico para colocarlo de la manera más horizontal posible y tapar sus piernas con una manta negra para disimular la rigidez.
Dijo el doctor Candelón: "Estando el busto y los brazos libres de dicha envoltura, se apoyó el brazo izquierdo en flexión sobre la mesita giratoria del sillón y la derecha quedó reposando sobre el muslo del mismo lado". Según el médico, la intención, a esa altura, era mostrarlo en situación de agonía, algo que por supuesto, era un desatino. "Y para dar mayor realce a lo obrado, no faltó el comedido que colocara en la mano derecha del difunto una pantalla común", agregó.
Mientras todo esto se llevaba a cabo, comenzó a reunirse gente en la calle, convocada por la noticia y la curiosidad. "Ha muerto el General", "Murió el general Sarmiento", repetían. Todo Asunción lo llamaba de esa manera.
Cuando la imagen póstuma fue difundida en un periódico ilustrado de Buenos Aires, se corrió la voz de que a Sarmiento la muerte lo había sorprendido mientras trabajaba en la corrección de textos propios. Aún hoy sigue repitiéndose la versión del incansable sanjuanino, a quien sólo la muerte pudo haber detenido en sus tareas.
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