Universidad: a los alumnos de menos ingresos no solo les cuesta más acceder, sino también llegar a recibirse
Apenas el 12,4% de los jóvenes más postergados van a la facultad en Argentina, mientras que en el decil más alto accede el 46%, según el último informe del Observatorio Argentinos por la Educación
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La mayoría de los chicos y chicas argentinos, independientemente de su contexto socioeconómico, van a la escuela primaria. La secundaria, según las estadísticas oficiales, se les hace más cuesta arriba, sobre todo a los que viven en contextos vulnerables. Porque aunque el acceso sea masivo en este nivel, muchas veces terminan abandonando por la necesidad de asumir roles adultos, como trabajar afuera o adentro del hogar, cuidar hermanos menores o hacerse cargo de otras cuestiones domésticas. También, como sucede en otros segmentos socioeconómicos, por no poder lidiar con las pautas que rigen en las instituciones, la escasa posibilidad de desplegar intereses personales y la baja confianza en las propias capacidades de aprendizaje, según coinciden los especialistas en educación.
El escenario es desalentador si se tiene en cuenta que más de la mitad de los estudiantes argentinos no termina el secundario en el tiempo esperado. Pero es mucho más grave cuando se sube un escalón más y se observa lo que sucede en el mundo universitario. Para los jóvenes que viven en situación de pobreza, acceder a una casa de altos estudios puede resultar un deseo ajeno, utópico. Apenas el 12,4% de los jóvenes del decil más bajo de ingresos cursa estudios universitarios en la Argentina, mientras que en el decil más alto, el 46% accede a una casa de estudios superiores.
Las desigualdades se profundizan a medida que se avanza en la carrera: en los últimos años hay mayor concentración de estudiantes que forman parte de los sectores de mayores ingresos. Los datos se desprenden del informe “Desigualdad educativa en el nivel superior”, del Observatorio Argentinos por la Educación, que analiza las desigualdades educativas en el ámbito de la educación superior.
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A partir de los indicadores de la Encuesta Permanente de Hogares (EPH), el documento indaga en las asimetrías en el acceso y la permanencia en el nivel superior, así como en otros trayectos que realizan los jóvenes luego de la secundaria. Apenas 1 de cada 10 jóvenes del decil de ingresos más bajo cursa estudios universitarios en la Argentina. “En el otro extremo de la pirámide social, en el decil más alto, casi la mitad de los jóvenes (46%) asisten a la universidad –detalla el informe–. Si se consideran también las carreras terciarias, se observa que el 17,5% de los jóvenes más pobres (decil 1) cursan estudios superiores, mientras que la cifra es del 52,3% para los jóvenes de mayores ingresos (decil 10)”.
La distribución del ingreso en la Argentina también es desigual para los jóvenes de 19 a 25 años. De acuerdo con el análisis del estudio, hay mayor cantidad de jóvenes en los deciles más bajos de ingresos y menos individuos en los deciles más altos. “El decil con más población joven es el número 2, mientras que el decil 10, que corresponde al de mayores ingresos, es el que incluye a menos jóvenes. A partir del decil 4, la caída en cantidad de población joven es constante”, advierte.
La permanencia, atada al nivel de ingreso
Más allá del ingreso a la universidad, las cifras muestran que, a medida que se avanza en la carrera, los estudiantes que permanecen pertenecen a los deciles de mayores ingresos, mientras que los estudiantes que provienen de contextos más vulnerables tienden a representar un porcentaje cada vez menor de la población universitaria.
Como ejemplo, el informe del Observatorio señala: “En el primer año, los estudiantes de menores ingresos representan el 7,9% del total de alumnos, mientras que en el quinto año representan el 1,1% del total. En contraste, en el primer año, los jóvenes de mayores ingresos representan el 5,3% de la matrícula y alcanzan el 12,7% en el quinto año”.
“La educación es uno de los factores vinculados a las posibilidades de empleo: las mayores tasas de empleo se observan entre quienes cuentan con estudios secundarios o superiores completos. Hay un fuerte componente de desigualdad asociado a esta estadística, porque tanto la terminalidad del nivel medio como el posterior acceso, permanencia y finalización de los estudios superiores están muy relacionados con el nivel de ingresos de los estudiantes –explica Ivana Templado, de la Fundación de Investigaciones Económicas Latinoamericanas (FIEL) y coautora del informe–. Para desarticular este círculo, urge regenerar la capacidad igualadora del sistema educativo”.
Marcelo Rabossi es profesor e investigador de la Universidad Torcuato Di Tella y sugiere analizar las políticas implementadas desde el Estado para intentar resolver un modelo “que resulta regresivo en sus resultados”; es decir que los que más tienen reciben una mayor recompensa. “Si bien es cierto que la apertura de nuevas universidades nacionales en localidades de los cordones más vulnerables del conurbano facilitó la llegada de estudiantes de primera generación universitaria, el sistema continúa siendo expulsivo para aquellos alumnos provenientes de los sectores de menores ingresos, a pesar del libre acceso”, señala Rabossi.
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“Desde hace ya muchas décadas la educación argentina está en deuda con los niños y los jóvenes de perfiles socioeconómicos más bajos. Aquellos que con gran esfuerzo, y quizá con fuertes desniveles de calidad, culminan la enseñanza media e ingresan a la educación superior –reflexiona Norberto Fernández Lamarra, director del Núcleo Interdisciplinario de Formación y Estudios para el Desarrollo de la Educación de la Universidad Nacional de Tres de Febrero (Untref)–. La mayoría de ellos abandona por no poder superar los ‘filtros’ institucionales, curriculares y sociales existentes en los primeros años en una universidad pública, gratuita y sin fuertes limitaciones de ingreso. Este grave problema requiere la discusión de nuevas alternativas político-educativas, de reformas institucionales, pedagógicas. También, de una mejor formación de los docentes”.
Más mujeres en las aulas
En todos los niveles de ingreso, según recopila el estudio, los varones acceden menos que las mujeres a los estudios superiores. Ellas tienen mayores niveles de participación tanto en la universidad como en el nivel terciario. En el decil de ingresos más bajos, solo el 11,9% de los varones jóvenes cursa estudios superiores (terciarios o universitarios), mientras que la cifra se duplica para las mujeres (22,4%). En el estrato alto se reitera esta diferencia de género: en el decil 10, el 47,6% de los varones jóvenes cursa estudios superiores, mientras que para las mujeres la cifra asciende al 58%.
“Pese a que desde el punto de vista legislativo nuestro país ha avanzado (la obligatoriedad de la enseñanza secundaria es un buen ejemplo), las desigualdades sociales son cada vez más graves –señala Pablo Jacovkis, secretario de Investigación y Desarrollo de la Untref–. La educación ha dejado de ser, como lo fue a partir de Sarmiento y durante muchas décadas, la herramienta, probablemente, más eficiente que tuvo la Argentina de igualación democrática y ascenso social”.
También se observa, de acuerdo con los datos recopilados por el Observatorio, que hay un porcentaje significativo de jóvenes de 19 a 25 años que aún están cursando la escuela secundaria: “Uno de cada 10 jóvenes de los sectores más pobres (deciles 1-3) son estudiantes de nivel medio, y en los deciles más ricos (8-10), la cifra es tres veces menor”, señala el documento que, además de Templado, firman Gabriela Mistral, Martín Nistal y Víctor Volman, del Observatorio Argentinos por la Educación.
Además de la desigualdad en el acceso y permanencia en la universidad, se revelan asimetrías en el acceso a los estudios terciarios, aunque en este caso no hay un patrón tan claro respecto a la distribución por ingresos. “Son los deciles intermedios (5, 6 y 7) los que concentran la mayor cantidad de estudiantes que cursan carreras terciarias (en torno del 10%), mientras que la proporción de jóvenes que elige esta opción desciende a 6%, o menos, entre los más ricos (decil 10) y entre los más pobres (deciles 1-2)”, concluye el informe.
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