
Los Caballeros de la Tabla Redonda
El rey Arturo y la espada del poder, Excalibur. Sir Gawain, sir Lancelot y Mordred, y los encantamientos de Merlín. Aunque no se sabe si fueron personas reales o totalmente ficticias, su atracción sigue intacta pese a los siglos
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Una época oscura se abatió sobre el reino sin misericordia. La guerra fratricida, la miseria, la pérdida de todo lo puro y sublime que existe en la vida arrasaba los campos de la blanca Albion.
Sólo un hombre y una espada podrían salvar al país. El hombre era Arturo. La espada, Excalibur.
Arturo fue un bálsamo para su pueblo. Restañó las heridas y aplicó justicia. Su alter ego y conciencia, el hechicero Merlín, estaba siempre presente para apoyarlo en sus decisiones.
Arturo fundó una hermandad de caballeros alrededor de una mesa y les dio un objetivo en su vida: encontrar el Santo Grial, la copa que Nuestro Señor Jesucristo había usado en la última cena y donde se había recogido su sangre.
Pero el germen de la traición yacía a su alrededor. La reina Ginebra cometería adulterio con el más justo y valeroso de sus caballeros, Lancelot del Lago. La hermandad se derrumbaría para siempre.
¿Leyenda? ¿Simple mitología? Poco y nada se sabe con certeza si en realidad existió un monarca inglés llamado Arturo. Estos relatos, transmitidos de generación en generación por cronistas medievales, posiblemente hayan tenido como origen la historia de algún príncipe que vivió en los años que siguieron a la retirada de los romanos de las islas británicas.
En su Historia regum Britanniae (11335-1139), Geoffrey de Monmouth fue uno de los primeros en cantar las gestas de Arturo.
Chrétien de Troyes, en el siglo XII, introduce por primera vez el tema del Santo Grial asociado con la historia del rey creador de la hermandad de la Tabla Redonda.
Prosistas y poetas, sobre todo en Francia, irán agregando detalles a la saga arturiana.
En Le Morte dArthur , de Thomas Malory, cristaliza la historia casi como la conocemos hoy.
¿Quién no leyó en su niñez algún libro sobre la espada en la piedra, Merlín, la dama del lago? Lamentablemente, Hollywood llevó en varias oportunidades la historia con resultados decepcionantes, creando Camelots de cartón pintado.
Hará falta un John Boorman para que con su Excalibur -1981, con música de Richard Wagner- supiera capturar para el cine la verdadera esencia de uno de los relatos más fascinantes jamás escritos.






